Reseña: Correo literario, de Wislawa Szymborska
Consejos para no llegar a ser escritor
Wislawa Szymborska (1923-2012) recibió el Premio Nobel de Literatura en 1996 y lo primero que confesó en su discurso ante la Academia sueca fue que muy raras veces se había pronunciado acerca de la poesía, por tener la ligera sospecha de que para eso no era buena. Lógicamente, en aquel momento nadie se atrevió a contradecirla. Pero hoy, con la publicación de Correo literario o cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor sabemos que la primera dama de la lírica polaca estaba mintiendo.
Correo literario es una compilación de las mejores respuestas a escritores principiantes redactadas por Szymborska en la sección homónima de la revista Vida literaria. Son cartas breves escritas en la primera persona del plural porque, según explica la autora, "como era la única mujer en el equipo, si hubiera utilizado las formas femeninas, habría sido identificada inmediatamente." Puede que el anonimato haya sido el secreto de la genialidad de estas contestaciones que constituyen en su conjunto una suerte de taller literario intensivo.
Lo que sorprende de Szymborska es la velocidad con que va al hueso de la cuestión. Sus cartas son dardos envenenados que arroja contra los vicios recurrentes de la escritura –el viejo truco de corregir a uno para amonestar a cientos– sin importarle que el ego del destinatario quede herido de muerte. Todo esto con una economía y una elegancia despiadadas. "Si hay que desalentar a alguien, que no le queden dudas", parecería ser la premisa de la polaca incorrecta, que asegura que "el talento literario no es un fenómeno de masas" y que Rimbaud terminó siendo una mala influencia, por hacer que los jóvenes creyeran que cualquiera podía escribir un poema sublime a los dieciséis años.
Szymborska escribe contra la grandilocuencia, los diálogos anticuados, la adjetivación profusa, las fábulas que ni siquiera se molestan en buscar animales que no haya usado Esopo, la rima forzada, lo obvio, lo cursi: "Tenemos un principio. Todos los poemas sobre la primavera quedan descalificados automáticamente".
La autora de Saltaré sobre el fuego se burla abiertamente de los "sollozantes profesionales", los que critican a los críticos, los plagiadores y los atolondrados: "Nos ha dejado seriamente preocupados su intención de escribir los poemas directamente a máquina". Repudia, además, la desconsideración de los que envían poemas sin traducir, con letra ilegible o pésima ortografía, y se preocupa por disuadir a los ingenuos, los que escriben pasados de copas y los que piensan que para recibirse de escritor alcanza con viajar por el mundo o tener buenas intenciones: "A menudo, nuestros jóvenes corresponsales se indignan cuando se enteran de que sus poemas sobre la reconstrucción de Varsovia o la tragedia de Vietnam pueden no ser buenos".
Su cruzada está a favor de lo sobrio, el respeto de la gramática y las reglas de juego de toda narración. Recomienda trabajar duro, ser paciente, crítico con uno mismo y tener sobradas lecturas. Aunque sabe que sus consejos no pueden asegurarle nada a nadie, porque "el talento… Algunos lo tienen, y otros no lo tendrán nunca".
Al advertir que el destino del escritor no es el de una estrella de rock y que la pobreza es más ubicua que el Nobel, Szymborska se transforma sin querer en una vehemente orientadora vocacional y exhorta a no desertar la universidad por la poesía: "Con poemas como los suyos está empapelado el infierno de los poetas. ¿Y además, abandonar qué? ¿Medicina? ¿Los estudios de Friedrich Schiller?"
Es curioso que Szymborska no haya recibido en vida ningún galardón de Greenpeace. Porque gracias a su afán por desmotivar a escritores mediocres, la tala de bosques, al menos en Polonia, debe haber medrado considerablemente.
Correo literario
Por Wislawa Szymborska
Nórdica. Trad.: A. Murcia y K. Moloniewicz. 170 págs./ $ 970