Cristina y Alberto: un nuevo capítulo de la novela de la tarde
“Yo voy a hacer lo que tenga que hacer para lograr que nuestro pueblo pueda organizarse en un proyecto de país que recuperar la ilusión. Éramos un pueblo alegre en 2015. Volvamos a recuperar esa alegría que tuvimos alguna vez: la alegría de que el sueldo alcanzaba, que había trabajo y que había futuro. Esa alegría nos la merecemos todos los argentinos”. Así se pronunciaba Cristina Kirchner el pasado 4 de noviembre en el Congreso de la UOM. El hecho de anunciar que “va a hacer lo que tenga que hacer” abrió las expectativas de La Cámpora y de todo el núcleo duro del kirchnerismo, que se ilusiona con una candidatura de la jefa. No les cuesta nada pasar por alto que en esa misma frase haga de cuenta que el actual gobierno no es propio, ni de ella que es la vicepresidenta, ni de sus militantes fieles, la mayoría funcionarios o empleados bien rentados de este oficialismo y que la felicidad del pueblo culminó en 2015 y, según la particular mirada de Cristina, la tristeza y las penurias llegaron con Mauricio Macri y continuaron con Alberto Fernández.
Cristina está atrapada en su propio juego, tiene presión para ser candidata a presidenta, deja correr esa ilusión en los más fanáticos, pero sabe que los más cómodo sería ir por una senaduría por la provincia de Buenos Aires, fortaleciendo así la plaza electoral más importante y haciéndose de fueros que pueden ser tan necesarios en el futuro, como lo fueron para Carlos Menem durante casi dos décadas. El problema es que, ante el fracaso de Alberto, se quedó sin Plan B, no lograron hacer crecer a ningún dirigente para que tome la posta, al Frente de Todos le faltan candidatos, solo un hipotético, pero también difícil, éxito de Sergio Massa en economía podría posicionarlo, pero la desconfianza por el tigrense nunca dejó de estar presente en el Patria. Algunos creen que el indicado sería Axel Kicillof, que preferiría ir por la reelección en la gobernación, pero tampoco podría decirle que no a la jefa si ésta se lo pide.
Como no es conveniente hablar de nombres porque es temprano para ciertos mandados, la decisión es utilizar el acto de este jueves en La Plata, conmemorando los 50 años del regreso del general Perón, conocido como el Día de la Militancia Peronista, como una muestra de la renovación del peronismo. “Nosotros somos el cambio”, dijo días atrás Máximo Kirchner, dejando en claro que Alberto ya es pasado, no solo no están conformes con su gobierno, tampoco lo están con sus formas: “Alberto es Tristonio, habla y te deprime, sus funcionarios imitan ese estilo, estamos mal y ellos parecen mostrar que todo es peor, nosotros siempre fuimos alegría, tenemos que volver a mostrarnos así, los jóvenes nos escapan, hay que recuperarlos”, dice uno de los organizadores del acto. Esa será la impronta de lo que veremos hoy en La Plata, un acto con Cristina embanderada bajo la consigna “La fuerza de la esperanza”, con toda una organización abocada a mostrar un producto tipo festival popular más que un acto político. La prioridad será mostrar eso, que el cambio es ellos a pesar de pertenecer al gobierno que hay que cambiar. Es tan convulsiva la idea de criticar y proponer un cambio -sin hacerse cargo de que ellos forman parte de lo que critican y pretenden cambiar- que hasta parece políticamente perverso.
Ese será el escenario, de la política se encargará Cristina con su ya reiterado ataque a la oposición salvaje, apuntará a Mauricio Macri, al Poder Judicial, a los jueces y fiscales de las causas de corrupción como a la jueza María Eugenia Capuchetti, que investiga el atentado del que fue víctima. Recordar el regreso de Perón, luego de 17 años de exilio, le servirá para mostrar un hipotético escenario de persecución y proscripción del que podría ser víctima. Cristina está tan convencida que su estatus de líder le permite mirar al resto de los mortales desde las alturas, que critica al fiscal Luciani por haberla acusado, como si la tarea del funcionario del Ministerio Público fuese defenderla. “Cristina no puede ser candidata de la austeridad y el ajuste”, señalan convencidos quienes dudan entre acelerar y chocar para tener tiempo de reestablecerse para no quedar pegados a una crisis económica en el verano o usar el poder vigente para comenzar a cambiar desde ahora. Pero Cristina necesita estar fuerte porque en diciembre podría ser condenada en la causa Vialidad y la Cámara podría habilitar el juicio oral en la causa Hotesur-Los Sauces, y necesita meter presión sobre esas decisiones. El acto de hoy, donde se ratificaría su liderazgo, está pensado como parte de su estrategia judicial. Alberto sigue eso de cerca, no son pocos los que le sugieren que ante un mal paso de Cristina y ante la falta de opciones sus acciones cotizarían en alza.
Pero, palabras más, palabras menos, no habrá novedad en ese frente, sí hay expectativas y dudas sobre como tensionará la relación con el Presidente que podrá ser ignorado, como hizo en varias ocasiones o lo criticará don dureza corriéndolo definitivamente del escenario futuro. Esto, a pesar de que muchos a su alrededor lo piden, parece más difícil, Cristina lo necesita aún si la intención de anular las PASO para armar las listas con su lapicera o para pagar el bono de fin de año, algo que el Alberto aún no habilitó, pero tampoco cerró definitivamente, se guarda esa carta. Penoso darnos cuenta de que votar o no en unas primarias establecidas en el cronograma electoral o que algunos trabajadores puedan cobrar un bono de fin de año hoy dependan de la pelea y la negociación entre el Presidente y su vice. Es que la puja por el poder hoy impera sobre la norma establecida y la economía.
Alberto destacó que Cristina lo llamó a Bali preocupada por su salud, como si ese fuera un hecho excepcional y no una preocupación genuina dentro del marco de la cordialidad entre dos personas que se conocen hace más de 20 años, porque le sirve para mostrar que no todos los puentes están rotos. Todo es así, nada es claro ni serio cuando se abusa del juego de las interpretaciones. Este jueves a la noche, cuando hable Cristina, presenciaremos un nuevo capítulo de esta patética novela donde confrontan la ineptitud y la ambición interpretados por las dos máximas autoridades políticas del país.