¿Cuáles son las 3 consultas más frecuentes a la hora de emigrar?
A diferencia de lo que la gente tiende a creer, los emigrantes no son personas que se quedaron sin nada, o “no les queda otra”. Son personas profesionales y exitosas que buscan nuevos rumbos y aumentar su calidad de vida.
Los freelancers o trabajadores remotos trabajan en cualquier lugar del mundo que tenga una conexión a internet, con lo cual las barreras para irse son mínimas. En el caso de comerciantes o profesionales localizados, suelen resistir más la idea, pero muchos empiezan a encontrar soluciones a medida que se asesoran.
Un comerciante argentino, por ejemplo, bien podría llegar a conseguir una Golden Visa (un permiso de residencia) en Europa, replicando la pyme de la que es dueño en territorio europeo.
Es clave comprender que cada persona puede tener distintas circunstancias que hacen que distintas jurisdicciones sean ideales y otras desfavorables. Es fundamental conocer la oferta total antes de decidirse por las opciones más populares.
Sin dudas el cliente argentino tiende a consultar por lo que conoce: España, Italia, Canadá. Sin embargo, debido a la situación del trabajador remoto que no necesita competir en ningún mercado laboral local en el caso de emigrar, puede encontrarse con países que le ofrecen un trato muchísimo mejor. Puede ser el caso de Uruguay, Paraguay, República Checa, Bulgaria o Georgia.
Si bien residentes argentinos pueden perfectamente poseer bienes y estructuras corporativas en el exterior, primará sobre ellos la regulación de la jurisdicción en la viven, sin importar los beneficios que pueda obtener en el exterior respecto de sus activos. Así es que una consulta habitual es: “¿cómo adquiero una nueva residencia fiscal?”.
La pregunta está mal encarada desde un principio. La residencia fiscal no es una ficha intercambiable que pueda ofrecer algún tipo de escudo frente a los fiscos ante los cuales por ley tenemos obligaciones. En otras palabras, la adquisición de nuevas residencias fiscales por sí mismas tienen efectos nulos respecto de las obligaciones que un residente puede tener para con el fisco de la jurisdicción en la que actualmente reside.
La pregunta bien hecha, en todo caso debería ser: ¿cuáles son los causales de baja fiscal en mi jurisdicción, y qué otra jurisdicción me brinda los beneficios fiscales que busco?
Las residencias fiscales bien pueden ser acumulables. Antes de adquirir nuevas, el interesado debe evaluar si la baja fiscal es o no viable en donde reside actualmente. En caso de serlo, deberán mantenerse las circunstancias causales de tal baja en los años subsiguientes, ya que la residencia fiscal es un instituto que se evalúa de acuerdo a cada año calendario.
De una u otra forma, la única forma de cambiar de residencia fiscal es emigrando, no hay “trampitas” posibles. De hecho incluso haciéndolo, existen muchísimos residentes que no podrán efectuar la baja en tanto y en cuando no modifiquen cuestiones existentes respecto de su centro de intereses vitales y económicos.
La segunda consulta más habitual concierne a los pasaportes europeos, y varía según el interesado sea o no poseedor de uno. Para quienes lo tengan, la consulta suele ser: “¿a qué país de Europa me conviene emigrar”?, y para quienes no lo poseen, “¿qué debo hacer para adquirir un pasaporte europeo y poder así emigrar a Europa?”
Mucha tela para cortar. Arranquemos por los primeros. El hecho de poseer un pasaporte europeo no significa que uno deba emigrar a Europa. No existe tal cosa como “una picardía” o “una lástima” por el hecho de tenerlo y no utilizarlo. Uno debe relocalizarse a las jurisdicciones más convenientes de acuerdo a la multiplicidad de variables que hacen a sus circunstancias, y no a donde a uno “le resulte más fácil”.
En el caso de los segundos, la realidad es que no es necesario un pasaporte europeo para emigrar a Europa. Sin dudas facilita el trámite, pero cada jurisdicción cuenta con una multiplicidad de visas y permisos de residencia al cual el interesado podría aplicar. En muchísimos casos, existen de hecho Golden Visas, las cuales permiten adquirir residencias europeas a cambio de una inversión inmobiliaria o empresarial. De esta forma, una familia bien puede emigrar a Europa vendiendo su hogar y adquiriendo otro, o relocalizando una pyme.
En Europa y el llamado “primer mundo” se trata la tercera consulta: “¿qué país del primer mundo es para mí?”
A los fines migratorios, los especialistas no hacemos ese tipo de distinción. No existen jurisdicciones perfectas para todos en las cuales la vida sea un cuento de hadas. Quienes crean que es así, las tienen absolutamente idealizadas. Así sucede en general con el emigrante argentino, quien tiene una sublimación desmedida por lo que considera jurisdicciones de elite. De hecho, circula un dicho al respecto que dice “Emigrar dentro de América Latina es como cambiar de habituación dentro del Titanic”. No puede estar más lejos de la realidad, y en general se difunde por parte de personas que a nuestro juicio, no viajaron lo suficiente. De cualquier forma, las estadísticas respecto de dónde “se vive mejor” son absolutamente inútiles sin tener en cuenta la situación particular de cada emigrante. Es perfectamente posible que de acuerdo a su patrimonio, sus circunstancias, su familia, y un sinfín de variables, encuentre fuera del “primer mundo” una jurisdicción que se adapte mucho mejor a sus objetivos.
A modo de conclusión, emigrar es un proceso personal que debe analizarse en base a las conveniencias y circunstancias únicas de cada persona. Se puede perfectamente emigrar hacia un destino que “en los papeles” parece mejor, y terminar en una situación patrimonial/fiscal, o de calidad de vida general menos ventajosa.
Abogado, especialista en derecho interjurisdiccional, director de B&P Consulting