Coronavirus. La repentina primavera de noticias de la pandemia
Por Adriana Amado y Silvio Waisbord
Durante la pandemia los noticieros de televisión han logrado números inusualmente altos de audiencia. A nivel mundial, sitios periodísticos tuvieron un notable ascenso en las métricas fundamentales: número de usuarios, frecuencia de lectura y tiempo de uso. El periodismo, que viene sufriendo la fuga de público en los últimos tiempos, logró concentrar la atención pública, algo que hacía mucho no le pasaba. La pandemia aumentó directamente el interés en la información, no solamente por la gravedad y novedad de las noticias (dos valores noticiosos indiscutibles) sino porque disparó el apetito por la actualidad, territorio vital del periodismo. Informar sobre lo que pasa ahora.
La búsqueda de información sobre la enfermedad ha sido la actividad principal de los usuarios según el Global Web Index. En la Argentina, las organizaciones de noticias son la principal fuente de información, por encima de los otros cinco países donde el Reuters Institute de la Universidad de Oxford hizo el estudio. Sin embargo, a pesar de que son los principales proveedores de información con competencias para chequear y publicar lo que merece convertirse en noticia, más de un tercio de la muestra total sigue sin ver a los medios como una fuente confiable. Esta porción aumenta entre los grupos más jóvenes y los sectores más pobres. Estos grupos son la mayoría de la población en América Latina.
Los flujos de información de las últimas semanas dan pistas acerca de qué medios ganan públicos con la avidez de noticias del Covid-19. Por lo pronto, la mensajería no representa una fuente relevante de información de la pandemia, por lo que lo que allí circulan carece de peso real en la dieta informativa. En todo el mundo, los medios con estructura para producir noticias de calidad son los que consolidan audiencia. En Europa, los medios públicos ratifican su posición de liderazgo en las noticias y se convierten en principal referencia en situaciones de crisis e incertidumbre gracias a una reputación de calidad y equilibrio. A su vez, en todo el mundo los medios más abiertamente identificados con partidos o ideologías pierden lectores o los ganan en menor proporción que los medios orientados al servicio público. Incluso los líderes consiguieron más audiencia que nunca y lograron que más de 80% de los televidentes estuviera pendiente de los anuncios presidenciales en la Argentina y en España. Pero una vez que se obtuvo la información concreta del anuncio, la audiencia busca otros consumos. En tiempos de emergencia es más vital la orientación que la opinión y, una vez obtenida, es factible que la avidez informativa compita con el cansancio por la rutina de la cuarentena. Es posible que el tedio social malogre prematuramente la primavera de lectores que empujaron hacia arriba las líneas de tendencia. Por lo pronto, incluso en el pico de interés, uno de cada tres lectores consideraban que los medios exageraron la pandemia.
Este aumento de audiencias de los medios periodísticos no debería ser tomada como señal de que los públicos son cautivos y se quedarán después la reacción inicial frente a la emergencia. Ni dar por sentado que estarán dispuestos a suscribirse a esas noticias una vez que los medios vuelvan a sus muros de pago, hoy abiertos por solidaridad informativa. No es inesperado que haya tal corrida de la atención pública hacia la información y a medios vistos como relativamente "creíbles", especialmente por públicos de mayor edad y más acostumbrados a informarse en medios tradicionales. En cambio, es improbable que en las poblaciones más jóvenes, con una dieta comunicacional más diversificada, la atención se cristalice en lealtad a medios periodísticos. Y es posible que siga desatendida por las noticias la vasta población de menos recursos, que la crisis postpandemia amenaza con hacer más numerosa.
Para colmo, esa misma crisis económica afectará particularmente a los medios, que arrastran la crisis del modelo de negocios. Cualquier contracción del mercado publicitario, o restricción de recursos para producir noticias puede agudizar los problemas, especialmente cuando eso signifique una dependencia de la publicidad estatal o de la información de las fuentes oficiales que socaven la credibilidad. Así como el virus mostró la fragilidad humana frente a amenazas imprevistas, también pone en evidencia la precariedad del sistema informativo.
La buena noticia es que la atención global confirmó en estas semanas que es capaz de distinguir, más de lo que pensábamos, la información de calidad de la propaganda y la desinformación. Pasada la crisis, las audiencias se quedarán en los medios de que haya logrado honrar la confianza a través de buenas prácticas de periodismo y un sentido de servicio público, más allá de la coyuntura.
Amado, investigadora Universidad Argentina de la Empresa
Waisbord, profesor de la Escuela de Medios, George Washington University