Con nombre y apellido
"Se nos está acabando el tiempo. Se están muriendo los sobrevivientes. Ustedes en la Argentina también pueden ayudar: necesitamos nombres". Fue casi un ruego. La guía del museo de Yad Vashem, el Museo del Holocausto de Jerusalén, le habló así a un grupo de periodistas argentinos en la Sala de los Nombres. Fue debajo de esa célebre cúpula iluminada, donde el silencio es atronador y donde el dolor se vive en toda su dimensión.
Es allí donde están reunidas las Hojas de Testimonio, los formularios con los que se busca restaurar la identidad de millones de víctimas. El objetivo del proyecto es elocuente: "Para cada ser humano, un nombre". Son las lápidas simbólicas.
Hay un número, sagrado: seis millones. Pero en Yad Vashem están identificadas, con nombre y apellido, cuatro millones y medio de personas. Faltan muchas, demasiadas.
Yad Vashem significa "memoria y nombre". Entre las principales misiones del museo está la de eternizar a cada una de las víctimas. Que dejen de ser anónimas.
Algo así como lo que sucedió en las Malvinas. Desde ayer, 90 soldados ya no tienen una placa que dice "Soldado argentino solo conocido por Dios". Tienen nombre y apellido. En el caso de la Argentina, tardó 36 años.