Congreso 2020: clave para la reconfiguración del poder
Por Lorena Zapata y Doris Stauber, directoras de la Agencia Esfera Pública
A partir del resultado de las elecciones del domingo 27, pareciera ser que sabemos cuál va a ser la correlación de fuerzas legislativas con la que se encontrará el presidente electo, Alberto Fernández, a partir del 10 de diciembre. Sin embargo, la reconfiguración del poder dentro de las cámaras recién empieza, y suscita más preguntas que respuestas: ¿qué características adoptará el Congreso 2020?, ¿podrá el Frente de Todos (FDT) mantener la misma sintonía que tuvo en la campaña electoral?, ¿logrará construir una mayoría propia?, ¿funcionará entonces como una escribanía?, ¿será el Congreso una instancia de control, o de des-control?, ¿qué rol le tocará jugar a la oposición?
A partir del resultado electoral, se espera que en los próximos meses el Congreso atraviese una etapa de reconfiguración del equilibrio de poder, con intensas negociaciones al interior de cada espacio político -en un primer momento para la repartición de los puestos de toma de decisiones, y luego para arribar a acuerdos para la sanción de leyes- y también extra-bloques. No hay dudas de que el peronismo volverá a tomar las riendas en ambas cámaras, pero no con las mismas características a las que el kirchnerismo nos tuvo acostumbrados durante sus 12 años de gestión.
El nuevo gobierno tendrá una virtual mayoría en ambas cámaras, pero por lo menos al principio, esa sumatoria no será automática, dócil ni obediente, ni podría esperarse de los legisladores que van a responder al Ejecutivo un adoctrinamiento liso y llano. Esto por dos razones: por un lado, porque Alberto aún tiene que construir su propia base de poder, y por el otro, porque detrás de esa imagen de "peronismo único" hay una gran amalgama de vertientes que defenderá sus intereses propios.
Ahora bien, cabe preguntarse cómo estarán compuestas esas mayorías. Si bien el FDT fue la fuerza política que logró el mayor número de bancas en la elección (64), no sumó ninguna respecto de la cantidad que ponía en juego: si engrosará sus filas a partir del 10 de diciembre será en función de realineamientos entre legisladores con mandato vigente, hoy enrolados en el viejo interbloque de Argentina Federal. De todos modos, el Frente de Todos lograría imponerse como la primera minoría de la Cámara de Diputados, pero no tendría quórum propio, por lo que necesitará de aliados para aprobar las leyes que necesite para llevar adelante su gestión.
En total, este nuevo oficialismo que agrupará a kirchneristas, camporistas, peronistas, massistas, sindicalistas y dirigentes de centro izquierda sumaría unos 124 votos. Al interior de este espacio, La Cámpora y el cristinismo puro congregarían a unos 40 dirigentes identificados en forma directa con el núcleo duro del FPV y reclamarán protagonismo en nombre de "los votos de Cristina". En tanto, compartirán el espacio con casi el mismo número de legisladores referenciados en gobernadores e intendentes —42— que, más allá de su afinidad ideológica, representarán intereses territoriales, y que podrían convertirse en el primer reducto del "albertismo".
A estos se sumarán dirigentes del PJ más tradicional, con unos 11 votos entre exgobernadores y dirigentes partidarios con peso político propio, como José Luis Gioja y Daniel Scioli; unos 9 sindicalistas —de los gremios docentes, bancarios, plásticos, comercio, judiciales, curtidores y del peaje—; unos 12 massistas —que potenciarán su rol en la cámara aspirando a puestos de decisión estratégica, más allá del número de legisladores propios—; y cuatro representantes de los movimientos sociales, que contarán con la presión en la calle como su principal herramienta negociadora y que articularán sin perder su identidad —Movimiento Evita, Libres del Sur, Patria Grande—, entre otros.
En el Senado, en tanto, el peronismo unido tendrá el control total del recinto y quórum propio para impulsar su agenda, con Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza. Aquí, el sistema de distribución de escaños premia con dos asientos a quien saque el mayor número de adhesiones y con el tercero al que le siga en votos. Con el resultado del domingo, el FDT y sus aliados lograría un aumento exponencial del número de bancas que le daría un total de 39 senadores, dos más que los necesarios para iniciar una sesión.
Al interior de ese gran bloque, el cristinismo puro nuclearía a unos 20 legisladores, incluyendo 7 cámporas. ¿Qué rol tendrá entonces la expresidenta? Es difícil saberlo a ciencia cierta, pero hay un dato que es insoslayable: será la primera vicepresidenta que llegará al Senado con un indiscutible y fervoroso apoyo popular propio. Será la encargada de presidir las sesiones, votará en caso de empate pero no podrá dar discursos. Podría tener un rol activo en las reuniones de labor parlamentaria o delegar esa tarea en el presidente provisional, pero de lo que no queda duda es de que su influencia trascenderá los límites de la Casa.
Dentro del Frente de Todos, a este núcleo duro kirchnerista se sumarán otros 19 senadores que trabajarán prioritariamente para sus jefes territoriales: los zamoristas de Santiago del Estero, los formoseños de Insfrán, los pampeanos de Ziliotto-Verna, y los senadores que responden al misionero Carlos Rovira, entre varios otros que en la recta final hicieron activamente campaña por Alberto Fernández.
Por otra parte, el resultado de las elecciones dejó a la futura oposición mejor parada de lo que se esperaba tras las PASO. Primero deberá atravesar su propio proceso de reconfiguración interna y saldar deudas pendientes de la campaña para adaptarse a su nuevo rol, pero logró el caudal de votos suficiente para mantener una bancada de peso y transformarse en una oposición competitiva.
Cambiemos hizo una mejor elección que en agosto y en Diputados sumó 9 bancas en términos absolutos. Por tanto, a partir del 10 de diciembre tendría un bloque de unos 118 diputados. El actual oficialismo dio vuelta la elección en Entre Ríos, Santa Fe, San Luis y Mendoza, mientras que amplió su ventaja en la Ciudad de Buenos Aires y Córdoba. También logró una banca por Catamarca –no previsto según los resultados de las PASO-, que beneficiará a la Coalición Cívica.
Si logra mantenerse unida, la nueva oposición tendrá que coordinar posiciones entre los 50 legisladores plenamente identificados con el PRO y los principales líderes del espacio —Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y/o María Eugenia Vidal—, los 48 radicales —que reclamarán protagonismo entre las autoridades de Cámara, bloque y comisiones sopesando victorias y derrotas de la contienda electoral— y los 14 "lilitos" que, según se supo, ya no contarán con la guía de la histórica Elisa Carrió para librar las batallas más duras contra el FDT; además de algunos monobloques —como el que podría formar el cordobés, Luis Juez— y diputados provenientes del PJ -como el tucumano Domingo Amaya y el riojano Felipe Álvarez—.
En el Senado otra es la historia. Allí Cambiemos tendrá poco margen de acción, dado que sumaría 27 bancas, una docena menos que el Frente de Todos. Pero a diferencia de Diputados, la UCR doblaría en representantes —16— a sus socios macristas —8—, y buscaría alzar esa bandera para encabezar el armado opositor.
El reparto de bancas en el próximo Congreso, entonces, será un fiel reflejo de la polarización que atraviesa a la sociedad. El espacio restante para cualquier partido de centro es ínfimo. Tales expresiones, unos 13 diputados en total, se dividen entre una oposición ideológica —como la del Socialismo—, referentes del peronismo crítico —como Graciela Camaño o los legisladores del Schiarettismo— y otras fuerzas de anclaje territorial, decidirán su voto ley a ley, aunque a priori, con mejor sintonía con el FDT. En el Senado, el espacio de centro lo coparían unos 6 legisladores, que son dirigentes ligados a partidos provinciales —como Alberto Weretilnek de Juntos Somos Río Negro—, al PJ más cercano a Consenso Federal —como el catamarqueño Dalmacio Mera—, y legisladores de escasa presencia parlamentaria, que de tener participación activa, lo harían cercanos a los intereses de Alberto Fernández, como el expresidente Carlos Menem y el santafesino Carlos Reutemann.
Así las cosas, y cuando todavía falta un mes para la asunción de los diputados y senadores electos, podemos avanzar una serie de conclusiones: descartamos que —al menos en un principio— el Congreso funcione como una "escribanía", dado que los bloques deberán saldar primero sus diferencias internas y, el albertismo, construir sus propias lealtades. La heterogeneidad del armado del FDT obligará a Fernández a articular con una multiplicidad de referentes legislativos, no obstante, la cómoda mayoría en el Senado y la supremacía en Diputados lo dejará a muy poco de garantizarse la sanción de leyes; y más importante aún: gozará de una suerte de "blindaje legislativo", con ventaja en la integración de las comisiones y presidencias estratégicas, incluyendo las Bicamerales de control o des-control.