Como Vladimir y Estragón, pero de la mano de Cristina
T odo lo que pasa es la espera de que algo pase. A eso nos acostumbró el kirchnerismo, que es fuga permanente, escape hacia gestas que no son tales y promesas que nos mantienen en la expectativa de algo que nunca llega, andando por los caminos de Pozzo como Vladimir y Estragón en su infructuosa espera de Godot. Quizá por eso es que ahora el calendario se nos ha llenado de fechas con nombre propio. Días que no son cualquier día, nos dicen, y que le dan sentido a la espera. El 7-D de la "liberación" mediática, el 15-D de la "liberación" de la Fragata, el 27-F de la "liberación" de los "fondos buitre"... pero las fechas del calendario kirchnerista son esperas que pasan y se convierten en nuevas esperas. Gestión de expectativas, diríamos si equiparáramos ciudadanos con consumidores. Y algo de eso hay. Somos consumidores de un relato que huye hacia adelante. Hacia la próxima gesta. Porque esto, esta Argentina, es futuro en estado puro. Expectativa y fuga. El presente (lo importante) por algún lado debe andar, pero mejor no detenerse a mirar.
Las fechas históricas solían recibir nombre propio una vez que habían pasado y se las podía considerar en una perspectiva -valga la redundancia- histórica. El pueblo de París no marchó a la Bastilla con las banderas del 14-J. Pero ese día los parisinos hicieron la revolución. Por eso parece extraordinaria nuestra capacidad: somos de los pocos -si no los únicos- que podemos ver venir la historia en el espejo retrovisor. De la mano del Gobierno vamos siempre un paso delante del futuro, inventándolo permanentemente, dotándolo de nuevos sentidos antes de que ese futuro nos alcance. Lo cual tarde o temprano se vuelve un problema porque el calendario nos dice otra cosa. Por ejemplo, que la sucesión de los días tiene un orden ineludible, y que no hay épica alguna en la rotación de la Tierra. Que al 7-D lo sucederá el 8-D, y luego el 9-D y el 10-D y así en adelante. Un día más, y otro y otro. Y del mismo modo al 15-D lo sucederá el 16-D, y luego el 17-D, el 18-D y así. (Hasta llegar al 21-D. Y ese día sí, a menos que los mayas se hayan equivocado, algo va a pasar. Y esta vez será algo histórico, sólo que no quedará nadie para contarlo.)
Pero esa monotonía no es para cualquiera. No es para el kirchnerismo, que necesita escapar del aquí y ahora y regalar promesas a militantes que son creyentes. El truco, como en la obra de Beckett, es la expectativa. El presente no importa tanto porque algo grande está por pasar.
Estragón dice, refiriéndose a Godot: "Ya tendría que estar aquí". Y Vladimir le responde: "No aseguró que viniera". Y el diálogo sigue:
Estragón: -¿Y si no viene?
Vladimir: -Volveremos mañana.
Estragón: -Y después pasado mañana.
Vladimir: -Quizá.
Estragón: -Y así sucesivamente.
Vladimir: -Es decir...
Estragón: -Hasta que venga.
Como comprueban Vladimir y Estragón, Godot se demora más de lo que hubieran deseado, pero siguen esperando. No tienen otra cosa que hacer, todo su presente es anticipo de algo que está por pasar. "Hoy no vendrá, pero mañana seguro que sí", les anuncia un muchacho. Como los mendigos de Beckett, estamos volcados hacia el futuro y a la espera de algo grande. Pozzo nos lo prometió.
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