Creo en el Mercosur
Creo en el Mercosur. No porque sea el mejor acuerdo regional del mundo, porque claramente no lo es. Ha demostrado ser una herramienta que atravesó diversas etapas pendulares que fueron del entusiasmo inicial de los 90′ y el crecimiento del comercio dentro y fuera de la zona al estancamiento de estos tiempos, la incapacidad de amoldarse a la realidad del comercio mundial y las innumerables trabas internas. El Mercosur tiene falencias.
No obstante ello, creo en el Mercosur como modelo de unidad política regional. El Mercosur es (o debería ser) mucho más que una asociación comercial. Es una muestra de vocación compartida de progreso con mirada de futuro bajo los mismos valores democráticos, de respeto a los derechos humanos, al medio ambiente y al libre comercio mundial. Creo en el Mercosur no porque haya logrado integrarse con otros bloques de la forma que hubiésemos querido ni porque haya logrado dar el paso de Unión Aduanera a Mercado Común, (sigue siendo una unión aduanera imperfecta) sino porque es mucho más que eso.
Creo en el Mercosur porque “es lo que tenemos”, es mejor que nada y nos costó mucho conseguir. Un pequeño gran primer paso de 30 años de vida que en pocos ámbitos podemos darnos el lujo de tener. Paso sobre paso, a mayor o menor velocidad, pero siempre hacia delante. Barrer con el Mercosur es cometer el mismo error que cometemos cada vez que cambiamos de gobierno. Eliminamos todo lo anterior porque “estaba todo mal” y empezamos todo de cero porque “ahora sí” lo vamos hacer bien, cuando en realidad no nos damos cuenta que en estamos siempre arrancando y nunca avanzando. O lo que es peor, retrocediendo.
¿A que otro lugar vamos a ir? ¿con quienes? ¿solos? ¿para qué ¿por qué? ¿cuanto tiempo nos va a llevar la patriada? ¿alguien realmente puede pensar que la capacidad negociadora será mejor si nos desacoplamos del grupo? Creo en el Mercosur porque soy de la idea de que es mejor “perfeccionar”, “modernizar” -utilicemos la semántica que se quiera o mejor convenga-, para construir sobre lo edificado antes que derrumbar y empezar de nuevo.
Pensemos juntos los pasos a seguir, como bloque. Es imperioso hacerlo. Nadie lo niega. Dialoguemos entre los miembros, lleguemos a consensos. Sumemos si es necesario. El Mercosur enfrenta un gran problema y requerimos soluciones. No un problema nuevo y mayor. Pero hagámoslo en una mesa de negociaciones, como corresponde, “con todos adentro”. Escuchemos el reclamo de los socios y vecinos. Algo nos están queriendo decir. Esto no significa claudicar y ceder en todo incondicionalmente. Tengamos amplitud y perspectiva. Armemos grupos de trabajo para ello. Representativos. Con todos sentados a la mesa buscando lo mejor para el común.
Digamos nosotros también lo nuestro. Lo que nos ocupa y nos preocupa, lo que estamos dispuestos a ceder y conceder y lo que no. Lo que creemos que podemos aportar y lo que necesitamos del resto. Hagamos valer nuestro peso y pertenencia en esa mesa. Lo tenemos. Veamos que se puede mejorar. Es el ámbito. Pero no dinamitemos el espacio que con tanto esfuerzo logramos conseguir hace 30 años y que por primera vez nos puso en posición de integrarnos como bloque regional sólido, con voz y voto en el comercio internacional y con potencial para lo que viene (acuerdos con EE.UU. y China).
Los grandes bloques de comercio regional albergan en su seno diferencias internas en determinados temas. Por ejemplo, la Asociación Económica Integral Regional (Rcepp por sus siglas en inglés) lo integran, entre otros, China, Vietnam, Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda, que tienen miradas muy diversas en temas sensibles de la política. Pero lo que prevalece es la voluntad común de progreso e impulso de la internacionalización de empresas, productos y servicios y la búsqueda de la facilitación del comercio.
La posición del gobierno del presidente Alberto Fernández de lesionar permanentemente los vínculos con los vecinos de la región es un camino de riesgo que pone en serio peligro la unidad regional y el futuro del Mercosur. Somos un país periférico que solo dentro del marco de instituciones como el Mercosur y de manera integrada podremos tener un peso relativo en el comercio y la política internacional. La línea que parece seguir el gobierno solo tiene como destino más aislamiento y menos beneficio para nuestras industrias y siembra un manto de sospechas sobre la real vocación de trabajo multilateral.
Creo en el Mercosur y anhelo que logre algún día un nivel de integración absoluto como lo ha hecho la Unión Europea. Un proceso no exento de trabas y desafíos como los que enfrentamos hoy, que, luego de mucho tiempo –la Comunidad Económica Europea empezó su proyecto ¡en 1957!-, logró converger en políticas comunes en materia económica, financiera, jurídica, educativa, política y hasta en materia de defensa conjunta. Claramente, un espacio de valores e intereses compartidos para el beneficio mutuo que ha consolidado el camino de la paz y el desarrollo en el territorio europeo. Estamos lejos, pero mientras tanto, trabajamos para ello.
Exsubsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la Provincia de Buenos Aires