Cuando todo se derrumbó
Hace hoy 75 años, la Bolsa de Nueva York sufría la peor crisis que haya experimentado jamás. En parte debido a la fiebre especulativa, el desastre tendría consecuencias en el mundo entero, incluso en la Argentina
Todos parecían atrapados por la misma fiebre. Habría que comprar acciones hoy pues mañana estarían más caras. El aumento de las cotizaciones en la Bolsa de New York fue espectacular. El índice Dow Jones, que en 1928 había estado en 191, llegó a 300 en diciembre de 1928 y a 381 en el pico de septiembre de 1929: casi se había duplicado en menos de dos años. No había que pensarlo demasiado, con precios subiendo se podía vender haciendo una buena ganancia. El volumen negociado que en marzo de 1928 había alcanzado 4 millones de acciones llegó en marzo de 1929 a 8.2 millones.
¿Fue todo producto de una manía especulativa? ¿Fue sólo una burbuja? La Reserva Federal, en febrero de 1929, advertía de su peligro aunque el presidente Coolidge, al retirarse, sostenía que la economía norteamericana era sana y que las acciones eran baratas. A pesar de que la economía de los Estados Unidos pasó, en la segunda mitad de los veinte, por un boom impresionante, el alza de la Bolsa estuvo fuera de proporción (los beneficios de las empresas habían subido un cincuenta por ciento, ¡pero los precios de las acciones se duplicaron!)
En parte, la burbuja tuvo que ver con debilidades del sistema de crédito. Cuando en 1928 la Reserva Federal aumentó la tasa de interés se produjo una reversión del flujo de capitales que había salido al exterior cuando las tasas eran bajas. Parte fue a la Bolsa, otra a los Bancos , entre otras cosas , en colocaciones a corto plazo que estos a su vez prestaron a los comisionistas de Bolsa inclusive por una noche. Los comisionistas adelantaban una seña para la compra de acciones que al día siguiente vendían a un precio más alto.
El boom de la economía
Es cierto que la fiebre venía impulsada por la sensación de que el progreso no se frenaría nunca. Era ya mucha la gente que usaba automóviles, aparatos eléctricos y del hogar. Se habían construido múltiples carreteras y los que vivían en las ciudades habían empezado a desplazarse a los suburbios, lo que condujo a un gran boom de la edificación. Para acceder a esos bienes tuvieron grandes facilidades de crédito. Parecía que la Bolsa confirmaba el éxito de los Estados Unidos.
Pero no todo estaba tan bien. La Primera Guerra y la suspensión del patrón oro habían provocado desequilibrios que los gobiernos no pudieron superar. La expansión de los años siguientes al conflicto condujo a un aumento de la producción de alimentos que más adelante, con la recuperación europea, se tradujo en excedentes de oferta que el mercado no corrigió debido a las políticas proteccionistas. Ello provocó la acumulación de stocks y una tendencia a la baja de los precios que afectaron a los países productores primarios pero también a la agricultura de los Estados Unidos. Mientras el rubro de la construcción y la producción de automotores y electrodomésticos se expandían, la agricultura norteamericana comenzaba, desde 1925, una lenta declinación, que fue demorada por la protección y los créditos fáciles de los bancos que sufrirían más tarde su impacto debido a que los agricultores no podían pagar sus préstamos. Los productores de commodities se encontraron también con que sus exportaciones podían comprar menos bienes importados desde los Estados Unidos pero pudieron seguir haciéndolo gracias a los préstamos que ellos mismos les daban, lo que sólo podía sostenerse mientras la corriente de créditos continuara y con un creciente endeudamiento.
Con la estabilización y la vuelta a la convertibilidad en 1924 en Alemania, en 1925 en Gran Bretaña y en 1926 en Francia, hubo fuertes movimientos de capitales y los Bancos Centrales debieron usar las tasas de interés para preservar sus reservas, con lo que produjeron una astringencia monetaria y contribuyeron a la depresión. Las paridades muy desalineadas habían dejado a los Estados Unidos y a Francia con reservas crecientes, y a Gran Bretaña, que había vuelto con la libra sobreevaluada, luchando para evitar la salida de oro, para lo cual debía aumentar la tasa de descuento acentuando la recesión. La situación se complicó con los problemas de las reparaciones alemanas , que se pagaron en parte también con préstamos de los Estados Unidos. En 1928, los Estados Unidos subieron la tasa y la corriente de capitales se revirtió, lo que afectó a los países endeudados y a su comercio con los Estados Unidos.
En septiembre se produjo el pico en la suba del mercado de valores que comenzó a declinar la semana del 14 de octubre y se convirtió en pánico el martes negro 24. Mientras los banqueros trataban de organizar un sindicato para parar la caída comprando acciones, el pánico se repitió el jueves negro del 29 de octubre. El Dow Jones, que el 3 de septiembre había alcanzado 381, en noviembre bajó a 198. En pocos días, las acciones habían perdido la mitad de su valor. Los préstamos a los comisionistas habían sido cortados dos semanas antes, tras el aumento en agosto de la tasa de redescuento de la Reserva Federal y después de que el Banco de Inglaterra subiera la suya. Esa brusca reducción de los préstamos fue el disparador que aceleró el colapso.
Efectos del crac
La caída de los valores en la Bolsa tuvo distintos efectos. Cuando a los comisionistas y a otros deudores no se les renovaron los préstamos, debieron vender acciones; cuando todos quisieron hacerlo al mismo tiempo provocaron el derrumbe de sus precios. Cuando eso no fue suficiente para pagar sus deudas, debieron vender otros activos, entre ellos propiedades cuyos valores también se desplomaron.
La pérdida de riqueza afectó a la demanda por productos locales y por importaciones y, en consecuencia, a sus precios. Esto se extendió a los precios agrícolas en los Estados Unidos, algo que una ley proteccionista quiso evitar aunque al final no hizo más que empeorarlo. La baja de los precios se tradujo en la baja de los activos de los agricultores y afectó a los de los bancos con los que aquellos estaban sobreendeudados. La caída de la demanda se acentuó por la falta de crédito.
Sin embargo, aunque pudo haber sido su disparador, no fue el crac de la Bolsa la causa única de la larga depresión que siguió y que en realidad había empezado antes. Vinieron después tres crisis bancarias en los Estados Unidos, comenzando con la de diciembre de 1930, que de algún modo estuvo vinculada al derrumbe del valor de los bienes dados en garantía ( propiedades y acciones ), pero que según Friedman se debió a las erradas políticas monetarias de la Reserva Federal. En Europa la crisis comenzó con la quiebra del Credit Anstald, en Viena, en 1931, que se extendió a Alemania, Europa Central y luego a Inglaterra. Los países exportadores agrícolas sufrieron el derrumbe de sus precios al tiempo que estaban fuertemente endeudados. Esto fue notable en la Argentina y en Australia, que en 1929 abandonaron el patrón oro. Gran Bretaña lo hizo en 1931 y los Estados Unidos en 1933, mientras que la salida fue mucho más difícil y agónica para Alemania y Francia.
Comenzó entonces un período de devaluaciones competitivas y guerras comerciales, que continuó y acentuó la depresión hasta que se llegó a la Segunda Guerra Mundial. Los años de la segunda posguerra fueron muy diferentes a los de la Primera. Conscientes de los problemas que habían provocado las políticas aislacionistas y reguladoras, los países occidentales comenzaron un proceso de supresión de controles, creciente desregulación y liberación de los mercados, lo que dio como resultado una expansión notable del comercio y la economía mundial.
Argentina, en los años 30, reaccionó con los mismos mecanismos defensivos que los países más industrializados y tuvo bastante éxito. Sin embargo, después del conflicto, a diferencia de lo que hicieron los que habían pasado la guerra, continuó con controles, regulaciones y medidas fuertemente proteccionistas que la mantuvieron cerrada y que, acompañadas con un financiamiento inflacionario de las políticas, terminaron conduciéndola a una larga declinación.