Conectividad y virtualidad: hacia una nueva educación
En el contexto de la pandemia, un tsunami entró por la ventana de las escuelas del mundo mientras estas dormían, poniendo de manifiesto las diferencias en la disponibilidad y el acceso a bienes y servicios digitales, tal cual ocurrió en distintos sectores de la sociedad.
Docentes, estudiantes y familias fueron compelidos a utilizar lo que tenían a su alcance para que el aprendizaje virtual suceda. Se hizo imposible ocultar los fracasos, las imprevisiones y la subvaloración que las autoridades, empeñadas en legislar para un sistema educativo del siglo XIX, habían dado a la posibilidad de una educación virtual y asincrónica. Desnudó que los bloqueos a la educación a distancia, como el expresado en la Ley de Educación Nacional en su artículo 109, resultaron miopes. La inexistencia de plataformas de educación virtual públicas previas a la pandemia, que el Plan Federal Juana Manso vino a mitigar, fueron una prueba más de ello. La formación docente no está a la altura, tampoco las autoridades ni la flexibilidad para distintos planes de estudio. Las distancias sociales que la escuela diluye con sus medios y equipamiento se acrecentaron en el aislamiento. Los menores recursos de algunos estudiantes afectaron sus aprendizajes, aún cuando la inclusión digital ha mostrado sucesivos avances.
Si queremos trascender la excepción de la pandemia para hacer de las aulas espacios transformadores, ¿cuán cerca estamos de contar con un acceso inclusivo a bienes y servicios digitales? ¿cómo debe adecuarse el sistema educativo para tomar ventaja de la educación a distancia? ¿cómo facilitar y promover experiencias transformadoras?
El acceso a bienes y servicios digitales es un factor fundamental y mensurable para la educación virtual, y nuestro país presenta indicadores muy superiores a la media del continente y del subcontinente, aunque aún regionalmente heterogéneos. A principio de año había más de 58 millones de celulares, 88% smartphones. El Indec señaló que 61% de los hogares urbanos del país tienen acceso a una computadora, aunque en CABA ese número es 80 %, en GBA 56%, mientras en el interior hay mínimos de 47%. El acceso medio a Internet es de 83 %, en CABA es 92%, en GBA 81%, pero en el interior toca mínimos de 71%, y en áreas rurales menos aún. Enacom expone diferencias en la velocidad de Internet fijo en Mbps entre provincias: un máximo en CABA de 59, 45 en Buenos Aires, el resto del país por debajo de 30, y mínimos inferiores a 10 en siete provincias.
Casi todos los argentinos acceden a Internet, aunque la mayoría desde smartphones. Por su tamaño y aplicaciones, esto representa hoy un obstáculo en el consumo y producción en contexto educativo. Pero limitantes como su pequeña pantalla serán en breve resueltos por tecnologías ya existentes y el teléfono se convertirá aún más en prótesis personal. La acción política y la tendencia del mercado educativo deberán resolver la adaptación de las aplicaciones.
Las encuestas de consumos culturales muestran la subutilización de los medios digitales educativos contra un mayor consumo de entretenimiento. Esto expone patrones culturales pero también la carencia de acciones concretas para promover espacios digitales educativos y despertar el interés de quienes ya poseen acceso y dominio de esas tecnologías. Es necesario impulsar el consumo y producción de contenidos, así como la multiplicación de la existencia y utilización de plataformas educativas virtuales, apareciendo diferencialmente en el presupuesto educativo.
En el futuro cercano, de la mano de tecnologías como el 5G y satélites cada vez más económicos, la conectividad será más reticular y capilar, permitiendo la interconexión de miles de dispositivos con Internet de las cosas (IOT), que nos acompañarán a todas partes. La computación en la nube brindará tanto conectividad como procesamiento con inteligencia artificial (AI) como función básica. ¿Pero hasta qué punto el surgimiento de nuevas prestaciones no empujará más allá los estándares básicos de las necesidades tecnológicas, ampliando nuevamente la brecha como ha ocurrido hasta hoy?
El cambio vuelve obsoletos recursos físicos, humanos y políticos, y esto constituye una dificultad a vencer cuando la política y el cambio educativo presentan ritmos muy diferentes. Es clave formar capacidades y sistemas de innovación capaces de acelerar el cambio, por lo que se debe comenzar hoy con un nuevo marco legal que permita experiencias educativas innovadoras capaces de iluminar la huella en un camino oscurecido por la inercia de una pasada y rica historia.
Ya es hora de que el Estado y la sociedad civil multipliquen sus esfuerzos para garantizar el derecho a usufructuar al máximo el progreso tecnológico a todos los argentinos, transformando la triste circunstancia de esta pandemia con la experiencia de alumnos, familias y docentes que al ritmo de la virtualidad impulsan a la sociedad a caminar hacia una nueva educación.
Nueva Educación - Belgrano Day School