Cristina es el lobo de Cristina
Alberto Fernández auxilió inesperadamente a Sergio Berni. El cambio de gabinete forzó al kirchnerismo a desistir del repudio al ministro de Seguridad por el operativo policial del partido suspendido entre Gimnasia y Boca. Axel Kicillof debería agradecerle. La decisión que el Presidente adoptó sin consultar a sus socios del Frente de Todos lo ayudó a evadir las presiones para que Berni renuncie. Aunque no pudo liberarse de fijar posición a través de Carlos Bianco. El exjefe de Gabinete condicionó su continuidad al resultado de la causa judicial que investiga esos incidentes.
Probablemente al viejo profesor de Derecho no lo haya animado el coraje que nadie le reconoce. Pero sí cierto grado de descomposición que comienza a percibirse en la coalición de gobierno. La lucha de todos contra todos en una guerra caótica expresaría la pérdida del orden provisto por el liderazgo absoluto de Cristina. Especialmente en la provincia de Buenos Aires. La prioridad establecida para las elecciones del año que viene. Una crisis que recuerda al Leviatán de Thomas Hobbes pero con un rasgo muy propio.
Cristina podría convertirse en su propio lobo. El temor latente que Máximo no supo disimular. Instó al PJ bonaerense a recuperar para Cristina la centralidad anterior al atentado en su contra. Lo hizo en una reunión extraña, no solo por la apática respuesta a su convocatoria, también por las instrucciones de Máximo: marchar con la CTA y Pablo Moyano el 17 de octubre. Y realizar el postergado Congreso partidario el 5 de noviembre en Mar del Plata por otro aniversario del rechazo al ALCA de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula. Propuestas que no entusiasman a los intendentes del conurbano. Su propensión al disimulo fue apenas alterada por Martín Insaurralde. Felicitó a Victoria Tolosa Paz por su designación como ministro de Desarrollo Social y a Juan Zabaleta por reasumir como intendente en Hurlingham. Máximo y Zabaleta mantuvieron una agria discusión sobre este asunto el 6 de octubre. La versión es que colaboradores del intendente se abrieron paso en el Municipio a golpes de puño ese día.
La salida de Zabaleta del ministerio se precipitó el fin de semana largo. El intendente se propone restituir al gabinete despedido por el camporista Damián Selci mientras lo reemplazó en el cargo. Jorge Ferraresi le reclamó a Máximo, en ese clima, la organización de un acto antes de fin de año con Cristina y Alberto que el hijo de la vicepresidente se apresuró a rechazar. El ministro de Hábitat e intendente de Avellaneda es el vicepresidente del Instituto Patria. Máximo eludió definiciones sobre las PASO. También sobre Sergio Massa. Aunque las alusiones al ministro de Economía ya no reflejan el cariño de hace unos meses. Máximo recuperó los apagados cuestionamientos a Berni. No solo por viejos enconos. Tal vez para congraciarse con los intendentes que siguen resistiéndolo. Kicillof pareció solidarizarse con ellos. Dejó trascender que el problema no es desplazarlo, sino la falta de relevos para hacerlo. Sobre todo luego de la autoexclusión de Alejandro Granados.
La afinidad del intendente de Ezeiza con Insaurralde por la industria del juego no le impediría mantener otra con Berni y Cristian Ritondo. Una trinidad que habría convertido al secretario de Seguridad de Granados, Hugo Matzkin, en consultor de Fabián Perroni, quien lo sucedió como jefe de la policía bonaerense en el gobierno de María Eugenia Vidal. El mismo rol que Perroni tendría con el actual: Daniel “El fino” García. Habladurías según las cuales Alejandro Rey fue designado jefe de la superintendencia Capital y Sebastian Perea de la Departamental La Plata por influencia de Perroni. Rey fue su secretario privado y alcanzó en tiempo récord el cargo de comisario general.
La jerarquía máxima en el escalafón sin pasar nunca por una comisaría. El centro del conflicto que habría derivado en un supuesto complot de la cúpula policial contra Berni en el momento de mayor debilidad del oficialismo. El fracaso del operativo de seguridad es la hipótesis que defiende Gimnasia a través de Mariano Cúneo Libarona, contratado por su presidente, Gabriel Pellegrino. La otra es la del ministerio de Seguridad: una sobreventa de entradas que derivó en los incidentes. Es lo que tiene que investigar el fiscal Martín Almirón, curiosamente apodado “Almidón.” Gimnasia pretende disputar el partido pendiente con Boca en su estadio. Pellegrino tiene motivos para defender la localía. En noviembre intentará la reelección con el respaldo del intendente de La Plata, Julio Garro. El concejal (UCR) Javier Mor Roig es el nexo entre ambos. Pero también con el de Claudio “Chiqui” Tapia, titular de la AFA. La entidad del fútbol no prevé por ahora ninguna sanción al club. Tampoco la Aprevide que conduce el exjefe de ceremonial de Daniel Scioli, Eduardo Aparicio, al que Berni reclutó para cumplir con esta compleja misión.
Pellegrino podría enfrentarse a su exvice, Jorge “Colo” Reina. El exjugador de Gimnasia es dueño de Rapicuotas, una financiera que desde su desprendimiento de Redil, de Ricardo Carozzi, experimenta un sorprendente y vertiginoso crecimiento. O a Julio Chaparro, el propietario de la constructora Building Tower. Podrían aportar aire fresco a la recalentada situación financiera del club, que no alcanza a mellar su popularidad. Su principal activo en contraste con la insatisfacción con la dirigencia política.
El origen de la lluvia ácida vertida sobre Berni por los interesados en prevenirse de ese supuesto mal. Un amplio arco que abarca desde la platense Tolosa Paz a la vecina de Morón, Juliana Di Tulio. Su condición de casi barra brava personal de Cristina obliga a presuponer que difícilmente se haya expresado contra el ministro sin su consentimiento. Lo que vuelve todavía más extraño la rectificación de la maniobra original.
La incomodidad que Berni provoca a la vicepresidente y al gobernador es un deleite que los intendentes peronistas deberían aprovechar. Promete ser pasajero. Kicillof planea reunirlos con representantes de Edenor, Edesur y Edesa, las empresas responsables del suministro de energía eléctrica en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). El gobernador intenta concertar una campaña para persuadir a los usuarios que siguen sin inscribirse en el Registro de Acceso a los Subsidios de Energía (RASE). Y que por esa razón serían considerados en el segmento económicamente más desahogado. Ese crecimiento exponencial de la riqueza por default involucraría al 37 por ciento de sus habitantes que sufriría un aumento en las tarifas del 100 por ciento a partir de enero. Un verdadero despropósito para Kicillof, que precisa de los electores del conurbano para su reelección. El gobernador les propondría a las empresas que ayuden a los intendentes para descubrir alguna bondad oculta en la quita de subsidios que les facilite defenderla. O militarla. La acción propuesta para sustituir la idea original de un timbreo. Posiblemente por su reminiscencia al gobierno de Juntos por el Cambio.
Los intendentes podrían tener otro reparo. La ordenanza fiscal y tarifaria que aprobarán este verano debería contemplar el incremento en el alumbrado público que se proyectará en la tasa de ABL. El costo fijo que se descarga en la factura de luz de cada usuario sufriría un incremento del 200 por ciento. En algunos casos, pasaría de 500 a 2000 pesos. Todas malas noticias para pensar en una campaña.