Conexión a costa de privacidad: el dilema irresuelto de las redes
Dos libros publicados en España (uno de ellos se convertirá en serie de TV) indagan en el costado oscuro de Facebook
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MADRID.- Facebook ha acaparado muchos titulares en los últimos tiempos. La reciente caída de sus sistemas durante unas seis horas mostró hasta qué punto somos dependientes de la red social y sus productos asociados, Instagram y WhatsApp. Las revelaciones de Frances Hauguen, la exempleada que testificó en el Congreso a propósito de sus filtraciones a The Wall Street Journal, prueban con documentos internos que los algoritmos de Facebook fomentan intencionadamente la discordia y que están diseñados para generar adicción.
La angustia mundial que provocó el breve apagón, de hecho, demuestra que los esfuerzos de la compañía por captar la atención de los usuarios (unos 3.500 millones sumando todas sus plataformas) y retenerla todo lo posible han sido exitosos. Sean o no válidos sus métodos, funcionan. ¿Por qué tiene tanto interés Facebook en mantener a los usuarios conectados el máximo tiempo posible? La respuesta está en el motor de lo que Shoshana Zuboff llama capitalismo de la vigilancia: la recopilación de datos. La economía digital se nutre de ellos; los procesa, refina y sirve a los anunciantes para que puedan personalizar su publicidad o a las empresas para que ideen nuevos servicios.
Dos recientes libros exploran qué consecuencias tiene para los ciudadanos la explotación de sus datos personales en la era digital. En Privacidad es poder, la filósofa hispanomexicana Carissa Véliz reflexiona sobre la grave intromisión en nuestras vidas que supone la existencia misma del capitalismo de vigilancia. Su diagnóstico es contundente: no podemos permitir que haya empresas cuyo modelo de negocio consista en extraernos datos y comerciar con ellos.
Manipulados, de las periodistas del New York Times Sheera Frenkel y Cecilia Kang, repasa la trayectoria reciente del que acaso sea el mayor exponente de este modelo: Facebook. El libro es el fruto de unas 1000 horas de entrevistas con centenares de fuentes, la mayoría empleados pasados o actuales de la empresa, que confirman lo que sostiene Hauguen: la cúpula de Facebook solo se preocupa de alimentar el crecimiento de la empresa. Lo demás queda relegado a un segundo plano. “Lo más chocante para nosotras fue ver cómo los altos ejecutivos de la empresa ignoraron todas las alarmas que daban diversos empleados sobre lo que estaba pasando”, comenta Kang por videollamada.
Nadie escuchó al jefe de seguridad de Facebook, Alex Stamos, cuando alertó de que tenía indicios de que agentes rusos estaban usando la plataforma para influir en las elecciones de 2016. Ni cuando Trump usó la plataforma para propagar desinformación o jalear a sus seguidores y animarles a tomar el Capitolio.
Aun con procesos antimonopolio abiertos en Washington y Bruselas y con su popularidad seriamente tocada, Facebook está ganando más dinero que nunca: cerró 2020 con un incremento del 58% en sus beneficios, que se elevaron hasta los 29.146 millones de dólares
Aun con procesos antimonopolio abiertos en Washington y Bruselas y con su popularidad seriamente tocada, Facebook está ganando más dinero que nunca: cerró 2020 con un incremento del 58% en sus beneficios, que se elevaron hasta los 29.146 millones de dólares. “Siguen ahí porque han sido capaces de crear una máquina tremendamente poderosa de hacer dinero”, señala Kang.
“Para seguir creciendo exponencialmente necesitan a la audiencia joven. Sus propias investigaciones internas les dicen que los adolescentes pasan conectados varias horas diarias”, explica Frenkel.
Si Manipulados fuera una novela, y de hecho se va a convertir en una serie de televisión, tendría dos personajes principales: el fundador y CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, y su directora de operaciones, Sheryl Sandberg. Esta última fue contratada en 2008 procedente de Google para que convirtiera lo que era una startup con pérdidas en una empresa rentable. Sandberg puso en marcha el giro de Facebook hacia la publicidad.
La compañía presentó hace un mes unas gafas inteligentes desarrolladas junto a Ray-Ban que incorporan en la montura dos videocámaras poco visibles. “Lo que me asusta más de eso es la agenda que hay detrás: que nos acostumbremos a llevarlas, a que nos graben todo el día”, sostiene Véliz.
En Privacidad es poder, la filósofa desarrolla la idea de que el negocio de los datos está erosionando la democracia. “No se nos trata a todos con igualdad, sino en función del valor de los datos que cada uno aporta; la sociedad se polariza cada vez más, porque el contenido que divide a la gente es el que mejor funciona. Si a eso le sumamos la propaganda política personalizada, las injerencias extranjeras en elecciones o el escándalo de Cambridge Analytica, tenemos motivos para preocuparnos”, concluye.