Crispación, un estilo de vida
Veamoslo de este modo: eso de vivir en perpetuo estado de irritación, amasando ansiedades y rabietas, siempre con los nervios de punta y casi siempre dispuesto a fogonear rencores, no ayuda para nada a llegar a los cien años, ni tampoco a lucir una jovial y seductora veteranía. Un muy reciente y conmovedor hecho fúnebre ofrece pautas para desovillar esta duda existencial: ¿vale la pena transitar una existencia de bravucón ideológico, habida cuenta de que el estrés y los desafueros del ánimo conspiran activamente contra la salud del sistema arterial? En su póstumo Tratado político , Baruch Spinoza dice que nada es más fácil que cultivar adversarios y enemigos: germinan alrededor de uno -como por encanto- al poco rato de ser malicioso, de suponerse dueño absoluto de la verdad, de negarse a toda conciliación y/o reconciliación?
Una entidad que alberga a científicos eminentes, la Asociación Argentina de Medicina Integrativa, ha elaborado un cartabón de consejos para que uno atine a conjugar longevidad con virtual lozanía y para preservar de la corrosión los resortes psicosomáticos. De hecho, residen en el país más de un millón de personas octogenarias (y como tres mil que andan ya en los 100), y muchas de ellas dan fe de que la vida sigue sonriéndoles porque nunca hicieron nada para despertar inquinas y porque, además, apelaron a la sensatez y a la experiencia para soportar indemnes cuanta polución de malas ondas amenazara rozarlos.
Entre los consejos dados por la mencionada asociación figura éste: vean, señores, a ver si la terminan con eso de que "no puedo", una ridícula limitación que quizá ya hicieron extensiva al noble ejercicio de la sexualidad. Una nota aparecida en este diario, el 4 de octubre ("En la cama, la tecnología separa"), recoge opiniones de perspicaces sexólogos, todos los cuales coinciden en este punto: en el dormitorio, el televisor y otros cacharros electrónicos son responsables, antes que la edad, de que la cama cumpla sólo una de sus funciones (la de descansar) y no la otra.
Por cierto, sujetos así de paparulos padecen tempranos signos de vetustez, comparables a los del tipo hiperactivo que propaga broncas y hace de su vida un páramo arreciado por las peores turbulencias, esas que tanto influyen para que el alma escape del cuerpo. Dicen los médicos: casi nadie que sea un huraño obsesivo y un materialista contumaz, consagrado a acopiar más y más poder, llega a edad venerable. Y agregan: por encima de los 50, quien no ocupe diez minutos de su día a sonreír al prójimo y a resultar grato, no tiene chance de que los lances del amor le regalen un ratito de plena juventud.
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