Coronavirus: rediseñar el mundo que viene
Hace poco tiempo atrás, y como parte de un esfuerzo para recaudar fondos, una universidad nos ofreció un tour de sus nuevas instalaciones. También, nos comentaban con orgullo sobre el ambicioso programa de becas que con mucho éxito habían implementado. Al final del recorrido, les preguntamos sobre la posibilidad de llevar adelante un programa de educación virtual a todo el país y de esa manera romper las barreras de la capacidad física que imponía el predio inmobiliario y la cantidad de becas que el fondo pudiera financiar. Agregamos que un país pobre como el nuestro tiene la obligación moral de usar las nuevas tecnologías para llegar a todos de una forma eficiente y que esta no debía ser solo una responsabilidad de las universidades públicas. De pronto, habíamos perdido el brillo de sus ojos y la energía se desvaneció. La respuesta fue corta, seca y tajante. No es parte de nuestro actual modelo de negocio, nos dijo.
Varias empresas han logrado generar contenido de alta calidad y llegar a todo aquel que cuente con una conexión de internet. Imaginemos un emprendimiento público-privado que pueda llegar a todos. Esto le puede cambiar la vida no solo a un joven que quiere aprender sobre blockchain, sino también a alguien interesado en aprender viejos oficios como electricidad, plomería, y carpintería.
Hoy en día, y a causa de la pandemia, esa misma universidad y el resto están llevando adelante todos sus cursos de forma virtual. De pronto, la realidad le cambio el modelo de negocio. Lo que pareció imposible, se hizo realidad en pocas horas. Los costos educativos en Estados Unidos han subido mucho más que la inflación en la última década y los graduados no solo se gradúan y se llevan un título a su casa, sino también una deuda muy abultada que condiciona las elecciones de carreras de los estudiantes y también los condiciona para el futuro dejándolos como adultos con una carga muy pesada por delante. El costo de la educación debe bajar y a su vez, la llegada del contenido educativo debe ser masivo. ¿Cómo combinar ambas cosas? Hay que reinventarse, reimaginarse. Cerebros para hacerlo sobran en este sector. La realidad ya se ha impuesto sobre antiguos modelos de negocio.
En el 2001 la Argentina paso por una de sus crisis más dolorosas y traumáticas, pero perdimos la oportunidad de hacer cambios estructurales. La salud es el bien más preciado que tenemos, pero solo lo valoramos cuando sabemos que podemos perderlo. En la Argentina, las obras sociales las manejan los sindicatos, que, a su vez, constituyen una de sus principales fuentes de su financiamiento y poder. Nos preguntamos si el sistema ideado en la década del 40 no merece ser reimaginado.
Durante esta pandemia, apareció el problema de que ricos y pobres iban a enfrentar el riesgo del Covid-19 de forma muy distinta. Es entendible que aquel que compro un seguro médico y lo pago durante tanto tiempo, tiene derecho a usarlo justamente en el momento más importante de su vida. Pero la salud es un servicio público, una responsabilidad del Estado. Todos debemos enfrentar el tratamiento del virus con recursos y muy buenos profesionales. Hay mínimos de calidad de servicio que deben asegurarse para todos.
Israel es un país que constantemente está obligado a repensar que lo imposible es posible. Debe ser el país más innovador del mundo, pero al igual que la Argentina, también tuvo un sistema ideado desde la creación del Estado en 1948, en el cual las asociaciones sin fines de lucro o los sindicatos manejaban los fondos para la salud. Sin embargo, desde 1995, el sistema se reconvirtió en un sistema de prestaciones universales, mixto y eficiente. Según la Organización Mundial de la Salud, Israel posee uno de los mejores sistemas del mundo. ¿Alguien se anima a proponer un cambio semejante en la Argentina?
Mucho tenemos que pensar sobre nuestra relación con el medio ambiente. Esta pandemia puede ser solo el preludio de catástrofes ambientales mucho peores. El aumento del CO2 como consecuencia del uso de combustibles fósiles por parte de los humanos es una realidad numérica incontrastable si bien hay un 97% de los científicos que lo corrobora, hay otro porcentaje que logro convencer a líderes muy poderosos de que esto no es así. ¿Argentina puede apostar a la energía renovable y a la vez a Vaca Muerta?
Hoy se agregan nuevas complejidades, ya que debemos pensar en una sociedad verde, respetuosa del medio ambiente pero también segura desde el punto de vista de salud. Dos conceptos que pueden ser contrapuestos en varias circunstancias. Por un lado, debemos estimular el transporte público, pero como lo hacemos en épocas de recomendaciones de distancia social. ¿Cuál será el diseño de las nuevas oficinas en donde la gente puede ser sociable de forma segura? ¿Cuál será el impacto sobre la densidad de los proyectos inmobiliarios y la revalorización de las ciudades vs. los suburbios?
Hoy como sociedad, como familias y seres humanos se nos presenta un mundo lleno de cambios exponenciales, sin soluciones pre-establecidas. Hay que reimaginar el mundo en donde vivimos. Y eso es ahora. Ante esta disyuntiva, tenemos que definir los valores que nos definen como pueblo. Una sociedad justa basada en la libertad, la educación y salud de sus habitantes. Es el momento de romper con esos intereses creados que siempre han sido tan fuertes, imposibles de vencer en condiciones normales pero que hoy ante la contundencia de la realidad parecen más vulnerables que nunca.
Hoy es el momento de quedarse en casa y pensar en como reabrir la sociedad, pero también es tiempo de aprovechar esta oportunidad.
Los autores son economistas