Reseña: Los bordes de la ficción, de Jacques Rancière
Cuando la filosofía mira a la literatura
Desde hace ya décadas el filósofo francés Jacques Rancière (Argel, 1940) viene logrando mucho más que discutir el vínculo entre arte y política. Lo que hace, más bien, es reinventarlo. Discípulo díscolo de Louis Althusser, encaró trabajos sobre la clase obrera, el cine, la estética y la pedagogía donde boicoteó siempre las lecturas simplistas y tranquilizadoras. Con Los bordes de la ficción llega el momento de que Rancière se dedique a analizar el modo en que la Revolución Francesa transformó de modo radical la literatura. Lo hace bajo una lógica que disuelve la mera relación entre causa y efecto.
El volumen continúa de alguna manera las tesis centrales de El hilo perdido (2014), libro en que explora las metamorfosis de la ficción. Es también una suerte de contrapunto de En los bordes de lo político (1990), donde Rancière revisó conceptos clave como "igualdad", "comunidad" y "democracia".
Capaz de sumar múltiples ideas en cada página del libro, Rancière recorre en Los bordes de la ficción trabajos de Balzac, Joseph Conrad, W. G. Sebald, William Faulkner, Jorge Luis Borges, Gustave Flaubert o Virginia Woolf para demostrar que fue a partir de los tiempos revolucionarios que se generó la ruptura de la poética de la ficción moderna, una poética que cuestiona los límites entre la ficción y lo real, creando en el camino afectos nuevos, inventando géneros, sacando a la luz la mirada desesperanzada de los pobres, mirando por primera vez la calle. Hay un saber de la ficción, sí, sostiene Rancière, pero también una ficción de la que la reflexión filosófica debe aprender.
Los bordes de la ficción
Por Jacques Rancière
Edhasa. Trad.: Mónica Herrero. 162 págs./ $ 450