Crisis: Hundidos y agujereados
El país gira en redondo, dilapidando recursos, en una noria sin fin que lo lleva siempre un poco más abajo
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Pasaron más de 30 años, Pero la actualidad argentina me traslada hasta ahí. Siento el cosquilleo en las pantorrillas, los pies pesados, la respiración agitada, el pulso golpeando las sienes. El aire frío en la cara y el oxígeno escaso en los pulmones. El Altiplano boliviano atraviesa más que el cuerpo. La icónica imagen del Cerro Rico de Potosí y la de la monumental Casa de la Moneda no pierden vigencia. Se resignifican. La inmersión en esa montaña de donde salió gran parte del metal que hizo obscenamente rica y dispendiosa a España es una experiencia conmovedora. Aleccionadora. De tanto agujerearla, la mina de plata más fecunda de la historia es un gigantesco queso gruyere de piedra, en riesgo de colapso. La casa de la Moneda, donde se fundió la plata y se acuñaron las monedas que inundaron los tesoros de los Austrias, un museo que resalta lo que fue y ya no es. Hasta no hace demasiado, en la sala de la noria que hacía funcionar las laminadoras podía observarse un surco profundo en la roca, carcomida por los cascos de las mulas que por años dieron vueltas. Un hilo de plata que se fue me devuelve a la Argentina de hoy. Riesgo de colapso. El suelo hundido de andar siempre en círculos. Dilapidando, Todo un poco más frágil. Siempre un poco más abajo. Analogías