Cristina no es la mascota, es la adiestradora
El principal problema de los políticos es que no se sinceran. Por ejemplo, cuando dicen que “la patria es el otro” no están pensando en el bienestar del prójimo, que es como suena en primera instancia el eslogan, sino en que si hay un “otros” es porque ellos no integran esa runfla que va a tener que arreglarse sola frente a la patria, siendo la patria en ese contexto una abstracción del tipo “andá a cantarle a Gardel” o “que te lo pague Magoya”.
Cuando corean “se puede, se puede” hay que desconfiarles, porque, así como se puede una cosa, se puede la otra. Y, más aún, cuando alguien promete “No los voy a defraudar” y ese mismo alguien también acuña y pregona la frase “No voten promesas”. ¿En qué quedamos?
Si quieren que los votemos, que vayan directo al punto. Tienen que sincerarse como lo está haciendo el precandidato a intendente de la localidad de El Soberbio, en Misiones, Alberto Krysvzuk. El hombre no quiere agarrar la manija para robar y después rasgarse las vestiduras diciendo que es una víctima de los poderes concentrados hegemónicos o del imperio del Pato Donald. Es más, piensa robar a la luz del día y con la colaboración directa de todos los vecinos. Ha dicho que, de ganar la intendencia, todo el pueblo de El Soberbio va a poder seguir contrabandeando tranquilamente porque él se va a encargar de exigirle a la Policía y a la Prefectura que no los persiga más. Y ya adelantó cómo va a encarar a la autoridad para que no les arruine el negocio. “Les vamos a decir, ‘a ver amigo, acá pasa lo siguiente: el pueblo vive gracias a la barranca [la bajada del río por donde cruzan ilegalmente barcazas y lanchas]. A partir de ahora no van a incautar ni tractor ni camioneta ni lancha ni nada’”. ¿Qué tal?
“No voy a ser mascota del poder” les dijo Cristina a los “cumpas” que ella misma mandó a suturar
Lo más interesante es que parece que Krysvzuk tiene chances de volver a ganar la intendencia de esa localidad fronteriza con Brasil, que vive un auge del contrabando como consecuencia de la brecha cambiaria, especialmente del contrabando de soja, ese “yuyo” al que nuestra lideresa mayor le tiene tanta fobia, pero del que, aun con menores rindes, el Gobierno se lleva un toco de dinero apurando al productor para que liquide a un tipo de cambio diferencial, inventando planes que ya superan en número a los años de mandato de muchos barones del conurbano. Ojo que no todo es soja en El Soberbio. Al contrabando yuyeril le sigue el de vino, desodorante y productos alimenticios, según contó en una nota muy reveladora el colega Martín Boerr.
Otro aspecto que ennoblece la sinceridad del candidato a intendente con apellido difícil de escribir y más de pronunciar es que el tipo no es un recién llegado en esto de vapulear las leyes. En 2013, fue destituido como intendente, acusado de defraudación al Estado, asociación ilícita, falsificación de instrumentos privados y peculado, por lo que estuvo más de dos años preso con prisión preventiva. Todavía no tiene sentencia firme y, aunque hay quienes dicen que resulta feíto que se postule, él considera que no tiene ningún impedimento porque, precisamente, no cuenta con sentencia firme. Si, por analogía, el caso le suena, querido lector, está en todo su derecho de interpretarlo como mejor le parezca.
A propósito de la asociación libre, del yuyo y de las proscripciones, qué oportuna definición la de la vicepresidenta cuando ratificó por redes sociales que no va a ser candidata a nada en el mismo momento en que sus compañeros de partido participaban de una cumbre, de un operativo clamor para que la dama vuelva al ruedo electoral. Impresionante el timing de la jefa. A muchos nos hizo recordar cuando Martín Guzmán renunció al cargo de ministro de Economía mientras ella hablaba en un acto público que encabezaba en Ensenada. Todo vuelve.
“No voy a ser mascota del poder”, les dijo a los mendicantes de su partido mandado a suturar por ella misma. Es cierto, Cristina no es la mascota, es la adiestradora.
Hay que reconocerle también que, así como la pifia con la elección de candidatos, le sobra picardía. Otro al que dejó colgando del pincel fue a Martín Lousteau en el Senado. Cristina lo retó por no conocer el reglamento, él la chuceó con que el Gobierno no sabe nada de Economía y ella le retrucó al toque que lo que sabe se lo había enseñado él con la polémica resolución 125 de retenciones móviles para las exportaciones de soja, que casi la hace renunciar en 2008 cuando era presidenta y Julio Cobos pasó de amigo a enemigo con su enrevesado “mi voto no es positivo”.
Y volvemos al principio: gente que no se sincera o que, como Cobos, le da vuelta a una frase para que no parezca lo que en realidad es. Y la soja… ay la soja, qué yuyo maldito que tantas veces salvó las papas –valga la referencia “hortaliceril”– de la economía del país.
La columna de Carlos M. Reymundo Roberts volverá a publicarse el 3 de junio