"Una dinastía hereditaria, nuclear y pop"; así define al país comunista Florencia Grieco, que publicó un libro donde narra lo que vio en sus visitas a la tierra de los Kim
Florencia hace cosas raras. No usa Facebook, pero abrió una cuenta en la que tiene un solo amigo con el que jamás se escribe. Cada tanto se conecta para asegurarse de que sigue ahí, aunque sigue sin dedicarle una palabra y no piensa hacerlo nunca. Florencia Grieco es argentina, periodista y editora, pero es, sobre todo, alguien que conoce como pocos en el mundo occidental la vida de hoy en Corea del Norte, un país que visitó con un nivel de profundidad inusual.
Un dato más: el "amigo" de Florencia en Facebook es un espía norcoreano, el guardaespaldas obligado que el régimen de Pyongyang le puso para controlar sus pasos en el país más hermético del planeta, al que viajó dos veces en los últimos tres años. Su libro En Corea del Norte. Viaje a la última dinastía comunista (Debate), recientemente publicado, es un asombroso relato de lo que sucede en ese país que, aunque a algunos les cueste creerlo, pesa mucho más que la Argentina en la escena internacional. Por malas razones, claro. "Es un país mucho más importante que el nuestro, sí. Tiene al mundo en vilo", dice Grieco durante una entrevista con la nacion en la cuenta detalles de esos dos viajes, la trastienda de un libro que en realidad nunca soñó con escribir.
-Cuando le dije a mi familia que me iba a Corea del Norte, mi papá tuvo una reacción tremenda. "¿Hice algo mal?", me preguntó.
Todo cambió tras el segundo viaje y el libro publicado. "Ahora entendí todo", dijo papá Grieco.
Algo hay que reconocerle al progenitor de la viajera: no es sencillo entender que alguien invierta días de vacaciones y una suma de dinero importante en un país que, a priori, no es lugar para desestresarse. Pero Florencia no quería vacaciones. Lo que quería, en su cumpleaños número 40, era viajar en el tiempo.
Escalera mecánica
"La máquina del tiempo está en Corea del Norte", explica entusiasmada. Y se llega a ella primero en tren y luego en escalera mecánica desde Dandong, una ciudad china ubicada en la frontera con la Corea comunista. El paso por la Aduana es desconcertante. "La escalera mecánica me había trasladado a un universo paralelo atascado en un momento indefinido entre los años sesenta y setenta", cuenta en el libro. Allí, formalmente aún en China, pero rodeada de norcoreanos con pins de la familia Kim, ropas antiguas y peinados estrambóticos, la argentina se subió sola a un tren rumbo a Pyongyang. "Estoy por llegar a la frontera, ya casi estoy en Corea del Norte. Hablamos a la vuelta, si vuelvo". El mensaje había salido de su teléfono con tarjeta SIM china a siete personas en la Argentina. Lo envió, cuenta, antes de desaparecer en el limbo analógico norcoreano en su primer viaje, en 2015. "Yo quería ir a un país que hubiera frenado la globalización, y Corea del Norte es eso: la globalización se detiene a sus puertas. Es viajar a la Guerra Fría? ¡y no se viaja a la Guerra Fría! Salvo que vayas a Corea del Norte".
Licenciada en Ciencias Políticas y máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Bologna, Grieco pasó por las redacciones de Página/12 y Crítica de la Argentina sin poder desalojar de su ser una insatisfacción profunda: "Siempre me gustaron las anomalías, y cuando estudié Ciencias Políticas siempre te hablaban de lo que funciona, pero no de lo que no funciona".
Para eso, Corea del Norte. Allí hay muchísimas cosas que no funcionan como en el resto del mundo, aunque otras discurran impecablemente. "La idea que la gente tiene de Pyongyang es la de una ciudad llena de cemento, de edificios bajos, pobre y casi derruida. ¡No! Es lo opuesto, porque Pyongyang es lo que Corea del Norte quiere exhibir de sí misma al mundo: una ciudad muy grande que se está modernizando, aunque su lógica sea la de la era pre-Internet y su esplendor, el de los años 80".
Son apenas 4000 los occidentales que ingresan cada año a Corea del Norte, y casi nadie va al interior. El viaje es caro y la moneda fuerte, imprescindible. El turista no está autorizado a cambiar a moneda norcoreana, nadie la espera ni la quiere. Todos quieren yuanes.
"Sabemos muy poco de Corea del Norte, pero todo lo que sabemos es inverosímil. Fascina, aunque sea el mal", sintetiza Grieco para coincidir con lo que muestra el español Álvaro Longoria en un documental, The Propaganda Game, grabado en 2015. El inclasificable Alejandro Cao de Benós, un español que adquirió la nacionalidad norcoreana y oficia de enlace con Occidente, aparece allí hablándole a un grupo de universitarios norcoreanos: "Somos la envidia del mundo. Podemos decir que Corea del Norte se está convirtiendo en el centro del mundo. Ustedes son muy afortunados". Y los estudiantes en la universidad Kim Jong-il -padre y antecesor del actual líder Kim Jong-un- sonríen entusiasmados.
Contrastes
Ya fuera de las herméticas fronteras norcoreanas y después de haber penado en el interior del país desayunando durante días y días lo mismo (kimji, un repollo macerado que es el plato tradicional coreano, carne, arroz, vegetales y sopa), Grieco tuvo una revelación: estaba obligada a escribir un libro. Le sucedió en Corea del Sur, un país que la hizo sentir como la Alicia pos país de las maravillas, la que tiene la posibilidad de penetrar el espejo.
"Estaba en Panmunjom hiperconectada con un módem portátil y a una velocidad delirante que no existe en la Argentina". Panmunjom es la aldea en la frontera coreana, símbolo de la división que establece el paralelo 38. "Estás en un lugar que es mitad pasado y mitad futuro. Lo notable en la península coreana es que allí no existe el presente. Esa frontera es como ver el reverso de todo, Alicia y el espejo, la foto y el negativo. Era una sensación de clara locura, y ahí me decidí a escribir el libro".
Haber pasado por Corea del Norte te convierte en una persona distinta, algo a lo que no termina de adaptarse Grieco. Su libro está escrito en una primera persona admirablemente pudorosa. Mirando al otro lado de la frontera desde el sur, la guía que la llevó a Panmunjom le hizo una pregunta directa: "¿Somos muy diferentes a ellos?". A Grieco se le puso la piel de gallina. Más impactante, incluso, fue que un funcionario del Ministerio surcoreano de Reunificación le preguntara "cómo es Corea del Norte". No extraña, entonces, que Florencia sueñe con que su libro sea traducido al coreano. Son pocos, muy pocos, los libros que retratan con cierto nivel de profundidad lo que sucede en el oxímoron que es esa dinastía comunista.
Ejercitar la memoria
Grieco amplía la descripción. "Dinastía comunista hereditaria nuclear y pop. Una locura. Y un país que te devuelve la memoria, porque en el primer viaje creí que no podía usar el teléfono ni para sacar fotos, aunque estuviera sin señal. Así es que iba todo el día haciendo ejercicios mnemotécnicos, encadenaba una serie de palabras para recordarlas después, ya que no podía tomar notas. La memoria se potencia en Corea del Norte, crece. Es lo único de lo que podés valerte. Es genial, te lleva a un estado pre-Internet. En el segundo viaje, en 2017, me di cuenta ya de que podía tomar notas en el teléfono simulando que archivaba mis fotos". Porque en algo evolucionó el régimen de los Kim: ya no hay que entregar los celulares y las cámaras de fotos al ingresar al país, solo evitar cualquier aparato que tenga un GPS activado.
¿Tuvo miedo? "No, aunque quizás fui un poco inconsciente. La verdad es que si no te apartás de las reglas que ellos te imponen no corrés riesgos". ¿Llegó a divertirse, es posible pasarla bien en Pyongyang? "Por las tardes vas a cervecerías propiedad del Estado con un cupón. Es una especie de after office en el que todos toman mucho. Y la verdad es que la cerveza es muy buena, porque es mucho menos industrial que la china. Las variedades son sencillas. Hay cerveza 1, cerveza 2, cerveza 3? Hasta siete variedades".
En la capital, los norcoreanos juegan al bowling y se juntan en los parques al son de música patriótica pop y versiones instrumentales de Rocky. En el interior, la vida es muy diferente, mucho más sacrificada y escasa en opciones.
Invitada a disertar por el CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales), Grieco es ya una fuente de consulta en temas norcoreanos. Admira al presidente surcoreano, Moon Jae-in, un abogado liberal y especialista en derechos humanos ("su habilidad para lidiar con Trump y Kim al mismo tiempo fue notable") y coincide con lo que Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) y clave en la pacificación de la península, dijo el mes pasado a este diario: "Es una persona muy bien informada. Y sabe bien lo que quiere".
Florencia suscribe cada palabra del alemán y vuelve a Alex Lee, el espía norcoreano que pertenece a la elite del país, ya que vive del lado chino y hace jugosos negocios: "No voy a aceptar a nadie más en mi Facebook, pero de vez en cuando entro y miro si Alex está ahí. Lo miro y no hago nada".