Consensos y visión en política exterior
En general, y particularmente en tiempos de crisis, es crítico generar los necesarios niveles de consenso para implementar una política exterior creíble en el corto y mediano plazo, y que sea lo suficientemente coherente en el tiempo. Para esto es fundamental expresar una visión clara, ambiciosa y realista. A su vez, es importante tener mecanismos que permitan corregir esta visión ante cambios en el nivel internacional, o riesgos inherentes a su diseño,
Un ejemplo es el de Charles De Gaulle en 1958, que llegó al poder en un momento de gran desunión nacional, luego de la descolonización. Él creía que Francia no podía ser Francia si no pensaba en grande, y diseñó una política exterior sobre la base de esa “grandeza”. El primer objetivo era asegurar la independencia y la autonomía nacional, en un mundo dominado por los “anglo-sajones”. Así, trabajó en pos de la unidad europea y la reconciliación con Alemania, impulsando la Comunidad Económica Europea. Sin olvidar la relación con Rusia, al afirmar que Europa se extendía del Atlántico al Ural. De Gaulle creó también una fuerza estratégica nuclear como instrumento de autonomía y grandeza. A su vez, creía en dar apoyo a empresas industriales francesas para que sean modernas y competitivas en el nivel mundial. En la concepción de su estrategia internacional, De Gaulle –según Jean Lacouture– no temía entrar en los detalles, sabiendo que, por más seductoras que sean, las ideas no prevalecen si su aplicación no es creíble. Esta política se mantuvo, con variaciones, durante décadas, y fue implementada hasta por gobiernos socialistas, como el de François Mitterrand.
Otro ejemplo de construcción de consensos es el iniciado en Australia en 1983 –bajo el ministro laborista Paul Keating–, luego de una prolongada crisis económica. Esta visión aunaba la intención de abrir y hacer más competitiva su economía, y de integrarse más al sudeste asiático, dirigiendo sus exportaciones a esa región, y en particular a China. Esta reorientación hacia Asia se realizó a pesar de ser un aliado militar de EE.UU. y se mantuvo durante décadas. Sin embargo, ciertos mecanismos de corrección funcionaron luego de que China penalizó con tarifas de hasta 218% a las importaciones de vino australiano, por el pedido de explicaciones sobre el origen del Covid 19. En adición a repensar su relación económica con China, Australia juega ahora un rol más activo en el QUAD –alianza con Japón, India y Corea del Sur–para asegurar la libre navegación en el Indo-pacífico, y es miembro del flamante grupo Aukus, una alianza militar con EE.UU. y el Reino Unido.
Un tercer ejemplo es el de la Ostpolitik –política hacia el Este– en Alemania, surgida durante la crisis permanente de la Guerra Fría. Este acercamiento político y económico hacia Alemania oriental y a la URSS/Rusia, fue concebido por el Kanzler Willy Brandt –socialdemócrata– y su colaborador Egon Bahr, e implementado desde 1969. Luego se convirtió en una política de Estado, que ayudó a lograr la unificación alemana. Más recientemente Gerhard Schroeder y Angela Merkel mantuvieron buenas relaciones con Vladimir Putin, y consecuencia de esto fueron los gasoductos Nordstream 1 y 2, que acentuaron la dependencia de Alemania del gas ruso. Como existía casi un absoluto consenso en el apoyo a la Ostpolitik, ni aun después de la anexión rusa de Crimea en 2014, surgieron mecanismos de corrección a esta política que, ante la invasión rusa a Ucrania, demostró sus riesgos inherentes.