
Corrupción, desarrollo, democracia y felicidad: lo que dicen los datos
En el mundo son muchas las encuestas y los estudios que se realizan para medir el grado de corrupción, desarrollo, calidad democrática y felicidad de los países.
En base a muestras o análisis efectuados de un rango de 133 a 170 países, según el indicador, analizaremos las correlaciones entre las distintas variables. Estos son los índices analizados:
· Índice de Desarrollo Humano (IDH), IDH ajustado por desigualdad y Coeficiente de Desigualdad Humana (CHI): Datos del 2022 del PNUD, que reflejan el desarrollo en términos de ingresos, salud y educación.
· PIB per cápita, PPA per cápita y Coeficiente de Gini: reflejan el ingreso y el poder adquisitivo promedio y la desigualdad económica con datos del Banco Mundial de 2023.
· Índice de Democracia: elaborado por la Economist Intelligence Unit (EIU), basado en datos y encuestas de 2023.
· Índice de Justicia: elaborado por el World Justice Project en base a encuestas de 2024.
· Índice de Percepción de Corrupción: elaborado en 2023 por Transparency International, a partir de encuestas.
· Índice de Criminalidad: basado en encuestas de 2024 realizadas por Numbeo.
· Índice de Felicidad: elaborado en base a encuestas de 2024 en base A distintos indicadores por el World Happiness Report.
· Índice de Religiosidad: basado en encuestas de 2020 realizadas por el Pew Research Center.
Las conclusiones causales que se enumeran a continuación se basan en el sentido común, ya que la correlación no implica causalidad. Estas son de tipo general, ya que siempre existen excepciones que reflejan la complejidad y singularidad de cada caso.
Corrupción: Los países con mayor corrupción muestran menores ingresos, menor desarrollo, mayor desigualdad, peor calidad institucional y menor felicidad. Estos países parecen estar atrapados en un círculo vicioso donde la corrupción limita el desarrollo; y el subdesarrollo, a su vez, perpetúa la corrupción. En contraste, de los 50 países menos corruptos, alrededor de 40 se encuentran entre los más desarrollados y democráticos.
Crimen: La criminalidad tiene una menor correlación que la corrupción con el desarrollo, la calidad institucional y la felicidad. Esto puede deberse a que la corrupción permea a toda la sociedad, mientras que el crimen suele estar más focalizado. Por otro lado, los países donde la corrupción supera en gran medida al crimen tienden a ser menos desarrollados y con una menor calidad institucional. Esto podría deberse a que, en estas sociedades, la falta de garantías facilita la represión del crimen, mientras que combatir la corrupción es más difícil, ya que suelen estar gobernadas por regímenes más autoritarios.
Ingreso y poder adquisitivo: Ambos están fuertemente correlacionados entre sí, lo que indica que los países con mayores ingresos también tienen mayor poder adquisitivo, a pesar de su mayor costo de vida. Esto sugiere que, a largo plazo, el crecimiento económico es más determinante para mejorar el nivel de vida que mantener una moneda devaluada para bajar los costos.
Desarrollo humano: Este índice combina datos de ingreso, educación y salud. La estrecha correlación entre el desarrollo humano potencial y su versión ajustada por desigualdad, junto con el hecho de que la brecha entre ambos índices es menor en los países más desarrollados, confirma que el verdadero desarrollo se logra cuando este es equitativo.
Desigualdad: El índice de Gini tiene baja correlación con el desarrollo, el ingreso, la institucionalidad y la felicidad. Esto se debe a que, en los países más pobres, la menor desigualdad suele reflejar ingresos bajos generalizados, más que una verdadera equidad. En otros términos, cuando un país se empobrece, el ingreso se hace más uniforme. En cambio, al medir la desigualdad en términos de desarrollo humano, estas correlaciones se fortalecen notablemente, sugiriendo que igualar oportunidades impacta más en el desarrollo y la felicidad que la simple redistribución de la riqueza.
Democracia y Justicia: Están fuertemente correlacionadas entre sí y a su vez con el desarrollo equitativo y la felicidad. Por otro lado, su correlación con la corrupción es fuerte pero inversa. Sin embargo, la justicia muestra una correlación más fuerte que la democracia con todos estos factores. Esto sugiere que, si bien fortalecer la democracia es clave para el desarrollo y la felicidad, mejorar la justicia tiene un impacto aún mayor.
Religiosidad: Las sociedades menos prósperas, equitativas, justas y felices tienden a mostrar mayores niveles de religiosidad, si bien esta correlación es moderada. Esto podría deberse a que en estos países las personas recurren más a la religión como refugio ante la adversidad. También puede deberse a que una mayor orientación hacia lo religioso reduce la prioridad dada al desarrollo, la calidad institucional y la felicidad personal. Además, es probable que, en contextos de mayor dificultad, la religiosidad tienda a abordarse más desde el miedo y/o el consuelo que desde el crecimiento espiritual.
Felicidad: La felicidad está fuertemente correlacionada con el desarrollo humano equitativo y con la calidad de las instituciones, mientras que su correlación con la distribución del ingreso es débil. Esto sugiere que, más allá de la distribución del ingreso, la felicidad se fortalece en sociedades donde las personas perciben que su esfuerzo y talento son los principales determinantes de su bienestar.
Los datos son claros:
El subdesarrollo no es solo una cuestión económica, sino un problema estructural donde la corrupción juega un rol central. Esta no es una anomalía, sino aparece como el motor principal del subdesarrollo y la desigualdad al socavar las instituciones que hacen posible el progreso y la universalización de los derechos.
Sin instituciones sólidas, la democracia pierde eficacia, la justicia se debilita y el crimen se vuelve un síntoma de un problema mayor que consiste en la falta de reglas claras y de oportunidades genuinas. Más que redistribuir riqueza, lo que verdaderamente cambia el destino de una sociedad es combatir la corrupción, fomentar la igualdad de oportunidades y fortalecer la justicia.
En última instancia, la felicidad y el desarrollo no dependen de cuánto se reparta, sino de cuánto se permita a cada individuo crecer, crear y prosperar por su propio esfuerzo y talento. Esta es la verdadera riqueza de una sociedad.
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