Cristina Kirchner y Alberto Fernández, de las promesas incumplidas a la épica y el relato
Hacia adelante, el gobierno de Cristina Kirchner y Alberto Fernández tendrá un doble juego de promesas incumplidas: una política y otra económica. En el futuro inmediato hay una reconfiguración del discurso y de las acciones en busca de un nuevo relacionamiento con sus votantes.
Las expectativas políticas y económicas casi nunca son universos paralelos, y en el pasado han demostrado, bajo este mismo régimen, una visible retroalimentación.
Al asumir, Fernández reafirmó dos promesas electorales. Venía a terminar con la grieta y las divisiones y llegaba para poner en marcha la economía. Aquel mensaje del 1° de diciembre de 2019, entre citas a Raúl Alfonsín y homenajes a Néstor Kirchner, recogió las dos frases que quedaron flotando en la campaña electoral, una política y otra económica.
"Volvimos mejores", una insinuación de que el perfil belicoso y crispado de Cristina cedía su lugar a las maneras componedoras del candidato Fernández. Era, como un eco de la historia, la rememoración del "león herbívoro" en el que supuestamente regresó convertido Juan Domingo Perón para ser presidente por tercera vez, en 1973.
Para hablar de economía sin dar precisiones, Fernández usó un mensaje más directo: "Vamos a llenar la heladera de los argentinos", remedo lejano del "salariazo" menemista de 1989. El presente está lleno de recuerdos idealizados en el universo del kirchnerismo.
Medio año después, el Gobierno sabe que no podrá cumplir ni lo uno ni lo otro. Cristina ha regresado con toda su furia y lo que antes hacía como presidenta ahora lo tramita como jefa política del gobierno. Los cargos son un detalle formal en un país que suele pasar por alto y reducir a estorbos las leyes y las instituciones que lo constituyen en un Estado.
Bajo la creencia de que solo se puede gobernar eligiendo adversarios y sometiéndolos, la vicepresidenta retomó su camino como si hubiese comenzado una nueva temporada de una serie exitosa. Cambian un poco las situaciones, pero ella sigue siendo la protagonista y persigue a los mismos "villanos" de años anteriores.
Cristina y su grupo –el único que tiene un proyecto concreto de dominación dentro del peronismo– no regresaron mejores al poder, no hay signos de aprendizaje en los cuatro años como oposición. Es por eso que, aun en medio de la pandemia o, mejor, para aprovechar la desgracia sanitaria global y el congelamiento que impone la cuarentena, el kirchnerismo opera un plan de domesticación que los votos le impidieron completar a partir del freno en las elecciones de 2013 y de la derrota de 2015.
El listado de sus obsesiones es el mismo, con el añadido de nuevas situaciones. Si cuando era presidenta tenía que mantener a la Justicia bajo dominio para que no avanzara ninguna investigación por corrupción, ahora de regreso necesita frenar todas las causas que se abrieron en su contra y dar señales de que la reforma que proyecta no dejará margen para jueces y fiscales. Por eso empezó por apuntar hacia la Corte, bajo el convencimiento de que colonizar la cabeza supone un alineamiento vertical del resto del Poder Judicial.
En los movimientos de los últimos dos meses está claro que, como mínimo, Cristina aspira a dejar sentado que si ella es investigada por corrupta todo el resto del sistema político debe ser acusado en los mismos términos, en un ejercicio de igualación en el barro que podría simplificarse así: todos son ladrones, hay que votar por los ladrones más simpáticos, que somos nosotros.
Es con ese mecanismo de simplificación que, en espejo con la acusación de asociación ilícita que pesa en su contra, la vicepresidenta repite que hay una generalizada orquestación de jueces, dirigentes opositores y periodistas.
El efecto devastador que tiene la cuarentena sobre la actividad productiva es, por extraño que resulte, una oportunidad para quienes desde el populismo consideran que el Estado debe ser omnipresente. Solo un sector, el agropecuario, tiene alguna capacidad de sobreponerse con alguna rapidez al desastre de la paralización de varios meses luego de años de recesión. El nunca archivado proyecto para expropiar Vicentin expresa, antes que nada, la misma lógica de empezar por la Corte para sujetar al resto.
La misma épica y el mismo relato regresan para borrar aquellas promesas de la lejana campaña del "volvimos mejores" y la "heladera llena".