Compromiso electoral 2023: una respuesta
Gustavo Noriega interviene en la discusión pública con una nota contra la declaración de Compromiso Electoral 2023 y sus promotores: “se acordaron tarde de ‘defender la democracia’”, dice. Lo primero es saber de qué se trata. La declaración aludida puede leerse en https://compromisoelectoral2023.blogspot.com/ Fue lanzada por 26 firmas convocantes y ha recibido más de 1000 adhesiones, de modo que expresa el parecer de un conjunto heterogéneo de ciudadanos, con diferencias de formación, trayectoria, ideología y posiciones políticas.
Menciono algunos de las personas que acompañan la declaración. De la política: José Ignacio López, Julio Bárbaro, Elva Roulet, Manuel Garrido, Antonio Bonfatti, Juan Carlos Zabalza, Alicia Ciciliani, Juan Manuel Casella, Rubén Lo Vuolo, Carlos Mas Velez, Santiago Cantón, Raúl Alconada Sempé. De los medios: Martín Caparrós, Rogelio Alaniz, Astrid Pikielny, Carlos Gabetta, Eduardo Fidanza, Oscar Muiño, Damián Toschi, Raquel San Martín, Eduardo Aulicino. De la cultura: Alicia Dujovne Ortiz, Emilio Garcia Whebi, Martín Bauer, Gabriela Massuh, Américo Castilla, Esteban Buch, Katja Alemann, Juan Villegas, Diana Dowek, Jorge Goldenberg, Alejandro Tantanian, Santiago Amigorena. De la academia y el campo intelectual: Claudio Ingerflom, Juan Gabriel Tokatlian, Mario Albornoz, Pablo Gerchunoff, Saúl Sosnowski, Diana Maffía, Javier Auyero, Vicente Palermo, Isidoro Cheresky, Carlos H. Acuña, Gonzalo Aguilar, Gerardo Munck, Roberto Di Stefano, Andrea Giunta.
No se puede ignorar lo que muchos, de los promotores y de los firmantes, han escrito en los últimos veinte o treinta años sobre la democracia argentina, pero aquí y ahora lo que debería estar en el centro del debate es un juicio sobre lo nuevo que surge en la escena política con el ascenso de Milei. La declaración se circunscribe a las próximas elecciones, propone un diagnóstico sobre la crisis presente, sobre las responsabilidades concurrentes de las dos coaliciones y rechaza que Milei puede ser una salida a esa crisis.
Lo primero que resalta es que la propia reunión de esas firmas constituye una anomalía en un campo político dominado por una división irreconciliable. Esa es, en todo caso, la novedad: juntarnos los que somos diferentes, los que hace años venimos discutiendo, y no votamos lo mismo. La propuesta apunta a los no votantes de LLA, admite las diferencias, llama a elegir la opción que se prefiera en la primera vuelta y propone un compromiso: en el caso de que haya segunda vuelta y si Milei participa, propone votar por cualquiera que lo enfrente. Noriega dice que llamamos a votar a Massa. O bien se le escapa que en la propuesta hay una lógica distinta del voto en la primera y en la segunda vuelta; o bien descuenta que Bullrich no llegará al balotaje.
Justamente, el pronunciamiento busca salirse de esa lógica de dos trincheras y la propia composición del grupo muestra que es posible eludir esa trampa. Pero la inercia de las representaciones antagónicas vuelve a meternos a la fuerza en ese ordenamiento del mundo político que para algunos, o muchos, parece inconmovible.
¿Supone Milei una amenaza para la democracia? Esa es la cuestión de fondo. Las razones que justifican ese diagnósitico han sido expuestas por Alejandro Katz. (https://www.lanacion.com.ar/politica/milei-no-por-que-nid21092023/) En síntesis, vemos una amenaza a las instituciones de la democracia y el riesgo de que el sistema republicano y representativo de gobierno sea sustituido por un régimen cesarista plebiscitario. Advertimos sobre las amenazas a la cultura democrática, al instalar en la esfera pública una dinámica de violencia verbal y la falta de voluntad de participar racionalmente del debate democrático. Finalmente, señalamos el riesgo de una impugnación del pacto fundacional de la democracia argentina, el pacto de los derechos humanos.
Hay un par de cuestiones en la intervención de Noriega que habilitan cierta discusión.
La cuestión de la seguridad y la reivindicación de la dictadura. El problema no es el acto organizado por la candidata Villarruel en la Legislatura que recordó a las víctimas de la guerrilla. La amenaza no está allí sino en las expresiones públicas de la candidata que repite las tesis de los jefes militares condenados en el Juicio a las Juntas: no hubo terrorismo de Estado, dice, sino una guerra y, en todo caso, excesos. Por otra parte, se anticipa que concentrará las áreas de defensa y seguridad, con el riesgo cierto de derogar un principio básico del pacto democrático, respetado hasta ahora, y que retorne una doctrina de la “seguridad interior” que se pone por encima de libertades y derechos.
El peligro es hipotético. ¿Habría que dejarlo gobernar y ver qué pasa? En los argumentos de Noriega, y de otros que se exponen públicamente cuando se celebra la formación de una “nueva mayoría”, se reconoce otra hipótesis: que una coalición de JxC con LLA pueda dejar atrás el país “populista”, una versión, reciclada, sin golpe de estado, de los objetivos, o las fantasías, de 1976. Lo que esa hipótesis deja de lado es que tal convergencia amenaza con sepultar el Consenso del Nunca Más que ha sido un cimiento de la democracia argentina; y que, por otra parte, puede desembocar en una catástrofe social y política.
En Francia, en 2002, la amenaza de un gobierno del Frente Nacional también era hipotética. Jean-Marie Le Pen nunca llegó a gobernar porque hubo una mayoría (que iba desde los conservadores, neogaullistas, republicanos, socialistas, comunistas y verdes) que se juntaron para votar contra él en la segunda vuelta. El candidato conservador, Jacques Chirac, ganó con más del 80% de los votos. Si se trata de proyecciones hipotéticas, la nuestra es explícita e incluye y pide un compromiso para la segunda vuelta.
Finalmente, acusa a todos de ser insensibles al dolor de Arturo Larrabure por el crimen cometido contra su padre con la sola evidencia de que algunos de los firmantes adhieron, hace cinco años, a una solicitada que consentía con la sentencia de la Cámara Federal de Rosario que dictaminaba la extinción de la acción penal en el crimen contra el Coronel Larrabure. La sentencia consideraba, de acuerdo con la jurisprudencia argentina, que no era un crimen de lesa humanidad.
La cuestión excede con mucho el objeto de una polémica sobre opciones electorales y toca la integridad moral de los involucrados. Exige, por lo tanto, alguna aclaración. El proceso penal se dirigía contra un único acusado, Luis Mattini, el único sobrevivente de la dirección del PRT/ERP, una organización cruel e ilegalmente exterminada, que tenía en ese momento 77 años. Yo firmé esa solicitada, porque me convencían los argumentos jurídicos e inmediatamente escribí sobre el caso; también lo hicieron otros. (Puede consultarse en https://lamesa.com.ar/foros/tema/el-caso-larrabure-la-justicia-la-violencia-y-las-responsabilidades-de-los-partidos-armados/) Dije que Mattini cargaba con responsabilidades políticas y morales por ese y otros crímenes. Pero habían pasado más de cuarenta años desde el episodio; ni su trayectoria, ni lo que escribió después o sus intervenciones públicas lo habían mostrado reivindicándolo. Dije que aunque la acción criminal contra Larrabure no encuadrara en la condición de imprescriptible, no se trataba de una muerte insignificante. Por otra parte, el propio fallo de la Cámara era muy claro en el juicio moral sobre el delito al que calificaba de “reprochable y aberrante”, “un suceso descalificable desde el plano moral, ético y humano y contrario a los principios e ideales que inspiran y fundan a toda sociedad civilizada, pluralista y democrática”. Pueden discutirse los fundamentos jurídicos restrictivos sobre la calificación de crímenes de lesa humanidad, que los restringen a la acción del Estado. Pero ni los jueces ni los que escribimos en ese momento mostramos insensibilidad con la víctima y con el dolor de los allegados.