Crece la desconfianza en Alberto Fernández
Alberto Fernández está hoy muy lejos de gozar del apoyo de la ciudadanía que pudo ostentar en vísperas de las elecciones que lo consagraron en octubre de 2019 y en los primeros meses de su gestión presidencial. Basta con repasar la evolución de los sondeos que, mes tras mes, realiza una consultora de opinión pública que mide la imagen del primer mandatario en función de una nube de palabras con las que la población lo describe. “Mentiroso”, “títere” e “inútil” son los tres términos con los cuales los consultados por Giacobbe & Asociados califican mayoritariamente al Presidente en estos días. En cambio, la palabra “esperanza”, que supo acuñar Fernández durante sus mejores meses, ha quedado relegada en esa nube.
Según explica el consultor Jorge Daniel Giacobbe, en el mapa mental de los argentinos, el jefe del Estado ha variado de posición varias veces desde que fue ungido candidato presidencial por Cristina Kirchner. En ese momento, la palabra que predominaba para definirlo era “títere”. Más tarde, a medida que avanzaba el proceso electoral y crecía el descontento de la sociedad con Mauricio Macri, el término “esperanza” pasó a caracterizar mayoritariamente a Fernández. Pero esta situación se descompuso a medida que su gestión presidencial y la economía se vieron gravemente afectadas por la pandemia de coronavirus.
La calificación de “mentiroso”, además de sus opositores, proviene de aquel público que en algún momento vio a Alberto Fernández como un dirigente moderado que podía diferenciarse de Cristina Kirchner. La palabra “títere” vuelve hoy al ruedo de la mano de aquellos que lo perciben como una mera herramienta de la vicepresidenta de la Nación, y lo devuelve al comienzo de la historia en su carrera presidencial. Finalmente, el término “inútil”, de acuerdo con la interpretación del citado consultor, lo lleva a parecerse al final de Macri, ya que fue esa la palabra con la que un amplio segmento de la ciudadanía despidió al líder de Cambiemos.
Lo relevante es que un concepto clave para ganar elecciones como “esperanza” ha desaparecido del léxico de la enorme mayoría de la opinión pública a la hora de definir al actual presidente.
El escándalo derivado del vacunatorio vip acentuará esta tendencia y probablemente haga crecer la percepción sobre corrupción en el Gobierno, junto a la pérdida de confianza ciudadana en la política sanitaria y el plan de vacunación oficial.
Varias encuestas vienen reflejando esa caída de confianza desde que quedaron de manifiesto los graves errores en las proyecciones del propio presidente de la Nación vinculadas con la vacunación contra el Covid-19. El propio sondeo de Giacobbe & Asociados, llevado a cabo entre el 11 y el 13 de febrero entre 2500 personas, da cuenta de que el 53,5% considera que Alberto Fernández está gestionando mal o muy mal la crisis del coronavirus, en tanto que el 31,5% juzga su gestión en esa área como buena o muy buena. El 12,8% la califica como regular y el 2% entiende que no puede evaluarla o no contesta.
Contrariamente, la opinión pública evalúa de mejor manera lo que viene haciendo el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, frente al coronavirus. El 41,5% evalúa su trabajo en esta materia como bueno o muy bueno, mientras que el 22% lo considera malo o muy malo; el 23,6%, regular, y el 12,9% no puede evaluarlo o no responde.
La consultora Management & Fit, que dirige Mariel Fornoni, determinó a través de otra encuesta llevada a cabo el último fin de semana entre 1500 personas consultadas telefónicamente que el 61,2% tiene poca o ninguna confianza en que el gobierno nacional pueda implementar un plan de vacunación justo y equitativo, frente al 36,5% que manifiesta tener mucha o alguna confianza.
Según este sondeo, el 55,8% se muestra en desacuerdo con la designación de Carla Vizzotti como ministra de Salud en reemplazo del vapuleado Ginés González García, al tiempo que el 43,8% cree que la flamante titular de la cartera estaba al tanto de que se estaba vacunando a personas cercanas al oficialismo.
Más allá de los números, lo cierto es que el discurso oficial ha sufrido un severo golpe. Las habituales declamaciones en favor de un Estado presente han sucumbido frente a la realidad de un Estado que parece estar presente exclusivamente para los amigos del poder político, al tiempo que el relato acerca de un gobierno que dice cuidar a los más vulnerables ha quedado terminantemente desacreditado.