COP 28: de la esperanza inicial a la insuficiente formalización de compromisos
La ciencia es cada vez más concreta en relación al negativo impacto del aumento de la concentración de gases con efecto invernadero en la atmósfera de nuestro planeta. Las estadísticas meteorológicas nos sorprenden año a año incorporando récords de temperaturas máximas mundiales. Pero si la ciencia no nos convence, la naturaleza nos brinda datos reales, como sequías recurrentes e intensas, tormentas inusuales, inundaciones catastróficas y modificaciones en los patrones estacionales del clima en diversas partes del planeta.
En el mismo período en el que se incrementaron los efectos negativos del cambio climático, las poblaciones de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces han disminuido un 69% desde 1970, de acuerdo al Informe Planeta Vivo de WWF, mientras que según el Ipbes alrededor de 1 millón de especies de animales y plantas se encuentran en riesgo de extinción a nivel global. Es muy probable que estas tendencias estén vinculadas con el cambio climático.
Para intentar modificar este comportamiento destructivo de nuestro planeta, y por ende de nosotros mismos, hace 28 años que los países signatarios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático se reúnen para evaluar acciones futuras, anunciar compromisos y medir resultados. Pensemos en una persona de mediana edad que se entera que es hipertensa y tiene altos índices de glucosa y colesterol en sangre, e inicia un cambio de hábitos para mejorar su expectativa y calidad de vida: eso es lo que busca la Convención. Promover un cambio global de hábitos para mejorar la salud de nuestro planeta, el único que conocemos en el que nuestra especie y las otras con la que lo compartimos podemos sobrevivir.
La ciencia también ha determinado claramente que los dos principales factores de emisión de gases de efecto invernadero son: a) la generación de energía, a partir de quemar combustibles fósiles y b) la forma en la cual producimos, consumimos y desperdiciamos nuestros alimentos. En este sentido, la COP 28 realizada en Dubai y presidida por los Emiratos Árabes Unidos, comenzó con el pie derecho. Algunos de los logros incluyen el anuncio de la constitución del Fondo pérdidas y daños, el compromiso de más de 150 países firmando la declaración sobre agricultura sustentable, sistemas alimentarios resilientes y acción climática, y el acompañamiento de unos 200 actores no estatales del llamado a la acción para la transformación de los sistemas alimentarios para la gente, la naturaleza y el clima. Siguiendo con las declaraciones extraoficiales a las discusiones de la Convención, 117 países, incluyendo la Argentina, acordaron triplicar las energías renovables y reducir los combustibles fósiles.
A pesar que la declaración final de la COP 28 compromete a iniciar la transición de los combustibles fósiles para alcanzar la neutralidad de emisiones al 2050, no asume el compromiso de abandonarlos. De hecho, mantiene la puerta abierta para el avance de la exploración y explotación, así como para el uso de los denominados combustibles de transición. Los sistemas alimentarios solo han sido incluidos como relevantes en los procesos de adaptación, pero no en los de mitigación. Es decir, no se menciona la importancia de avanzar en un sistema alimentario sustentable, que no deforeste o convierta ambientes naturales y que no genere desperdicios. Como esa persona de edad media que tiene un diagnóstico claro, pero decide esperar al próximo lunes para cambiar sus hábitos, la comunidad internacional deja para la COP29, a realizarse en Azerbaiyán, el avance en los compromisos que permitan al planeta mantener el aumento de temperatura por debajo de 1.5 °C y cumplir con el acuerdo de París.
Si bien ha habido importantes avances, los mismos no estuvieron a la altura de las expectativas iniciales, ni acordes a la necesidad de la urgencia climática y de pérdida de biodiversidad. Mientras tanto, el planeta se sigue degradando, con él la calidad y expectativa de vida de todos los organismos que lo co-habitamos. Desde la Fundación Vida Silvestre Argentina reforzaremos nuestro trabajo para lograr que estos pequeños avances en los compromisos se transformen en una clara y contundente acción climática.
Director general de la Fundación Vida Silvestre Argentina