Congelar precios es un acto de fe
“Coño: estos son unos gilipollas”; el catalán Gutiérrez-Rubí, asesor de campaña del Gobierno, está enojado con el Frente de Todos; Día de la Lealtad y política económica, en el ojo de la tormenta
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Con acento y léxico españoles, el improperio se suaviza un poco. Tampoco tanto. “Coño: estos son unos gilipollas”: el catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de campaña del Gobierno, está enojado con el Frente de Todos. Dice en la intimidad que no acatan sus consejos, que cada referente va a tientas para el lado que supone adecuado y que todo termina en lo obvio, el caos. Él es exactamente lo contrario: estructurado y metódico. Si propone, por ejemplo, que a las 14.02 todos publiquen en Twitter algo sobre un tema determinado, ¿cómo puede ser que salgan de manera desordenada y con mensajes contrapuestos? Todavía no lo entiende.
Gutiérrez-Rubí debió haberlo aprendido antes. En 2019, cuando asesoraba a Sergio Massa, ya se exasperaba porque el líder del Frente Renovador llegaba tarde a las reuniones. “Es que Sergio es ingobernable”, explicó un massista que confirma el humor del catalán: “Está recaliente”. El cuestionamiento es ahora más abarcador. El consultor se queja, por ejemplo, de que algunas de sus ideas no se aplican de manera correcta. La más elemental: había recomendado que Alberto Fernández se mostrara dispuesto a escuchar, pero el modo en que el jefe del Estado terminó saliendo en las fotos y los spots –anotador y birome en mano– le parece burdo porque, dice, se ve hasta lo que está escrito en la hoja. Difícil que la imagen tenga algún efecto. Un líder sindical coincide en la observación: “Es que cuando uno es el jefe y recibe en una reunión un reclamo de alguien, la respuesta natural debería ser convocar a un colaborador y encargarle que se ocupe del problema. Pero el que anota tiene que ser siempre el colaborador, no uno mismo: de lo contrario, parece que te estuvieran dictando”.
Y eso que, en la campaña anterior, Gutiérrez-Rubí estaba encantado con algunos candidatos. Con Kicillof, por ejemplo. Ahora, en cambio, no comparte ni siquiera la designación de Aníbal Fernández en el gabinete: considera que es volver al pasado. No fue esa la única objeción al ministro de Seguridad. Esta semana, después del escándalo por el mensaje a Nik en Twitter, referentes de La Cámpora se sumaron a las críticas.
En el Frente de Todos le endilgan al estratego cierta ingenuidad. “Quiere aplicar recetas que le dieron resultado afuera, pero acá es distinto”, dijo un funcionario. El manual de campaña en cuestión incluye también una sugerencia compartida desde hace tiempo por otros analistas de opinión pública: en general, las manifestaciones callejeras no aportan votos nuevos en ninguna parte del mundo, sino que, en el mejor de los casos, apenas alcanzan para afianzar los propios. Se entiende entonces el malentendido en derredor del acto del Día de la Lealtad, que el Gobierno en un principio pensaba hacer el domingo, después pasó para el lunes y finalmente regresó a la fecha original. “Coincide con el Día de la Madre y todas las familias argentinas van a celebrar esa fecha. No habrá movilización el 17, lo que estaba previsto no será así”, había dicho el martes el jefe de Gabinete, Juan Manzur. En el kirchnerismo no estaban de acuerdo. “Yo voy a ir: hay una voluntad del conjunto de la militancia de participar”, dijo horas después Andrés Larroque a Radio El Destape. Y, casi en simultáneo, Hebe de Bonafini admitió en radio AM 750 que la postergación le había dado “un poquito de vergüenza”, principalmente porque Alberto Fernández elegía celebrarlo con la CGT. “Es no entender lo que es el peronismo, o el kirchnerismo, como lo quieras llamar. Me dio tristeza. Pero, bueno, cada uno elige con quién le gusta estar. El Presidente elige los ricos, le gustar estar con los ricos: quiere los Gordos de la CGT en lugar de tanto sindicato que hay, tanto compañero que hay. Ni los conoce. Si yo le pregunto al Presidente quién es Atilra [la Asociación de Trabajadores de la Industria Láctea], no sabe”, incomodó.
Las palabras de la líder de Madres de Plaza de Mayo dan en el centro de la interna oficialista. Entre “los ricos”, por ejemplo, podrían estar también los empresarios que ayer escucharon a Alberto Fernández en el Coloquio de IDEA. O los que almorzaron el martes con él, Massa, Manzur y Eduardo de Pedro en la Casa Rosada. Aunque no resolvió gran cosa, esa mesa sirvió al menos para distender la relación. “Podemos tutearnos”, propuso de entrada el Presidente, y Francisco de Narváez, el más locuaz, ensayó un chiste: “¿Podemos putearnos, dijiste?”. La broma, que no hizo gracia, anticipaba sin proponérselo la atmósfera de tensión del día siguiente, cuando Roberto Feletti convocó a ejecutivos de empresas y les dijo que se olvidaran de los acuerdos de aumentos de precios que tenían firmados con su antecesora en la Secretaría de Comercio Interior, Paula Español. La nueva propuesta, dijo Feletti, es congelar todo hasta el 7 de enero. Les dio tiempo hasta pasado mañana. Si no se entienden, agregó ayer, aplicará precios máximos.
Es cierto que ninguno de los ejecutivos había sido frontal en la reunión con Feletti. “Nadie quiere exponerse delante de 40 personas”, explicó uno. Pero la novedad cayó muy mal. “Lo estamos analizando”, dijeron a este diario en la cámara alimentaria Copal. A algunos sindicalistas tampoco les gustó la jugada. “Feletti es el kirchnerismo”, dijo uno de ellos. El acto que organizan para el lunes, el “de los ricos”, incluye a Hugo Moyano y es parte de una estrategia que excede el festejo del Día de la Lealtad y las elecciones. Pretende mostrar que hay un frente peronista sólido, capaz de copar las calles para lo que pueda venir en los próximos meses y, principalmente, dispuesto a dialogar con empresarios, gobernadores y hasta con la parte menos díscola de Juntos por el Cambio: Rodríguez Larreta, Gerardo Morales. “Una alianza estratégica con la oposición no golpista”, definió uno de los organizadores, que supone que el jefe de gobierno porteño estará interesado en evitar protestas callejeras. “A los troskos, en cambio, les conviene Macri porque con eso crecen”, agregó.
La movilización promete ser masiva. Solo la Uocra ya comprometió 500 colectivos para llevar manifestantes. Que el punto de encuentro sea la escultura Canto al trabajo, en la avenida Paseo Colón, el monumento en que 14 personas desnudas tiran con gran esfuerzo de una piedra, parece también símbolo de la discusión que quieren dar: ellos no piden subsidios y coinciden en que la Argentina que viene es ardua.
Es cierto que algunos de ellos están al menos convencidos de que el Gobierno podrá el 14 de noviembre remontar el fracaso de las primarias. “Lo veo bien”, se envalentona últimamente Moyano. Pero deberá ser en todo caso a pesar de una campaña errática y ambivalente. La estrategia oficialista se parece en ese sentido bastante a la que tiene para combatir la inflación: un acto masivo corre el riesgo de ser, como los congelamientos de precios, una iniciativa antigua y carente de resultados. Salvo en los 90, único período sin inflación, el país viene aplicando esos controles de una u otra manera desde 1958.
El cuadro da sustento a los adjetivos del catalán. Javier Otálora, el profesor del cuento de Borges, lo explicaría en palabras más amables: ser argentino es un acto de fe.