Arte militante: regalo dudoso de Cristina a Lula y obras desaparecidas
El cuadro que le obsequió la Vicepresidenta al exmandatario brasileño, enmarcado en una estética Kitsch-nerista
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El 23 de septiembre asistí a una clase magistral en el Malba, dictada por el expresidente Julio María Sanguinetti en el marco de la muestra del gran artista uruguayo Rafael Barradas. Salí de la sala enriquecido por una exposición clara, con lenguaje coloquial, apasionado y certero. Cuando llegué a la puerta recordé que ese señor que me había seducido con su conocimiento del arte latinoamericano, fue además presidente del Uruguay.
Hace muy pocos días, durante la visita del ex presidente Lula Da Silva a Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner, nuestra expresidenta y actual vicepresidenta, le obsequió una obra de la artista argentina Marina Olmi. Es la imagen armada (copy-paste) con la cabeza de Eva Perón montada sobre un cuerpo que no le pertenece, vestida con una especie de malla rayada. La figura que compuso es bastante mala; el brazo no corresponde claramente al cuerpo ni a la cabeza y mucho menos se parece al cuerpo de Evita. La imagen de base no es nueva; ya había sido usada en varias oportunidades con otro fondo y tonalidad por la artista. En este caso le agregó de fondo el verde y amarillo de la bandera de Brasil.
La obra es indiscutiblemente mala. Al revisar en la web las obras de la artista, encontré en instagram una en la que se ve a Evita con delantal a cuadros junto a una mesada en la que reposa una olla blanca junto a una montaña de harina. Para Marina Olmi “este cuadro representa la abundancia, representa el nutrir y representa la transformación. Evita acá encarna eso”. Y concluye con la que tal vez sea su más acertada metáfora: “Una mujer que vino a dar donde se necesita, eso es, ñoquis para todos”.
Más allá de la ideología, su obra no sería materia de análisis de ningún crítico si no fuese porque una presidenta se la obsequió a otro presidente. La primera pregunta que me surge es ¿quién es la persona que asesora a la Vicepresidenta en estos temas? En la Argentina hay enorme cantidad de artistas de calidad para satisfacer con altura ese regalo presidencial. Incluso grandes artistas de extracción y hasta temática peronistas, como Daniel Santoro o Marcia Schwartz, de reciente gran éxito en Nueva York. Pero Cristina eligió a Olmi, que apenas llega al nivel de una aficionada. La segunda pregunta que me surge es ¿todo lo hace así? ¿no consulta nada? ¿ella sabe todo?
No lo sé, pero a juzgar por algunas de las imágenes en sus redes, donde se aparece lo más granado de la farándula K junto a Olmi, esta obra puede ser parte de una nueva estética Kitsch-nerista.
En paralelo, un par de sucesos recientes en la provincia de Santa Cruz agregan luz sobre el genuino amor de la familia Kirchner por la cultura. En el patio del Colegio Provincial Secundario N°23 “República de Guatemala”, Marta Minujin pintó en 1997 un mural. Fue realizado con aerosoles y representa unos perfiles con colores primarios. El tamaño del mural es de unos siete metros de largo por unos tres de ancho.
Durante años, miles de niños santacruceños jugaron en ese patio y frente a la obra de la reconocida artista, cuyos antecedentes innegables se remontan al Instituto Di Tella y a su famosa Menesunda.
La obra mural fue amputada durante la pandemia, primero al instalarle una puerta verde en remplazo de la anterior que continuaba el mural sobre ella, y luego pintado con látex y tapado definitivamente. Talibanizaron el mural, como los afganos dinamitaron los budas milenarios en El camino de la seda.
Eso no es todo: en esa oportunidad, me refiero a 1997, Marta Minujin entregó personalmente a Cristina Kirchner, en el Centro Cultural de Río Gallegos, una escultura colgante de yeso que hoy está desaparecida; no se conoce su destino.
Según explicó Marta a los medios de Santa Cruz, la obra “Pauta transformacional”(así se llamaba) “contiene las caras de una mujer y de un hombre que están cortadas horizontalmente. Representa la cara de la libertad que hicieron los griegos hace 4200 años”.
Ya en 2013, cuando la artista Nicola Costantino fue invitada a participar a la Bienal De Venecia, Cristina Kirchner decidió no solo estar presente en la inauguración: intervino directamente en la obra de la artista, le “sugirió” cambiar el nombre de la obra y además le incluyó de prepo unos videos exaltando la militancia, realizados sin el consentimiento ni la intervención de la artista invitada. Obviamente, Nicola ganó notoriedad por lo extravagante del suceso. Era la primera vez que un primer mandatario participaba con su obra en la más importante bienal de arte del planeta.
Usemos la imaginación y hagámonos dos preguntas: ¿Se imagina a Julio María Sanguinetti regalando una obra de Marina Olmi? ¿Se imagina a Cristina Kirchner dictando una charla magistral sobre arte?
A la primera seguramente todos responderemos que no, pero para la segunda es menos segura la respuesta.