Cuarentena en la Argentina: aplanando la curva
La pandemia del coronavirus ha puesto a las naciones del mundo frente al desafío de arbitrar decisiones entre la protección de la salud de los ciudadanos y mantener la actividad económica. Puestos ante un dilema sin antecedentes, en un primer momento los líderes políticos reaccionaron de acuerdo con sus convicciones previas y sólo más tarde, ante la presión de la sociedad, se avinieron a modificar sus políticas. En algunos casos, como los Estados Unidos o Brasil, las medidas restrictivas las tuvieron que adoptar las autoridades de administraciones federales, ante la inacción del gobierno central.
Mostrando su costado totalitario, los líderes chinos intentaron en un comienzo ocultar la noticia de la epidemia, poniendo en riesgo la salud de sus habitantes y la de millones de ciudadanos de otras latitudes. Incluso persiguieron a quienes denunciaban la verdad. Por eso, existen fuertes sospechas de que el gobierno chino falsea las estadísticas de contagios y muertes. Cuando la evidencia fue incontenible, sometieron a Wuhan, una ciudad de once millones de habitantes que fue el epicentro de la enfermedad, a una cuarentena draconiana que duró 76 días, del 23 de enero al 8 de abril. Luego permitieron el retorno a la normalidad.
Observando las noticias de las principales agencias del mundo, la iniciativa china era vista al principio como una clara demostración de políticas contrarias a las libertades y derechos que guían a sus dirigentes. Sin embargo, con el avance de la crisis, las cuarentenas estrictas se fueron imponiendo como una solución posible para evitar la propagación del Covid 19.
En nuestro país, con el consenso mayoritario de dirigentes y ciudadanos, se optó por llevar adelante una cuarentena estricta, que comenzó el 20 de marzo y seguirá en el área metropolitana de Buenos Aires hasta al 8 de junio. En ese momento, acumularemos 79 días de cuarentena, pasando a ser la más prolongada del mundo. Y no se descarta que el gobierno decida nuevas extensiones.
La explicación de los expertos para mantener esta prolongada cuarentena, que acatan el presidente Fernández, el jefe de Gobierno Rodríguez Larreta y el gobernador Kicillof, se concentra en una frase: "es necesario aplanar la curva". Esta expresión se traduce en evitar que el sistema de salud se vea desbordado por un veloz crecimiento de la curva de contagios y en reducir al mínimo posible los fallecidos por el virus. Por su masividad, la cuarentena resultó relativamente fácil de aplicar en las primeras semanas, pero con el correr del tiempo comenzaron a manifestarse dos problemas que se mencionaban pero no se estudiaban con la debida profundidad: una gravísima crisis económica y el hartazgo psicológico de la población debido a un encierro inédito por su duración.
Cuando se inició la cuarentena, en nuestros círculos de familiares y amigos se comentaba que el mayor riesgo era que se extendiera a los barrios más vulnerables. Sin embargo, durante dos meses no se tomaron medidas específicas para evitar el contagio en esos barrios
¿Qué están haciendo las naciones que aplicaron cuarentenas estrictas y masivas como la Argentina, incluso varias de ellas que lo hicieron tarde como España, Italia y Francia? Están comenzando progresivamente a liberar la mayor parte de su actividad diaria. ¿Por qué no lo empezamos hacer en el país, cuando los casos de contagios y fallecimientos han sido de los más bajos del mundo? La respuesta es la misma: no lo hacemos porqueel objetivo es aplanar la curva.
En este punto es, entonces, cuando los antiguos vicios de la política argentina comienzan a mostrar la hilacha. Fuimos capaces de seguir las mejores experiencias del mundo para entrar en la cuarentena, algo que se debe valorar muy especialmente porque la tradición de las últimas décadas ha sido ir en contra de lo que hacen los países normales y que progresan, pero ahora nos vemos impotentes para salir de ella, como lo están logrando en otras partes. ¿Por qué nos sucede esto? Creo que la respuesta se encuentra en la expresión "aplanar la curva". En el fondo, el manejo de la cuarentena repite la típica forma de atacar los problemas de los argentinos: patearlos para adelante por no atreverse a tomar medidas de fondo. La idea de aplanar la curva es eso: como no sabemos cómo salir de la crisis, postergamos la cuarentena. Del mismo modo, como el gobierno anterior no se atrevió a realizar reformas estructurales, intentó aplanar la curva, es decir, apelar al gradualismo esperando que los problemas se solucionaran por sí solos. Pero el caso es que no se solucionan. Y cada vez estamos peor. En la fase actual, con una cuarentena mal definida pasa lo mismo: disparamos con escopeta en vez de usar un rifle.
Cuando se inició la cuarentena, en nuestros círculos de familiares y amigos se comentaba que el mayor riesgo era que se extendiera a los barrios más vulnerables. Sin embargo, durante dos meses no se tomaron medidas específicas para evitar el contagio en esos barrios. Otro ejemplo. Desde el primer día se sabe que el transporte público en el área metropolitana es la clave para una vuelta a la normalidad, pero apenas se han tomado medidas restrictivas: aquí también se aplana la curva de los que pueden viajar, postergando para el futuro una solución que no existirá a menos que se estudien alternativas eficaces para transportar a los millones de personas que diariamente se movilizan en AMBA.
Lo mismo sucede con las subsidios siderales que se dan a los sectores en crisis: sobre la base de una emisión monetaria descomunal, cuyas consecuencias pagaremos más adelante, se prolonga el sencillo expediente de otorgar fondos en vez de diseñar desde el minuto cero un plan integral para que retornen al trabajo. Que este plan sea muy complejo y multidimensional no significa que no se lo deba encarar.
Como se suele decir: no hay mejor defensa que un buen ataque. Sin un plan que no sea meramente defensivo y que vaya al corazón de las necesidades de cada uno de los sectores económicos y sociales afectados duramente por la crisis, sin un plan razonable para el transporte público, sin un plan para que reabran las escuelas, sin un plan para hacer testeos masivos, la única receta que quedará es "aplanar la curva". Muchas veces se intentó en la Argentina aplanar la curva, postergar la toma de decisiones para remediar problemas que el mundo remedió hace mucho. Sabemos como suelen terminar estas recetas escapistas: la curva se derrumba y arrastra a quienes vanamente se aferran a ella.
Miembro del Club Político Argentino