Corrupción como fenómeno epidémico
Si bien la sociedad aplicó tradicionalmente el término epidemia a las enfermedades infecciosas, la epidemiología avanzó hacia nuevos paradigmas explicativos del proceso salud-enfermedad, recordando lo que los clásicos nos enseñaron: que la salud y la enfermedad son también procesos sociales. En estos tiempos el paradigma explicativo de la enfermedad se define como político-determinativo. Son las decisiones políticas las que determinan desde los años de vida libres de enfermedad que tendrá una comunidad hasta su mortalidad proporcional.
Controladas las enfermedades bacterianas, son las epidemias virales las que azotan y atemorizan a la humanidad. Pero hay otras epidemias “sociales” que se difunden silentemente: las adicciones (tabaco, alcohol, drogas, internet, tatuajes etc.), la violencia, el terrorismo, los accidentes viales, la delincuencia, la pornografía, la exclusión… Enfermedades que se encuentran en la etapa ascendente de la curva epidémica y que el ser humano no controla. Así, podemos aplicar la teoría epidémica y sus términos a estas patologías sociales.
La corrupción no escapa a este fenómeno. Existen enfermos (casos de corrupción) y también susceptibles (con capacidad de adquirir la enfermedad), pero los hay resistentes por inmunidad natural adquirida a través de la educación en el seno familiar. Existe la probabilidad de contacto entre casos y susceptibles, como también factores ambientales y puestos de trabajo que lo favorecen. En algunas circunstancias los casos de corrupción son detectados y se aplican acciones sanitarias específicas, como cuarentena y aislamiento, que pueden dar origen a una inmunidad adquirida.
Por desgaste inmunológico, la enfermedad tiende a reaparecer, recidiva que puede obligar a un nuevo aislamiento. La probabilidad de contacto depende de la carga de enfermedad en la sociedad, su difusibilidad, la ausencia de acciones sanitarias específicas y la proximidad entre casos de corrupción y susceptibles. La medicina preventiva debería aportar estrategias de educación sanitaria en todos los niveles del ámbito educativo.
El aislamiento debería ser de un tiempo más prolongado y los medios de comunicación masiva deberían incorporar esta temática como parte del marketing social. Un problema son los portadores no identificados que difunden la enfermedad sin ser detectados. Una mención especial para aquellos que deberían identificar y aislar los casos y, por el contrario, permiten su expansión epidémica.
Rector de la Universidad Católica Argentina (UCA)