Cuando Nápoles y sus mil colores salen al mundo
Crecí pensando que el amor y la nostalgia se decían en italiano. Estaba convencida de que el romance y la tristeza por lo que había quedado atrás llevaban el signo de esa lengua que durante mi infancia hablaban mis vecinos de San Justo, las monjas del hospital donde trabajaba mi padre como médico y, sobre todo, los cantantes melódicos del momento, algunos de ellos eficientes productos comerciales, pero otros, artistas tremendos como Mina. Algo de esa idea debe haber quedado latente en mis emociones porque cuando en los noventa un amigo me hizo escuchar la música de Pino Daniele, su voz y su modo de cantar fueron un flechazo al corazón y ahí siguen, aunque Pino ya no está y la fantasía de poder verlo alguna vez cantar en vivo nunca se concretará, si bien un modesto consuelo es saber que sí están las grabaciones de sus conciertos, que, cada tanto, me acompañan tardes enteras. Esa música infinita, cruce de jazz, blues y canzonetta napolitana estuvo muy presente en estos días, mientras leía La amiga estupenda, el primer tomo de la saga que consagró a Elena Ferrante, autora italiana que es a la vez un éxito internacional y uno de los grandes misterios de la literatura contemporánea. Como Pino Daniele ("Nápoles es mil colores/ Nápoles es mil miedos/ Nápoles es la voz de los niños/ que se levanta despacio/ y tú sabes que no estás solo"), Ferrante consigue llevar Nápoles al mundo.
La novela de la enigmática autora -de quien nada se conoce salvo los textos que escribe- retrata el escarpado camino de una amistad entre dos chicas, Lila y Lenú, a fines de los 50, en un barrio pobre del sur de Italia. El texto reproduce el espíritu de ese escenario en el que la mafia dominaba ya las voluntades y las divisiones entre las personas eran determinadas por el dinero y la lectura. La diferencia podía ser cuestión de clase (los ricos versus los pobres), pero también se levantaba una barrera infranqueable entre la ignorancia casi general y el conocimiento, que enarbolaban los pocos elegidos que habían tenido el talento y la fortuna de ir a la escuela en niveles avanzados. En La amiga estupenda, esa condición se manifiesta en el manejo de la lengua, que oscila entre el dialecto familiar, rústico y callejero y el italiano, la lengua madre y formal.
Lila y Lenú crecen en un barrio miserable, donde hay patrones y súbditos y donde el consumo y la frivolidad sólo están reservados para unos pocos. Es una Italia prefeminista, en la que algunas mujeres comienzan a desconfiar de su destino de sometimiento y se rebelan como pueden, pocas veces con éxito. Una época de clases sociales encorsetadas, placeres prohibidos y matrimonios por obligación o conveniencia. Lenú es la narradora, una alumna aplicada y obediente a los mandatos de la época. Estudiar es su vía de promoción social. Lila, en cambio, queda fuera de la escolaridad temprano, pese a su inteligencia deslumbrante, a la que sumará una belleza extraordinaria. Lila es un huracán de ideas y voluntad a la que nadie ni nada consiguen frenar, ni siquiera los golpes que recibe en casa, aun cuando algunos de esos golpes la hagan salir volando, literalmente, por una ventana. El resentimiento es su motor para escalar en la vida. Cada tanto sufre lo que llama "desbordamientos", desequilibrios mentales y emocionales por los que se desdibujan las formas de las personas y los objetos. Ni ella sabe bien quién es.
Lila propone un día ir al mar, una salida al mundo. "Caminamos largo rato entre muros derrumbados invadidos por las malas hierbas, edificios bajos de los que salían voces en dialecto, a veces un estrépito. Vimos a una mujer joven asomada a un balconcito, que se peinaba con el peine fino para piojos. Vimos a muchos niños llenos de mocos que dejaron de jugar y nos miraron amenazantes. También vimos a un hombre gordo en camiseta que salió de una casa derruida, se abrió la bragueta y nos enseñó el pene. Pero no nos asustamos de nada. (...) Durante al menos tres horas de viaje la avenida que recorríamos no nos pareció diferente del segmento al que nos asomábamos a diario." Cuando la familiaridad termina, cambian de planes. No llegarán al mar. "Pensé en el barrio como en un torbellino del que era ilusorio tratar de salir", escribirá en otro momento Lenú.
Las amigas se buscan, se odian, se aman, se envidian. Quieren siempre lo que tiene la otra, a la que necesitan cerca para sentirse enteras: difícil para una mujer no identificarse con aquellas angustias tempranas. Buscando videos de Pino Daniele encuentro uno de "Terra Mia", uno de sus clásicos, en el que su música acompaña imágenes que parecen grabaciones familiares del Nápoles del tiempo de Lenú y Lila. El corazón me estalla: a veces los tesoros están ahí, sólo hay que salir a buscarlos.
Twitter:@hindelita