Cuando irrumpió la corrupción K
Néstor Kirchner accedió a la presidencia el 25 de mayo de 2003. Escuálidos sus votos, el inefable Carlos Menem había ganado la votación el 27 de abril (24,45% contra 22,25%). El riojano intuyó -en tiempos en que el grito era "que se vayan todos"- que en la segunda vuelta todo el antimenemismo se iba a volcar por Néstor y por tanto se retiró de la contienda electoral. Néstor ganaba por abandono y del nuevo poco se sabía.
Kirchner empezó a dictar decretos para facilitar la fundamentación e impugnación de los nombres propuestos para integrar las vacantes de la Corte Suprema. El candidato Zaffaroni no tenía al día los impuestos de departamentos que -luego se supo- se destinaban a quehaceres non sanctos. Debió regularizar sus deudas impositivas. El designado secretario de Seguridad de la Nación -Norberto Quantin- se proponía de veras investigar dineros de Menem en Suiza. Me consta la transparencia de Quantin. Eran tiempos -2003- en que Néstor dictaba el decreto habilitando el derecho a la información. Lo poco que se sabía de ciertas trapisondas de Néstor como gobernador de Santa Cruz quedaba en sordina frente a ciertos primeros pasos que tuvieron -vistos a la distancia- la indudable búsqueda de apoyo popular para quebrar el disloque argentino desde la renuncia de De la Rúa. De manera tal que cuando se convocó a concurso para la ampliación de dos gasoductos (2005) llamó la atención que quedara al descubierto lo que parecía ser el primer acto de corrupción de la era K: evasión fiscal, pago de sobornos, personas detenidas, la empresa sueca Skanska en el medio de la tormenta.
Pareció un hecho aislado de la gestión Kirchner, sobre todo por un decreto (año 2007) por el cual el presidente de la Nación disponía la cesantía de funcionarios del directorio de Enargas y del gerente general de Nación Fideicomisos SA. Fulvio Madaro y Néstor Alberto Ulloa perdían sus cargos. ¿Fue ese el primer momento de la corrupción del kirchnerismo? El decreto firmado también por Alberto Fernández y por Julio De Vido parecía indicar una conducta singular, irrepetible. El 16 de mayo de 2007, Néstor predicaba "que nos hemos abocado con ahínco a producir ese cambio (cultural y moral) para reconciliar a la política, a las instituciones, con la sociedad. Entendemos que la calidad institucional supone el pleno apego a las normas, sin permitir la subsistencia de ámbitos de impunidad, en una Argentina que por momentos ha aparecido ante el mundo como un lugar donde la violación de las leyes no tiene castigo legal ni social". No mucho después iban a aparecer los enriquecimientos ilícitos, los bolsos revoleados, la ruta del dinero, los cuadernos como una suerte de puntillosa cronología del desfalco. Y otros etcéteras como para que la Argentina engalane estadísticas por corrupción.
Parecía que todo iba a quedar cerrado en el caso de la firma sueca, pero fue el fiscal Carlos Stornelli quien atacó su clausura invocando la teoría de la sentencia nula. Por lo demás, escuchas judiciales permitieron saber que directivos de Skanska -que se fue del país- admitieron las coimas entregadas a funcionarios de la era K, descubriéndose una importante usina de facturas truchas de la que se servía la empresa para justificar los sobornos en su contabilidad. Pronto, parece, habrá juicio oral y público. Desfilarán De Vido, José López y Daniel Cameron, por administración fraudulenta. Desde 2005 ya tenemos 14 años cumplidos. ¿Cuánto falta para enjuiciar cabalmente el primer acto de corrupción del elenco K? ¿O será como el caso Menem (contrabando de armas), en el que por la demora de los jueces este sigue como senador? El firmante del decreto, Alberto Fernández, ¿recordará su firma en 2007 y sostendrá que los K luego lo traicionaron?
Presidente honorario de la Asociación Civil Anticorrupción