Cuarentena. El riesgo de que el Gobierno haga llover sobre mojado
El combo pandemia de Covid-19 más la pan-recesión que ocasiona ha vuelto redundante al famoso "test de estrés" corporativo, esa simulación usada en el management para evaluar la solvencia de una compañía ante una potencial situación crítica. Una vez más, la realidad, esta crisis perfecta, ha superado por amplísimo margen a la fantasía.
En las tres Américas se ha contado con un "retraso" de tiempo que brindó oportunidades tanto para prepararse para el impacto del Covid-19 como para analizar las mejores prácticas que están implementándose en los países que ya han sufrido el pico de la pandemia. Que se haya aprovechado o no de ellas, se está viendo en los hechos. Por ejemplo, en nuestro país, una medida que ha complementado la cuarentena, la "detección, el rastreo, y el aislamiento de los contagiados" no se realizó oportunamente, cuando ya la pandemia se extendía por Europa, al subestimarse el alcance del coronavirus. Es más, solo se ha realizado muy limitadamente hasta ahora, por ejemplo, en la Villa 31 de CABA y dicho sea de paso, con todo éxito.
Como se está experimentando en carne propia, al menos para los que viven en AMBA, u otros centros urbanos afectados por el Covid-19, la cuarentena general y obligatoria como única política exige un esfuerzo de recursos de todo tipo -sanitarios, comerciales, económicos, mentales, de comportamiento, etc- imposible de sostener aún a mediano plazo. Cada sector, sea gobierno, empresas, comercio, escuelas, familias o individuos encuentra su propio "límite" de solvencia, hasta que simplemente su capacidad de soportarla se agota.
En lo económico, cuanto más restrictiva y prolongada sea la cuarentena, más difícil será para el Estado encarar la etapa de la post pandemia (dado el nivel de destrucción de los enlaces productivos, la desocupación resultante, y las graves consecuencias sociales que se derivan de la parálisis económica). En el resto del país, ya se ha iniciado la recuperación, pero la incipiente apertura de las actividades en AMBA han quedado abortadas por el aumento en la circulación del virus. Obviamente, el principal consumidor de los productos que se realizan en las provincias, se consumen en la Ciudad de Buenos Aires y en el conurbano, afectando la nueva cuarentena total también a su sustentabilidad económica.
La recesión global es inevitable, y pese a que desde la "izquierda" algunos se alegren de los problemas que enfrentan las naciones más poderosas de la tierra, lo cierto es que cuando al mundo le va mal, a la Argentina le va peor. Frente a esto, el Gobierno puede hacer llover sobre mojado, y empeorarlo todo, o bien, tomar cartas en el asunto de una manera mucho más proactiva que lo que ha hecho hasta ahora. Los actores económicos -especialmente miles de comercios y pymes- hoy se preguntan el para qué seguir perdiendo dinero si se lo va a seguir perdiendo hasta que no se tenga nada.
El Gobierno puede hacer llover sobre mojado, y empeorarlo todo, o bien, tomar cartas en el asunto de una manera mucho más proactiva que lo que ha hecho hasta ahora
El gobierno debe producir una hoja de ruta que brinde "certidumbre" a los actores económicos y sociales. La cuarentena, al paralizar tanto la oferta como la demanda, es el fallo de mercado más impresionante que uno puede imaginarse. Así, que el Estado, que es el que naturalmente se ocupa de ellos, tiene que compensar la absoluta falta de certeza sobre lo que va a suceder, con medidas concretas para generarla. O sea, criterios objetivos para estimar la salida gradual de la cuarentena y el programa a seguir para lograrla, tipo de operaciones e incentivos financieros y fiscales para los actores económicos, y el diseño de un paraguas de protección legal ante los juicios que van a arreciar luego de la cuarentena (ante deudas fiscales, previsionales, juicios de embargos, ejecuciones, etc).
Una pyme (empresa familiar, consultorio, el negocio de la vuelta) necesita elementos para evaluar hasta cuando y como puede mantenerse hibernando, hasta que se le permita reabrir sus puertas, aunque sea entornadas. Hoy, a la "certidumbre" que muchas de ellas tienen de que el apoyo del Estado no es suficiente se le suma la incertidumbre del contexto, que hace que miles de negocios, algunos muy notables, estén cerrando sus puertas definitivamente.
En los dos primeros meses de cuarentena se cerraron 14.900 Pymes. La Cámara de Comercio calcula, con la información con la que cuenta hoy, que al menos 100.000 locales no volverán a abrir luego de la pandemia. Los profesionales, los monotributistas, las familias que pueden hacer algún gasto extra, todos ruedan en el mismo circuito de incertidumbre, y a la falta de certezas típica de la Argentina, ahora hay que agregarle la que produce ciclotrónicamente la pandemia.
El Gobierno solo comunica acerca el presente. Las interpretaciones acerca del futuro entonces quedan por cuenta de los formadores de opinión, las calificadoras de riesgo, los empresarios, y cada uno de nosotros. Más aún la administración del presidente Alberto Fernández -con la cada vez mayor influencia de su vicepresidenta, Cristina Fernández- por sus errores, o por su oportunismo, parece aprovecharse de la crisis para avanzar sobre las instituciones.
El intento de expropiación de la empresa Vicentin, la indefinición por la reestructuración de la deuda, el funcionamiento precario del Congreso, la paralización de la Justicia -selectiva para las causas que se le siguen a los ex funcionarios kirchneristas-, las arbitrariedades que el gobierno nacional comete con los gobiernos provinciales que no son de su palo, producen temor, dudas y más incertidumbre. Así como también las deficiencias que han llevado a prolongar a divinis la cuarentena en las zonas más populosas y más dinámicas del país, y que nadie está en condiciones de afirmar que no se van a seguir produciendo.
Politóloga UBA