Cuando la impunidad se cae a cachos
"Si la violación es inevitable, relajate y gozá". En el estreno del programa Involucrados por América, la frase de Cacho Castaña cortó la respiración a más de uno. Pero en el piso (salvo por el panelista Guido Zaffora) todo fue carcajada. Era "un chiste". Y, más aún, "era Cacho". Un Cacho auténtico. "Cacho hace esos chistes", se solidarizó luego Mirtha Legrand. Mónica Gonzaga, expareja del cantante, también salió en su defensa. "Le sacaron la frase de contexto", dijo. Chiste y contexto tenían la culpa; el cantante de "Si te agarro con otro te mato, te doy una paliza y después me escapo" claramente no.
Primer asombro: ninguno de los conductores en el piso reaccionó. Nadie lo detuvo, nadie nada. "Cachito, te van a sacar de contexto", apenas amagó a acotar Mariano Iudica. Pía Shaw, la coconductora, ni eso: se quedó en silencio, acantonada en sus tacos de vértigo.
Fueron, una vez más, las redes sociales las que se encargaron de poner las cosas en su lugar. De decir lo que nadie se animó a decir al aire. Que una violación es cualquier cosa menos un "chiste". Que no hay nada de gracioso en un delito penado con hasta veinte años de prisión. Que el 97 por ciento de las víctimas son las mismas mujeres a las que Cacho dice cantarles, pero también nenas y adolescentes. Según datos del Ministerio Público Fiscal, más de la mitad de las violaciones (56 por ciento) denunciadas se cometieron sobre menores de edad.
"Fue un chiste de un tipo viejo", suavizó también Lino Patalano. Como si la condición de septuagenario o la portación de bisoñé hiciera la cosa menos grave. Menos criminal. Porque una frase como esa solo puede anidar en la cabeza del agresor, jamás en la del agredido. Quien haya trabajado con víctimas de agresores sexuales lo sabe: no hay de parte del violador deseo de hacer gozar. Hay sí voluntad de destruir, de hacer bramar. La violación no es una cuestión de sexo sino de poder. Poder avanzar sobre el otro y hacerle lo que se nos antoje. Matarlo, incluso. Según datos de la Defensoría, de hecho, en 2017 quince violaciones terminaron así. En asesinato.
"Lo único que quiero explicar es que dije un refrán viejo que en mi época era muy divertido", corrió a disculparse públicamente Castaña cuando sus "divertidas" palabras ya habían quemado todo. El repudio cruzó las fronteras. Se habló del episodio en Chile, en México y hasta La Vanguardia, el periódico español, habló de sus "repugnantes declaraciones". Nadie, en ninguno de esos lugares, usó su edad como atenuante. Si el tiempo no trae sabiduría, que al menos tampoco traiga impunidad. Fue recién entonces cuando Mariano Iudica -silente hasta ese momento como un moái- se desperezó tras el cachetazo de la reacción social. Dijo entonces que la expresión lo sorprendió al aire, en medio de un programa en vivo. Que no tuvo reacción. "¿Qué iba a hacer? ¿Educarlo?", se preguntó el conductor, en una suerte de mea culpa en cámara. Pero ¿por qué no? ¿Por qué no haber aprovechado justamente ese momento (en canal de aire, en uno de los horarios cuando el mensaje podría haber llegado a muchas personas) para explicarle a Cacho que la violación es un delito? ¿Que no hay relax ni goce posibles con un arma en la cabeza?
No, tal vez no habría estado tan mal hablar de esto al aire. Contarle de cómo a Lucía Pérez, de dieciséis años, la violaron, la empalaron y murió desangrada. Seguramente Lucía no pudo "relajarse" ni "gozar" ante lo inevitable. La habían drogado antes. Murió sin poder defenderse.
O tal vez podría haberle contado de Micaela García, la chica entrerriana atacada, secuestrada, violada por turnos y finalmente asesinada en 2016. O de Melina Romero, drogada y violada en banda, desaparecida la noche de su cumpleaños número 17 y arrojada a un riacho, adentro de una bolsa negra de consorcio. Como la basura.
O si no de Anahí Benítez, secuestrada, retenida, violada, muerta y descartada en el bosque de Santa Catalina. O de Milagros, o de Paulina, o de todas las que hacen falta para llegar donde estamos: 1242 denuncias de violación en 2016. Treinta denuncias diarias de ataques sexuales en 2017. Y una cifra negra de violaciones que -dicen los expertos- no llegan a jamás a la Justicia.
Porque Cacho, en definitiva, es lo de menos. Cacho es nada. Es nadie. Mañana será otro el que se alce como portavoz de la violencia sexista. Otro quien le venga a poner una sonrisa a lo atroz. Lo importante es que ahí estemos todos diciendo basta. Alzando la voz a tiempo. Repitiendo fuerte y claro que la violación es un delito, no un chiste. Micaela, Milagros, Paulina y todas las demás no merecen menos que esto: que la impunidad se caiga a cachos.