Coronavirus: la falta de enfermeros hace crujir al barco
Estamos en medio de una pandemia que tiene en vilo a nuestro país y al mundo. Todas las seguridades que creíamos tener bien amarradas se aflojan, especialmente las de salud y las económicas.
Nos hemos unido a los aplausos que desde los balcones se ha prodigado a los equipos de salud, y ya estamos pensando qué sucederá después. Pero, ¿qué habremos aprendido de esta experiencia?
En este mar de incertidumbre, los gobernantes se esfuerzan por tomar las mejores decisiones. Y los ciudadanos los miramos, con la esperanza de que acierten y, finalmente, lleguemos a buen puerto. De todos modos, sepámoslo, el barco crujirá. Fundamentalmente, por la falta de profesionales de enfermería para enfrentar los momentos más críticos que aún no llegaron.
El Covid-19 está poniendo en evidencia lo que no hicimos -ni en políticas públicas ni en sistemas de salud-, durante décadas, y que es: no haber jerarquizado la profesión de Enfermería. Un virus, de pocas micras y muy contagioso, enrostra a los gobernantes la falta de políticas orientadas a jerarquizar su rol en el equipo de salud.
Los voluntarios podrán armar miles de mascarillas faciales, se organizarán eficientes campañas para donativos, se comprarán decenas de respiradores y millones de barbijos; la solidaridad de los argentinos, una vez más, puesta a prueba y demostrada.
Todo necesario, pero no suficiente. Hoy, no hay director de hospital, gobernador o intendente que no esté buscando, desesperadamente, profesionales de Enfermería, incluyendo al personal retirado y a estudiantes avanzados de la carrera.
Bienvenidas por necesarias las donaciones para la compra de los insumos, aun los más sofisticados, pero esos dineros no pueden comprar el tiempo que demanda formar a un profesional en Enfermería. Es aquí por donde nuestro barco cruje, no por la falta de médicos.
Entonces, es el momento de pensar el "día después", a largo plazo.
Lo primero, es reconocer que la enfermería no sólo requiere de vocación, sino especialmente de formación, y que esa formación lleva años. La carrera de licenciatura en Enfermería requiere de entre 4 y 5 años, para completar la formación de profesionales con altas competencias.
En segundo lugar – y aquí voy a proponer dos miradas críticas a las políticas en salud, desde una visión universitaria y académica-, por un lado, la Ley 24.521 de Educación Superior, sancionada y promulgada en 1995, establece en el artículo 43, que aquellas profesiones reguladas por el Estado, cuyo ejercicio pudiera comprometer el interés público, poniendo en riesgo de modo directo la salud, (…) deben ser acreditadas periódicamente por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau).
La carrera de medicina y las especialidades médicas, desde hace mucho tiempo, debieron ajustarse al mencionado artículo, no así la carrera de Enfermería, la que recién entró en ese régimen en 2015. No encuentro justificación a semejante demora.
Ingresar al régimen del artículo 43 va a significar para la Enfermería mejorar la calidad de la enseñanza. Sin embargo, en la Argentina, persisten y conviven diferentes modos de otorgar títulos de Enfermería, bajo el régimen universitario del artículo 43, y por fuera de él. Es de desear que se unifiquen los criterios y se implementen en una sola política de Estado.
La segunda mirada crítica a la formación universitaria y académica la hago sobre las especialidades de posgrado, comparando lo que viene sucediendo desde 1950 en las especialidades médicas y, exactamente lo contario, en Enfermería, con alguna muy honrosa excepción.
Sabemos que los médicos, una vez recibidos, necesitan y acceden a formación de posgrado por especialidad. Ningún paciente atendería su problema de corazón por un especialista de ortopedia, como tampoco dejaría operar sus ligamentos cruzados por un cardiólogo. Sin embargo, exigimos al graduado de Enfermería tratar y cuidar, con igual grado de competencia, a un neonato de bajo peso como a un adulto con una enfermedad oncológica.
En definitiva, en un futuro mediato, la enfermería debería recorrer, necesariamente y con prontitud, el camino de las competencias por especialidad para alcanzar una mayor jerarquía.
Y, el tercer tema para el "día después" del coronavirus, es el reconocimiento social y económico de la enfermería. Por más vocación y atractivo que resulte su estudio, muchos jóvenes se desaniman al conocer que su sueldo básico no se condice ni con los años de estudio, ni con la dedicación al trabajo que la profesión exige. O peor aún, que no son reconocidos como integrantes del equipo de salud.
Estos son los temas que tenemos que resolver cuando se aquieten las aguas y acallen los aplausos: la formación, y el reconocimiento profesional y económico hacia la enfermería. Aunque el barco deje de crujir y ya no salgamos al balcón, son temas que definitivamente debemos abordar.
Doctor en Medicina y decano de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.