Cuando las mujeres conquistaron las calles
El arduo trabajo de Leticia Maronese para lograr que la nomenclatura de Puerto Madero tenga nombres femeninos
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La calle sigue siendo cosa de hombres. En la Ciudad de Buenos Aires apenas el 3 por ciento de los caminos, que incluye calles, avenidas y senderos, tiene nombre de mujer, según un estudio realizado por Lucía Cavalo, socióloga que estudia la subrepresentación de las mujeres en el espacio urbano. Los varones se quedan con el 61%; los lugares 16%; la naturaleza 5% y un 4% de otros.
Por una ordenanza de 1893, las primeras mujeres en darle su nombre a una calle fueron heroínas de la independencia hispanoamericana: Juana Azurduy de Padilla, Manuela Pedraza y Policarpa Salvatierra. Y también la disposición incluyó a Isabel La Católica, por su ayuda en los viajes de Cristóbal Colón. Desde el comienzo del siglo XX hasta 1995 se incluyeron en forma espaciada 24 nuevos nombres femeninos.
Hasta que ese año las cosas empezaron lentamente a cambiar de la mano de Leticia Maronese, que fue directora general de la Comisión de Cultura y coordinadora de la Comisión de Nomenclatura Urbana del Concejo Deliberante porteño, que logró que las calles del incipiente barrio de Puerto Madero tengan nombre de mujer.
“Recuerdo que nos llegó una carta de Bernardo Neustadt que era uno de los primeros que había instalado oficinas en Puerto Madero, en la zona más norte, reclamando que necesitaba una dirección. Había muy pocas construcciones y todavía la corporación no había cedido las calles a la ciudad, era todo muy incipiente”, cuenta Maronese, que trabajó en el Concejo Deliberante desde 1983 hasta 2011, cuando se jubiló, (aunque en ese momento ya era la Legislatura) y fue responsable de cambiar nombres de calles de genocidas y golpistas, con la llegada de la democracia.
Como los nombres de las calles empezaban del otro lado de Puerto Madero, en la Av. Eduardo Madero, no podían continuar, porque la numeración hubiera sido negativa. Había que buscar nombres nuevos.
“Una mañana estábamos tomando mate con mi pareja, yo siempre con la guía Filcar en la mano, y nos dimos cuenta que había muy pocos nombres de calles en la ciudad con nombre de mujer, así que se me ocurrió que era una buena oportunidad para reivindicar a mujeres olvidadas de la historia con las calles de Puerto Madero”.
Las elegidas
Así comenzó un arduo trabajo. Primero, consiguió los planos, porque la mayoría de las calles todavía no estaban abiertas en el barrio. Pero lo más difícil llegó después: convencer a los concejales sobre quiénes debían estar.
“Me costó bastante, porque tenía que lograr el consenso de todos los bloques, pero tuve mucha ayuda, por ejemplo de Juliana Marino, entre otros concejales. La idea era que haya representantes de diferentes ámbitos y distintas ideologías, pero muchos solo querían que fueran artistas.”
Como siempre le gustó la historia, Leticia conocía las vidas y obras de muchas mujeres desconocidas para la mayoría, a las que pretendía rescatar. Así postuló, entre otras, a Carola Lorenzini
Como siempre le gustó la historia, Leticia conocía las vidas y obras de muchas mujeres desconocidas para la mayoría, a las que pretendía rescatar. Así postuló, entre otras, a Carola Lorenzini, la primera mujer en obtener el título de instructor de vuelo en América del Sur y convocó a diferentes aviadoras para convencer a los legisladores. Los mismo sucedió con Cecilia Grierson, que fue la primera médica de nacionalidad argentina. O con Elvira Rawson de Dellepiane, una médica, fundadora del partido radical, participante de la Revolución del Parque.
El mejor espacio lo buscó para Alicia Moreau de Justo, que aunque no habían pasado 10 años de su fallecimiento (como requiere la reglamentación para asignar nombre a las calles) se aprobó.
Finalmente, con la ordenanza N° 49.668 dictada en 1995, las calles de Puerto Madero tuvieron formalmente nombre de mujer.
Luego en una segunda etapa, cuando el barrio creció, tuvo que buscar más mujeres que den nombre a calles y plazas, pero le resultó más sencillo porque el camino ya estaba iniciado. No había posibilidad de dar marcha atrás.
“Que un barrio tenga solo calles con nombre de mujer tuvo una repercusión increíble, mucha visibilidad y generó un movimiento muy grande. Nos empezaron a llegar muchos pedidos de escuelas que se abrían para ponerle nombres de mujer, por ejemplo, de muchas docentes históricas. A muchos le teníamos que decir que no, porque se repetían”, recuerda.
Las historias de algunas de las mujeres que les dan nombre a las calles porteñas se pueden rastrear en el libro Callejeras, historias de mujeres para colorear, de reciente edición, una versión para chicos, muy didáctica, que incluye un gran mapa de la ciudad para pintar. Fue realizado por el grupo Femitur, que realiza tours porteños que rescata las historias de las todavía pocas mujeres que le dan nombre al espacio urbano.