Cuál será el límite de Nicolás Maduro y del pueblo venezolano
La situación de Venezuela llena las páginas de todos los diarios del mundo. Hasta los medios más condescendientes tildan de "régimen" y no de "gobierno" a Nicolás Maduro y su gabinete. Ya los cancilleres del Mercosur tomaron la decisión que nadie quería tomar para no aislar al pueblo de Venezuela y dejarlo indefenso: iniciar el proceso de aplicarle al país la Carta Democrática. Los más acérrimos defensores del dictador comienzan a expresar tímidamente su “preocupación por la situación Venezolana”, como lo mencionaron los referentes uruguayos, brasileños y argentinos del denominado “Bloque Progresista” del Parlasur.
Ya imaginamos que el papa Francisco se habrá dado cuenta de que su buena intención de proponer el diálogo fue utilizada por Maduro para ganar tiempo y evitar un referendo que hubiera terminado con su mandato, dando paso a un nuevo presidente electo. Ahora, un referendo negativo pondría en el poder a su vicepresidente que, como el mismo Maduro al asumir en lugar de Hugo Chávez , solo lograría perder peso político y aferrarse de manera dictatorial a un poder que se le esfuma de las manos, como se le esfuma el dinero a su gente, en un proceso inflacionario sin precedentes en el mundo. Además, de un desabastecimiento en materia de alimentos, insumos médicos y productos de primera necesidad que sufre una población inmersa en un 80 por ciento de pobreza.
Maduro ha venido dando muestras de ser una dictadura desde hace mucho tiempo. Primero, lo hizo encarcelando a líderes de la oposición; después, bloqueando medios e información hacia y desde el exterior. También fue por los parlamentarios opositores, rodeando al recinto para impedirles entrar, quitando sus viáticos primero, después sus sueldos y por último sus pasaportes para evitar sus denuncias en foros internacionales como el Parlamento del Mercosur y la OEA. Solo le falta negarles sus fueros y encarcelarlos a todos por traición a la Patria por denunciar la situación venezolana ante organismos internacionales.
Paralelamente, repudió a cualquier líder extranjero que quisiera marcar su solidaridad con el pueblo venezolano tratándolos de “personeros del Imperialismo” y sosteniendo una teoría absurda de un intervencionismo que ni el mismísimo Donald Trump quiere hacer, ya que el único perjudicado sería el propio pueblo de Venezuela.
Más tarde, le ordenó a una corte adicta a eliminar la Asamblea Nacional y después a no tomar sus atribuciones, negándole la posibilidad de ejercer el pleno derecho que la población le otorgó con su voto.
Renombrados analistas internacionales sostienen que el proceso bolivariano está agotado, pero nadie se anima a predecir cuándo y de qué manera caerá. Nadie se aventura a imaginar con cuántos muertos, con cuántos detenidos o con cuántos indigentes terminará este proceso. Pero todos sabemos que se termina. Solo es cuestión de tiempo.
Por otro lado, está la gente de Venezuela que solo hace un año y cuatro meses se expidió contundentemente en las elecciones legislativas, pero nada pudo cambiar. También se expresó masivamente en las calles pidiendo el referendo revocatorio y la libertad de sus presos políticos y tampoco vio cambios o, si los hubo, fue de endurecimiento del gobierno que amenazó (y cumplió) con gobernar con el Ejército, único sector gubernamental que no ha perdido ninguna facultad y ningún privilegio.
Siempre se dijo que Venezuela es un pueblo manso y temeroso, sin expresiones violentas y quizá tengan razón: por mucho menos en cualquier otro lugar del mundo la violencia hubiera florecido. Pero esa mansedumbre está llegando a sus límites y, lamentablemente, no es difícil predecir un nuevo “Caracazo” que rememore aquella violencia desde el poder que obtuvo su respuesta desde abajo y causó muchas muertes. Hoy Venezuela está en peores condiciones que aquellas previas a tal evento histórico que sembró las bases para la llegada al poder de Hugo Chávez Frías, años más tarde.
Ya a casi nadie le quedan dudas de hasta dónde es capaz de llegar Maduro para mantenerse en el Poder. Nada se parece más a un fascista que un populista sin votos.
La pregunta no es hasta cuándo Maduro sino hasta dónde es capaz de llegar el pueblo de Venezuela si pierde definitivamente su histórica mansedumbre.