¿Cuánto cuestan las campañas electorales?
En ningún lugar del mundo las cifras oficiales de gastos corresponden a la realidad
"Necesitábamos mucho dinero para que la gente pudiera ver todas las tardes a un negro en televisión y hacerse la idea de que Barack Obama podía ser presidente de los Estados Unidos". La frase es de Samuel Issacharoff, argentino radicado en Estados Unidos y asesor en financiamiento de campañas de Obama. El Partido Demócrata gastó 750 millones de dólares en la campaña de 2008, el doble que su competidor, en la primera elección en que un candidato a la presidencia de Estados Unidos rechazó el dinero público para no ser alcanzado por el tope de campaña, establecido luego del Watergate.
Saber cuánto cuesta una campaña es muy difícil. En ningún lugar del mundo las cifras oficiales de gastos de campaña corresponden a la realidad y hay pocas fórmulas para estimar la cifra en negro (como las hay para conocer cuánto se gasta en narcotráfico o en el mercado de las armas). Según la ley argentina, ser presidente en 2015 no puede costar más de $250 millones. Es el tope que puede gastar cada partido que aspire a la presidencia. Sin embargo, investigaciones periodísticas estiman que los principales candidatos prevén gastar hasta cuatro veces esa cifra: $1000 millones.
Las campañas se financian con una importante proporción de aportes públicos -el 40% de los cuales se destinan a imprimir boletas-. Los espacios de publicidad en radio y televisión constituyen además un aporte muy significativo. El resto son aportes privados. Según datos oficiales, $6 de cada $10 gastados en la campaña en 2013 fueron aportes privados. Los partidos declararon que consiguieron $89 millones para las campañas legislativas de los 24 distritos; la mitad fue para la campaña en la provincia de Buenos Aires. El sitio web La Ruta Electoral (www.larutaelectoral.com.ar), construido por Andy Tow y La Nación Data junto a Poder Ciudadano y Cippec, cruza los datos oficiales de la Cámara Nacional Electoral con otras bases de datos públicos y permite conocer el perfil de los aportantes. Tres tendencias surgen del análisis.
La política es endogámica
Como en varios países, los funcionarios hacen aportes de forma periódica al financiamiento de las actividades proselitistas. En el caso argentino, los datos oficiales muestran una gran proporción de aportantes privados que están ligados a la política, sean funcionarios ejecutivos o legisladores. Por ejemplo, todos los que colaboraron con el financiamiento del Frente para la Victoria en 2011 tenían alguna designación como funcionario o candidato. Lo mismo ocurrió con la Unión Cívica Radical en 2009. En 2013, en la provincia de Buenos Aires, la mitad de los aportes -aproximadamente $25 millones de pesos- provinieron de funcionarios nacionales o provinciales. Es decir, según los datos oficiales, el dinero que llega a las campañas de personas poco vinculadas al Estado es bajo. O son las menos propensas a declarar las donaciones a las campañas.
Solo efectivo
Según la ley electoral, las donaciones pueden realizarse por diversos medios, entre ellos el efectivo. Es razonable teniendo en cuenta el tamaño de la economía informal, pero no hay un tope para cuánto puede recibirse en efectivo. Hoy es casi la única forma en que los partidos reciben aportes. El 90% de las donaciones de 2013 fue en efectivo.
Los aportes vía Internet crecieron en varios países. La bancarización permite rastrear los orígenes de esos fondos. Y tienen un beneficio adicional para los partidos: pueden aprovecharlos para fidelizar simpatizantes (un objetivo más caro que un aporte de 50 pesos). Podemos lo hizo en España en 2014. El pionero fue Obama en 2008, cuando recaudó 500 millones de dólares por Internet. En la Argentina necesitamos que el marco normativo se adecúe para que este tipo de donaciones puedan efectivizarse.
¿Jogo comprado?
Según los registros oficiales, la elección brasilera de 2014 fue la más cara de la historia. Se gastaron 6 billones de reales, una suma equivalente al presupuesto del programa Bolsa Familia por seis años. Parte de esos fondos provinieron de grandes empresas y la discusión sobre el posible jogo comprado llevó a proponer un cambio que hizo la Argentina en 2009: prohibir los aportes de empresas durante las campañas electorales.
La Ruta Electoral muestra que este cambio normativo aún no disminuyó en la Argentina la proporción de aportes privados. También muestra que los aportes registrados son por montos bajos. Más del 90% de los aportes a las primarias de 2013 (que lograron recaudar más fondos que las elecciones generales) fueron menores a $20.000. En 14 provincias, el partido del oficialismo declaró no haber recibido aportes privados. Pese a algunos avances en la calidad de las auditorías posteriores, estamos muy lejos de un control que obligue a los partidos a sincerar los fondos que reciben y a las empresas a declarar sus aportes.
The New York Times se hizo eco hace unas semanas de un artículo académico muy controvertido que se preguntaba por qué los estadounidenses gastan tan poco en campañas. Aunque las cifras pueden parecer exorbitantes, los autores sostienen que no lo son tanto y eso se debe a que los grandes aportantes solo donan cuando la elección es muy competitiva o tienen mucho para perder con un cambio. De lo contrario, el lobby es mejor inversión.
En 2015, una elección presidencial muy pareja es un escenario probable para que haya grandes donaciones privadas a las campañas. Conocer quiénes las financian es más sensato que desconocer que para hacer política se necesita dinero