Cronopatía: cómo evitar este síndrome asociado con la gente perfeccionista y exigente
En una sociedad de alta exigencia, estímulos digitales continuos y agendas recargadas, este tipo de síndrome afecta a cada vez más personas; el desafío es, simplemente, parar
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Hija y nieta de médicos psiquiatras (su padre es Enrique Rojas, autor del muy leído El hombre light), ella es Marian Rojas Estapé y también eligió el camino de la psiquiatría y la escritura. A los 39 años, trabaja en el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas y es autora de dos libros que en España han sido best sellers: Cómo hacer que te pasen cosas buenas (2019, Espasa) y Encuentra a tu persona vitamina (2021, Espasa).
Casada, madre de tres hijos, conferencista frente a grandes audiencias, tiene un estilo llano y seductor que logra, a través de conceptos de la neuropsiquiatría, llegar a las profundidades y sobre todo a las contradicciones de la condición humana. Ella impuso el término “cronopatía” para designar a las personas que no pueden –o no saben– descansar.
Marian Rojas Estapé impuso el término “cronopatía” para designar a las personas que no pueden –o no saben– descansar
“Yo no diría que la cronopatía es una enfermedad. Es una forma de enfrentarse o de vivir la vida –explica en una entrevista exclusiva con LA NACION–. Pathos, enfermedad, sufrimiento, y cronos, tiempo. Los cronopáticos son las personas que tienen un trastorno del aprovechamiento del tiempo. Le suele pasar a la gente hiperexigente, obsesiva, controladora. Gente que se exige mucho, perfeccionista. Y el perfeccionista siempre es un insatisfecho porque nunca sentirá estar a la altura de lo que quiere”.
Ciertos hábitos incorporados desde la infancia, asegura, pueden aumentar el riesgo. “Muchos niños tienen el colegio y varias actividades extraescolares. Tienen agendas de ministros y pueden parecer cronopáticos. En su dinámica hay siempre un plan, y en realidad hay que enseñarles a aburrirse, porque el aburrimiento es la cuna del asombro, de la creatividad. Y los niños tienen que aprender a aburrirse sin pantallas. Muchas veces les damos las pantallas porque creemos que así estarán más tranquilos y lo que hacemos es frenarles el correcto desarrollo cerebral”.
“Yo no diría que la cronopatía es una enfermedad. Es una forma de enfrentarse o de vivir la vida –explica. Pathos, enfermedad, sufrimiento, y cronos, tiempo. Los cronopáticos son las personas que tienen un trastorno del aprovechamiento del tiempo. Le suele pasar a la gente hiperexigente, obsesiva, controladora. Gente que se exige mucho, perfeccionista. Y el perfeccionista siempre es un insatisfecho porque nunca sentirá estar a la altura de lo que quiere”
La médica psiquiatra afirma que el ser humano actual vive hiperestimulado con múltiples factores externos que alteran su organismo, y eso activa un permanente estrés. “El estrés es modo alerta, modo miedo, y eso tiene consecuencias –advierte–. El ser humano no está diseñado para vivir siempre en modo alerta, sino para vivir de vez en cuando en modo alerta y poder hacer frente a los desafíos, para luego poder parar, descansar y recuperarse. Cuando uno no puede o no sabe descansar, siempre se acaba enfermando”.
Quien sufre de cronopatía tiene posiblemente una sola disculpa: él (o ella) no se da cuenta. “Se dan cuenta los del entorno, la gente de su equipo, los que están debajo en la empresa, su pareja, sus hijos, sus padres –dice Marian Rojas Estapé–. Ellos –al revés– experimentan esa sensación de que hacen un gran aprovechamiento del tiempo. Pero cuando los frenas momentáneamente y les haces un examen de sus vidas advierten que viven constantemente sin descansar y sin disfrutar. Muchas veces no pueden disfrutar de lo que están haciendo porque su cerebro ya está pensando en lo siguiente que van a hacer. Esta ansiedad y este estrés sostenidos días, semanas, meses, años en muchos casos, acaba transformándose en depresión”.
Ese permanente estado de alerta hace que sean cada vez más las personas que buscan la serenidad en una pastilla. “Son las pastillas que bajan ese estado de alerta en 5, 10 o 15 minutos –dice la médica psiquiatra–. Claro, es más fácil tomar una pastilla que hacer un trabajo de introspección, por eso mucha gente abusa. El Covid ha generado un incremento muy grande del consumo de pastillas de este tipo porque es una manera sencilla de no sentirse angustiado, en tensión. Pero no es bueno”.
Marian Rojas Estapé propone en cambio una tarea sencilla porque –dice– todo ser humano es capaz de hacerla. “Desconectar, conectarse con el interior –afirma–. Hacerse las grandes preguntas de la vida: ¿quién soy? ¿Adónde me quiero dirigir? ¿Cuál es mi proyecto de vida? No tocamos nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro interior, no es algo ‘concreto’, pero todos sabemos que está ahí. En esas preguntas está el sentido de la vida, el ikigai, que en japonés significa la fuente de valor de cada vida, que nos dirige hacia un equilibrio interior”.
Si hay que buscar culpables, Marian Rojas Estapé dice que uno de los principales –si no el peor– es el mundo digital. “Nos enferma porque nos hace vivir siempre conectados, siempre en alerta, siempre estimulados. Cuando tenemos la pantalla cerca nuestro cerebro está conectado a ella y tiene ganas de ver qué hay de nuevo en WhatsApp, en Facebook, en Instagram, en los mails”.
El problema, explica, es que nos hemos acostumbrado a que siempre que estamos estresados, aburridos o enfadados usamos el teléfono como vía de escape. “Y esto tiene consecuencias en el nivel de la corteza prefrontal, que es la que nos ayuda a pensar –asegura–. Y en el nivel del sistema de recompensas, porque buscamos constantemente gratificaciones instantáneas.
El problema, explica, es que nos hemos acostumbrado a que siempre que estamos estresados, aburridos o enfadados usamos el teléfono como vía de escape. “Y esto tiene consecuencias en el nivel de la corteza prefrontal, que es la que nos ayuda a pensar –asegura–. Y en el nivel del sistema de recompensas, porque buscamos constantemente gratificaciones instantáneas. Tiene consecuencias también en nuestro sistema de regulación emocional, porque lo que hace la pantalla es ‘aliviar’ constantemente un estado malo. Esa conexión con la pantalla evita la conexión con la regulación emocional”.
La médica psiquiatra propone ser consciente de cuál es la interacción que cada uno tiene con la vida digital: ¿es por trabajo? ¿Es una vía de escape? ¿Por qué estoy tan enganchado? “La primera recomendación es quitar las notificaciones –asegura–. Ser yo quien domina al dispositivo y no que el dispositivo me domine a mí. Eso es clave. Al principio cuesta, tiene un período de detox de unos cinco días, pero luego uno se siente mejor. Otro tip es que tratemos de no tener el teléfono en la mano cuando hablamos con alguien. Esconderlo cuando lleguemos a casa. Tener las manos abiertas y libres para abrazar a madres, padres, hijos, a la persona que esté en casa. Que no haya algo que interrumpa ese abrazo”.
Como europea, con el escenario bélico bastante cerca de casa, la médica psiquiatra pone en juego las mismas recomendaciones que alguna vez dio durante la pandemia. “Informarse una vez al día, no tener el fear of missing out (FOMO), es decir, el ‘miedo a quedarse afuera’, ni la sensación constante de querer saberlo todo, de estar al día, de estar puesto –puntualiza–. Lo que digo es que si tanto nos preocupa la guerra sería muy bueno mantener la paz con los que están cerca. A una guerra se llega porque hay gente que no se ha puesto de acuerdo. Por lo menos entonces que nosotros sepamos mantener la paz en nuestros entornos más cercanos”.