Covid-19 ¿el puñal que mata a la Democracia?
"Hay mandatarios que deciden legislar por decreto saltándose el orden constitucional. A eso yo le llamo actuar de forma autoritaria". Respondía así Michelle Bachelet, alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, en una entrevista con LA NACION días atrás.
Leyéndola, recordé una charla que mantuvimos en la sede de la ONU en Nueva York, en mayo de 2012, cuando tuve el altísimo honor de ser designada, a su propuesta, miembro del Comité Asesor de la Sociedad Civil de la Agencia ONU Mujeres, siendo ella Directora Ejecutiva.
Allí me dijo, con inmensa humildad: "La tarea por los derechos de las mujeres necesita sincronizar firmeza y paciencia. Como hace el corazón para mantenerse activo y darnos vida". Quedé maravillada por ese regalo conceptual sencillo y contundente, que vuelve a mí en estos días con gobiernos desplegando diseños de miedo, invocando estrategias sanitarias, justificando el cerco a derechos y libertades.
Graficar la vida con el movimiento constante del corazón, me serviría como mujer, madre y activista.
Leí con entusiasmo las claves básicas de la sístole y la diástole. Mirando lo útil de esa tarea de equilibrio en los desafíos de una sociedad en crisis múltiples y globales, que busca salvarse del desastre con otras miradas y opiniones.
Extrapolando esta idea a la política y a la sociedad, licencia que sabrán disculpar, cuando solo hay un músculo contraído que expulsa, el proceso de la vida queda trunco. Mucho daño le hace a la convivencia democrática el pensamiento único. Escuchamos decir a un gobernador, con "sístole permanente", que "muchos piden volver a la normalidad. La normalidad no existe más, es un sueño, una fantasía, un suicidio colectivo".
Tanto extravío con ínfulas, me llevó a recordar aquel ejemplo de Bachelet, médica y dirigente política con mayúsculas.
La sístole se empeña contrayendo el músculo para expulsar sin miramientos. Es fanáticamente expulsiva. Así lo imagino a Donald Trump, en "sístole cotidiana", con sus insensatas reacciones frente al Covid y el conflicto racial desatado en su país, tras el asesinato de George Floyd.
Hay quienes han comenzado a utilizar términos fuertes para definir el momento argentino. Hablan de infectadura, infectocracia, incluso describen la gestión del gobierno de Alberto Fernández como una ineptocracia. Todo dicho en clave de "sístole opositor", respondida en "clave de sístole oficialista" por altos funcionarios comoSantiago Cafiero, que agrega una insólita visión clasista a las muertes por coronavirus.
Una cuarentena complementada con trabajo, democracia y libertad, ayudaría a escucharnos más sin responsabilizar al otro por las personas infectadas y de la tragedia de las muertes. Comprimir y relajar, sístole y diástole, movimientos de los que dependen la vida y la salud política y social de los países.
Ejemplos para que el presidente Fernández considere, evitando esa sístole eterna que le proponen los sectores más duros del frente que lo llevó a la presidencia y alientan grietas infinitas.
Mirar las medidas del uruguayo Lacalle Pou, o a la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, de reacción inmediata al conocer la existencia del Covid-19, o su colega Sanna Marin de Finlandia, haciendo un Zoom con jóvenes influencers para que den su mirada frente a la pandemia. La gobernadora de Panamá, Judy Meana, encabeza la ayuda hacia los sectores vulnerables y supervisa los lugares con recorridas posteriores para "escuchar las voces de los más necesitados".
Estas disímiles culturas no limitan derechos, ni se esconden atrás de la crisis de salud. Tampoco habilitan a que un solo funcionario maneje el presupuesto nacional, no funcione en sus países la Justicia, o el Congreso lo haga a cuenta gotas.
Sabina dice: "en el Puente de Carlos aprendí a rimar cicatriz con epidemia", espléndidos versos de amor sobre el viejo puente del río Moldava en Lisboa.
En estos tiempos inéditos del mundo, me gusta no rimar cicatriz con epidemia, ni ver a Trump, Bolsonaro y Maduro que, entre sus dislates, hayan sugerido la posibilidad de incumplir los procesos electorales.
Menos aún si además de las dolorosas cicatrices de la pandemia, quedan heridas en nuestras vapuleadas libertades. Me resisto a que la epidemia sea el puñal que mate a la democracia.
Directora del Instituto Latinoamericano Paz y Ciudadanía - ILAPyC