Cristóbal López, financista
Hace algunos años, en un encuentro en el que me acompañaban otros periodistas, le pregunté a Cristóbal López: "¿Cómo se definiría usted? ¿Empresario, hombre de negocios, arriesgado forjador de proyectos?". Me respondió de inmediato, sin dudar: " Yo soy un financista". Cinco minutos antes había criticado el encuentro de IDEA en Mar del Plata, al que había concurrido. Lo había desilusionado, dijo. Y agregó que no había encontrado interlocutor que le interesara. También contó sus comienzos como vendedor y transportista de pollos en la Patagonia, y recordó cómo consiguió un crédito bancario siendo apenas un adolescente que trabajaba muy duro. Confesó su devoción por el juego y explicó que, desde el punto de vista de los negocios, eso era lo que más les atraía a él y a la sociedad argentina.
Multimillonario, con vastas inversiones en distintos sectores (estaciones de servicio, petróleo, finanzas, peajes, comunicaciones, medios periodísticos y alimentos, entre otros), Cristóbal López, que ahora, detrás de Tinelli, apura su llegada a Fútbol para Todos con el objetivo de sumar el negocio de las apuestas online , es una especie de topadora que avanza sin pausa.
Mueve los hilos de impresionantes sumas de dinero cuyos orígenes despiertan dudas. Es una caja llena de sorpresas. Saca recursos de la galera, como si fuera un mago, sin el menor pudor y en momentos de retracción y de limitaciones en una nación sin rumbo aparente. Se lo conoce, por supuesto, como amigo entrañable del poder. El de la Casa Rosada y el de los principales políticos que son jefes provinciales o jurisdiccionales. Eso sucede, dicen, porque el juego, en la Argentina, deja una rentabilidad gigantesca, inconmensurable. Los analistas lo observan con curiosidad, pero también con incredulidad.
En defensa de López hay quienes aseguran que, a diferencia de Lázaro Báez, ya era muy rico antes de que Kirchner asumiera el poder. Pero todavía hoy, confieso, me sigue sorprendiendo que se resistiera a definirse o asumirse como empresario. ¿Me dio aquella respuesta para mostrarse como una persona que actúa sin rendir cuentas a nadie? ¿O considerará que el término empresario, en este país, es peligroso de usar? ¿Es López un prototipo de creador de negocios, un inversor o un caso único? La pregunta lleva a reflexionar sobre el papel del empresariado en la Argentina.
En las últimas décadas del siglo XIX, y excluyendo las inversiones de empresas inglesas, alemanas y francesas, emprendedores eran los inmigrantes que recién arribaban al país trayendo tecnología y constancia en el trabajo. Junto con ellos, estancieros educados y con sensibilidad para los negocios se pasaban seis meses del años en Europa procurando mejorar sus ganados ovinos y bovinos, para darle aún más jerarquía a la carne de exportación que pedían los mercados de consumo. En la "pampa gringa", los italianos de Santa Fe fabricaban, mientras nacía el país organizado, máquinas de todo tipo y dimensión para el campo argentino. Empezaron en pequeños talleres y, después de un gran esfuerzo, subieron en estatus productivo. Después, entrado el siglo XX, dominaron la escena figuras destacadas como Di Tella en metalurgia, Acevedo en siderurgia, Fortabat en cemento y otros, cada uno con sus desafíos. Después de 1945 se sumó Agostino Rocca. No había por parte de ellos sometimientos ante los que gobernaban. Los siguieron pequeños y medianos empresarios, con variados proyectos.
No obstante, no tomaron entonces la trascendente decisión de congregarse para defender sus intereses o para que los gobiernos los tuvieran en cuenta. A medida que pasaba el tiempo se fue dando una industrialización individualista, sin propuestas oficiales, sin planificación, en una economía con limitaciones y periódicamente autodestructiva. Había ambición de ganancias rápidas, por una parte, y, por la otra, la impericia con que los políticos manejaron los asuntos económicos.
La clase empresarial estuvo fragmentada y nunca participó en ningún proyecto de país productivo tal como lo hicieron, por ejemplo, los brasileños. Adhirieron sí a determinadas ideas, pero sin tener en cuenta que perjudicaban notoriamente a otros. En numerosas oportunidades, fueron muchos los que utilizaron el Estado para favorecer sus negocios, y se concentraron en el lobby, en la seducción de los que gobernaban, pero sin asumir el dinamismo ni los riesgos que suelen asumir los verdaderos emprendedores capitalistas.
Estas circunstancias les han creado mala imagen a los empresarios en la población, por sus idas y venidas. En la última década, los empresarios pasaron del fervor a la duda por los resultados, de gozar cuando pisaban la alfombra roja a los encuentros furtivos y secretos entre ellos para decidir qué camino tomar. Hoy están inquietos ante el alto grado de incertidumbre que alimentan a cada momento las autoridades. Un panorama, además, agravado por la inflación y las paritarias que se vienen, porque los empresarios saben que los sindicatos no admitirán quedarse atrás en la locura de los precios.
¿ Quiénes son los que siguen respaldando ciegamente el "relato oficial"? ¿Los que tienen que explicar de dónde salieron los recursos para que un empleado de banco se transformara en un potentado patagónico, o que una empresa chica, mediterránea, a partir de la obra pública concedida se convirtiera en ganadora indiscutible y poderosa de todas las licitaciones? ¿ Quizá por todo eso Cristóbal López prefiere que lo llamen financista? ¿O será simplemente por una cuestión de preferencia?
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