Cristina, la pensionada millonaria
El pago de dos pensiones de privilegio a la Vicepresidenta entra en abierta contradicción con el discurso del poder
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Luego de una solicitud presentada por la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, la Anses, que conduce Fernanda Raverta, presentó ante la justicia previsional un escrito que, en la práctica, deja firme el pago a la Vicepresidenta de dos pensiones que son consideradas de privilegio y que, según se estima, suman hoy unos $2,8 millones mensuales.
Lo explicó muy bien en su columna en LA NACION, Silvia Stang, de las más reconocidas periodistas especializadas en temas previsionales: los pagos en cuestión surgen de la ley 24.018, que en su artículo 5 establece que la percepción de la asignación vitalicia de expresidente de la Nación “es incompatible con el goce de toda jubilación, pensión, retiro o prestación graciable nacional, provincial o municipal”.
Si bien la Anses actuó sin siquiera esperar que se cumplan con todas las actuaciones judiciales correspondientes, ya había existido una injerencia de parte del procurador del tesoro, Carlos Zannini, en favor del pago a su jefa política, que había sido suspendido mientras durara el litigio, lo que de por sí es una decisión anormal o al menos inusual, ya que nunca se aplicó a los cientos de miles de jubilados que, a pesar de obtener fallos en primera instancia a su favor para el cobro de haberes mal efectuados, ante cada apelación de la Anses vuelven a estar como al principio y, por supuesto, sin el pago correspondiente mientras dure el trámite judicial. Es decir, no contaron jamás con el favor de Zannini ni de ningún poderoso.
Luego de la llamada “reparación histórica” que logró bajar considerablemente la litigiosidad previsional, se estima que aún existen 300 mil jubilados con demandas judiciales, y 80.000 que ya cuentan con fallos a su favor, pero con sus causas apeladas por la Anses, sabiendo que les espera un largo camino hasta la Corte Suprema de la Nación.
Más allá de los tecnicismos alrededor de una liquidación previsional, y la interpretación de la ley, llama poderosamente la atención que esta ostentosa demostración de poder obsceno y privilegiado, con la que Cristina marca un límite entre ella y el resto de la sociedad, sea tolerada por los suyos como algo normal y esperable de una funcionaria y dirigente política. Si existiera un ranking de situaciones que sirvan para describir los privilegios de casta política que se arroga el kirchnerismo solo en lo que va de esta etapa del Frente de Todos, sin dudas éste, junto al inmoral Vacunatorio Vip y el vergonzoso “Olivos Gate”, lo encabezarían.
En medio de una crisis económica profunda que hunde a más del 40% de los argentinos en la pobreza, muchos de ellos jubilados, y que ubica en la indigencia a casi 5 millones de compatriotas, la Vicepresidenta cobrará $2,8 millones mensuales sumando su jubilación como expresidenta y la pensión como expresidente de su esposo y un retroactivo millonario que se estima estará por encima de los 100 millones de pesos. Todo esto, en un país donde la jubilación mínima es de $25.922. Con la jubilación de Cristina Kirchner se podrían pagar los haberes de 110 jubilados y decenas de actualizaciones de adultos mayores condenados a esperar porque no tienen la suerte de pertenecer al mundo privilegiado de ese poder político.
La decisión de la Anses de permitir archivar la demanda para que Cristina cobre la doble jubilación, se contradice con uno de los sellos característicos del relato kirchnerista que se basa en la esquematización de la política como una lucha entre el “pueblo”, que son ellos, y los “enemigos del pueblo”, o sea los privilegiados e insensibles que viven a costa del pueblo. ¿Cómo entra en esa disyuntiva esta impúdica prerrogativa de Cristina?
Asistimos azorados a uno de los mayores ejemplos de privilegio político que, dadas las circunstancias, es decorado por una impronta autoritaria y egoísta que deja un mensaje de la heroica Cristina a la sociedad: “yo puedo, ustedes no”. Mientras tanto, el Presidente les habla de insensibilidad a los empresarios y comerciantes, que vienen de soportar una de las peores crisis económicas que se recuerde, producto de la pandemia, pero, sobre todo, por las decisiones fallidas que tomó el mismo gobierno para contrarrestarla y que dejaron casi cien mil Pymes y comercios con sus persianas bajas para siempre. No se queda atrás el Secretario de Comercio cuando trata de duros e inflexibles a los industriales, por no aceptar congelar precios por 90 días en medio de una inflación anualizada por encima del 50% mientras somete a los pequeños supermercadistas, que sostienen su negocio abierto haciendo malabares con el destino, al arbitrio de la militancia rentada, que, pase lo que pase, tienen asegurada su remuneración en el cajero al principio de cada mes, que salen en grupo para controlar los precios en las góndolas como policías de una inflación que no crece allí sino en la emisión de moneda sin control, sabiendo que mucha de ella se utiliza para pagar sus propios sueldos. También atiende la insensibilidad el ministro de Hacienda, Martín Guzmán, tratando a los opositores de “antiargentina” porque, según su mirada, juegan en contra del interés nacional.
Nadie se salva de la diatriba oficialista; todos reciben retos, agravios, reclamos de solidaridad, clases de cómo luchar contra un supuesto poder que nos impide ser mejores. Gritan, dictan, cantan, siempre contra los “anti pueblo” que hoy son los industriales, los comerciantes, los supermercadistas, la izquierda, los liberales, opositores que no lo son, pero se ganan ese mote como un latigazo de la verba oficialista, porque “si te oponés al modelo, sos insensible y neoliberal”, que es sinónimo de ser malo para el interés social.
Pero ninguno de ellos dijo una sola palabra sobre el gesto aprovechador, prebendario, típico de quien se siente en la cúspide de la pirámide jerárquica de una sociedad, como el que se arrogó Cristina Kirchner, y le otorgó la Anses, para que pueda cobrar dos jubilaciones de privilegio, cuando su gobierno y dicho organismo actúan de manera contraria con cientos de miles de jubilados.
Asistimos azorados a uno de los mayores ejemplos de privilegio político que, dadas las circunstancias, es decorado por una impronta autoritaria y egoísta que deja un mensaje de la heroica Cristina a la sociedad: “yo puedo, ustedes no”.
Cristina es millonaria, Vicepresidenta, empresaria hotelera, rentista y abogada exitosa según ella. Su fortuna, que fue construida mientras trabajó en la esfera pública, es una de las más altas que se conocen en la política local; su origen está sospechado y será la Justicia quien decidirá sobre los mecanismos legales o no para conseguirlos, pero, de todos modos, su situación económica no necesita recibir una doble jubilación de privilegio para vivir ampulosamente, demasiado lejos de la calidad de vida que llevan millones de jubilados que con sus ingresos no cubren siquiera un 40% de su canasta básica.
La líder, que escribe cartas y da discursos sobre cómo se sirve al pueblo, cuando se trató de ella, decidió optar por los privilegios del poder aún a costa de relegar los derechos de todos.