Creadores de falsos recuerdos
Mi hijo Antonio, de diez años, cree recordar el momento en que cargó a su hermana Pilar recién nacida por primera vez. Insiste en que lo recuerda vívidamente y aporta toda clase de detalles para confirmarlo. Pero es imposible que lo recuerde: él apenas tenía un año y medio cuando sucedió ese episodio. Como es sabido, es raro que existan recuerdos evocables anteriores a los cuatro años. Lo que recuerda Antonio es una fotografía que está en el álbum que contiene las primeras fotos impresas de su hermana. En una de ellas, efectivamente, Antonio está sentado en un sillón cargando a Pilar. Se trata de un falso recuerdo de un hecho verdadero, algo que con frecuencia hacen las fotos con nuestra memoria.
Una investigación realizada por Maryanne Garry y Matthew P. Gerrie en 2005 demostró que es posible que las fotografías logren implantar en una persona “falsos recuerdos”. Los investigadores utilizaron fotos trucadas de un viaje en globo que no sucedió para exponer a un grupo de voluntarios a un recuerdo de su infancia que no había tenido lugar. Mediante manipulación digital se insertaron en la foto retratos del sujeto al que se le quería implantar un falso recuerdo acompañado por un miembro de su familia, sentados en el canasto del globo en pleno vuelo. Al cabo de un tiempo, gran parte de las personas no sólo creían que esas fotografías eran verdaderas, sino que además podían evocar las sensaciones que habían experimentado al volar en globo.
Las estadísticas dicen que durante 2015 se tomaron un billón de fotografías, es decir, 990.000 millones de fotos más que en 1970. Al terminar 2016 se estima que se habrán realizado 1.3 billones (300.000 millones de fotos más que el año pasado), en un una carrera acelerada de imágenes que no se detendrá. ¿Qué buscan esas fotografías? ¿Quiénes son los destinatarios de tantas imágenes?
La fotografía expandió drásticamente el uso que tenía en el siglo XX. De su función principalmente testimonial pasó a ser el insumo para mensajes efímeros (Snapchat) o una manera de recordar dónde estacionamos el auto, o de consultar una compra a la distancia.
Hoy la fotografía tiene mucho más usos de los que tenía en el pasado y sigue innovando en su lenguaje y aplicaciones. A pesar de eso, aún hoy gran parte de las fotografías que realizamos siguen estando destinadas a almacenar nuestros recuerdos visuales para recuperarlos en el futuro. Las fotos de un recién nacido, un egresado, un cumpleaños, o ante un paisaje de vacaciones, estarían dentro de esa categoría.
Pero hay algo nuevo. Sin darnos cuenta, otras fotografías que obtenemos podrían tener como fin darnos instrumentos de manipulación para crear inadvertidamente nuestros falsos recuerdos. La personal edición de fotos de Instagram o Facebook que hacemos pública al final no sería para los demás, o no sería sólo para los demás, sino especialmente para el autor. Vamos sembrando semana a semana desde los teléfonos algunos falsos recuerdos, para hacer del propio pasado un lugar más cómodo, interesante, feliz y luminoso de lo que realmente fue.