Cuatro apuestas y un funeral: entre los deseos y un fracaso del Gobierno
Nadie podrá olvidar dónde y qué estaba haciendo el miércoles 25 de noviembre al mediodía, cuando la noticia de la muerte de Diego Maradona cruzó por las vidas de cada uno y de todos los argentinos. Y también del Gobierno, a quien el inesperado sacudón emocional del país encontró soñando con su recuperación.
Los reflejos del presidente Alberto Fernández funcionaron a tono con el impacto de la pérdida del mayor ídolo deportivo y, además, del cambio de etapa en el que ya está el Gobierno. En ese contexto se anota la oferta a la familia de Maradona para realizar el funeral en la Casa Rosada, el mismo sitio en el que fue despedido Néstor Kirchner, a fines de octubre de 2010.
Fernández y su equipo optaron por prescindir de los riesgos sanitarios pero no repararon en otro riesgo y esa amenaza se consumó: la violencia barrabrava
Entre habilitar una movilización en medio de la pandemia hacia la propia Casa Rosada desde la que tantas veces se condenó a las caravanas opositoras y alojar un acontecimiento imborrable, Fernández y su equipo optaron por lo segundo y por prescindir de los riesgos sanitarios. No repararon en otro riesgo y esa amenaza se consumó: la violencia barrabrava llegó hasta el interior de la Casa de Gobierno y abortó el tramo final del funeral. Un bochorno.
Ese criterio de apertura, de dejar atrás el ciclo de encierro, es un dato previo a la muerte de Maradona, pero fue aplicado con un saldo funesto a propósito de esa desgracia. Los funcionarios ya reconocen en privado que el largo encierro se convirtió en un hartazgo registrado en los sondeos. Es por eso que pasó al archivo el discurso restrictivo y el martes comenzará la temporada turística de verano en varias de las zonas habituales, empezando por la costa bonaerense.
Las hipótesis de contagios masivos en los grandes centros vacacionales fueron relegadas con el mismo criterio que el funeral de Maradona.
Las hipótesis de contagios masivos en esos aglomerados sitios de diversión y descanso fueron relegadas con el mismo criterio que el funeral de Maradona. El Gobierno quiere curarse del malestar generalizado. Otra cosa son los feudos provinciales que integran el propio oficialismo, que persisten en confundir límites con fronteras y que mantienen cercos y se regodean con controles policiales como una reivindicación de su rigor autocrático antes que como una solución contra el coronavirus.
En las zonas urbanas más pobladas del país el relajamiento de los controles tiene desde hace al menos un mes y medio una respuesta positiva para el oficialismo en las encuestas, en las que también hay registro de la aparente calma lograda luego de la última tormenta que sacudió el valor del peso frente al dólar.
El Gobierno vive de esas expectativas y apuesta a cuatro hechos para ponerse en carrera electoral. Todavía está contra las cuerdas y el eco de las demandas opositoras y de un núcleo de resistencia a los ensayos de impunidad del kirchnerismo son datos que no se han modificado.
A los miembros del oficialismo les resulta cada vez más incómodo y a la vez más necesario estar juntos.
Como un antídoto contra las malas noticias que los sacudieron durante todo el año, los muchachos del Presidente ya tienen armado un discurso que incluye la obligación de acertar al menos cuatro números de una lotería compleja: unidad política, vacuna, acuerdo con el Fondo y reactivación económica. Esa lista incluye elementos inestables, pero la integridad de la alianza que reunificó al kirchnerismo con otras fracciones del peronismo depende de factores próximos y a la vez complejos dentro del propio oficialismo. Les resulta cada vez más incómodo y a la vez más necesario estar juntos.
La vacuna como recurso que termine con la pandemia viene con una insólita épica de gesta nacional para suministrarla. El verano empezará con una sobrecarga propagandística relacionada con una solución que tiene plazos que están fuera del control de las necesidades del Gobierno.
El acuerdo con el Fondo Monetario viene unido a la necesidad de mantener bajo control aparente al dólar.
Por fin, la idea de que los argentinos notarán signos de recuperación de la economía justo en el camino a las urnas es el sueño repetido de todos los presidentes para los años electorales. Fernández espera explotar ese rebote inestable tras el desastroso 2020, el fatídico año que no termina de anotar desgracias.
Por ahora sufre el desenlace violento del ensayo de organizar la despedida al máximo ídolo de la Argentina.