Cómo una carta que se viralizó terminó siendo un exitoso libro
Luciano Olivera le escribió "Aspirinas y Caramelos" a su padre luego del descenso de Independiente; el rebote y la fama que tuvo el texto derivó en una serie de historias personales del escritor
De qué forma o qué método utilizar para superar la pérdida de un ser querido es una tarea difícil de descifrar. Luciano Olivera decidió ponerlo en palabras. El club atlético Independiente descendió a la segunda categoría del fútbol argentino el 15 de junio de 2013, pero unas semanas antes, este productor de televisión anticipó el declive del club de sus amores. Repleto de emociones, se sentó frente a la computadora en su casa y vomitó una catarata de sentimientos a la que llamó "Aspirinas y Caramelos". Era una carta dirigida a su fallecido padre, quien de chico lo llevó a la cancha y le mostró lo que era la pasión por fútbol.
La magia de las redes sociales e Internet hizo que la carta llegara a manos de Juan Pablo Varsky que, al leer la carta en la radio, viralizó las palabras de Luciano. Juntó con la carta, ese fue el puntapié inicial para que Olivera se decidiera a escribir el libro Aspirinas y Caramelos. "Único ser capaz de recibir tres Martin Fierro en remera y zapatillas. Productor, director, guionista, tiracables", así se presenta Olivera en Twitter. Café de por medio en una oficina que recuerda el estilo de la serie estadounidense Lost, Luciano le contó a LA NACION por qué decidió escribir un libro de historias cortas de su vida. "El disparador, fue la carta a mi viejo. Tuvo que ver con un momento emocional muy fuerte mío. Sentí una necesidad de llamar a mi viejo, que murió cuando tenía 12 años. De repente esa catarata emotiva empezó a aparecerse como historias más armadas y como tenía miedo de olvidármelas las empecé a escribir", explicó Luciano.
-¿Por qué decidiste escribir el libro? ¿Qué te llevó rememorar todas esas historias?
-El disparador, fue la carta a mi viejo. Yo por laburo escribo desde que tengo memoria. En mis programas, en general, soy el que crea las ideas y luego el que escribe los guiones. Eso me ha llevado a tener un ejercicio de escritura y la verdad se me da con cierta sencillez. Pero yo siempre decía que me sentía como Cyrano de Bergerac, que escribía para otros. Esta vez, con este libro el ejercicio fue para mí. La carta tuvo que ver con un momento emocional muy fuerte mío porque soy futbolero, entonces me puso a piel viva y sentí una necesidad de llamar a mi viejo, que murió cuando tenía 12 años. Quería que viniera, que volviera y me acompañara en ese trance. Yo creo que no había elaborado la muerte de mi viejo a pesar de muchos años de análisis y tenía muchas cosas tapadas, como recuerdos o sensaciones de fragmentos de historias. De repente esa catarata emotiva empezó a aparecerse como historias más armadas y como tenía miedo de olvidármelas las empecé a escribir, poniendo titulitos, un apodo, una cosa u otra. Cosas sueltas. Todo esto siempre después de la carta por el descenso, nunca se me dio por hacerlo antes.
-¿Cómo fue el día que escribiste la carta a tu viejo?
-Aspirinas y Caramelos se generó un día después de un partido, cuando me di cuenta de que Independiente se iba a la B. Prendí la compu en casa y ahí me puse a escribir eso, que fue como un vómito, sacar la tripa. No tenía dónde publicarlo y abrí un blog para eso (Hombre de Campo). Al día siguiente, en Twitter había algún movimiento, pero más tranquilo y unos días después la leyó Juan Pablo Varsky en la radio y se viralizó. En ese momento yo estaba dormido y el teléfono no paraba de sonar. Era gente que me escribía diciéndome que me ponga a escuchar la radio. Yo no tengo radio en casa y tuve que ir hasta el auto a escucharlo y cuando lo prendí Juan se estaba quebrando y fue muy emotivo para mí también.
-¿En qué momento te diste cuenta de que tenías material para un libro?
-La verdad que yo estaba haciendo un registro de memoria de lo que me acordaba y ni siquiera estaba hilado. Empecé a escribir las cosas que me iba acordando y de a poco le fui dando un poco mas de forma, más de postales, pero no sabía que estaba escribiendo un libro. Tuve mis ciertas dudas porque parecían mis memorias, pero me pasaba que a algunas las publicaba en el blog y la respuesta que tenía era de mucha identificación. Y ahí me dije capaz que tiene un sentido desde ese lugar, de que el otro se pueda apropiar de la historia y que se dé un diálogo. Y eso fue lo que me animó. Después, unos amigos que tienen esta editorial, un día vinieron y me trajeron una previa del libro con 10 hojas impresas y las tapas hechas. Y ese fue un lindo modo de demostrarme que efectivamente yo podía escribir un libro.
-La mayoría de las historias se desarrollan con cierta cronología, ¿cómo fue la decisión de armar los capítulos?
-El libro tuvo varias formas distintas, estuvo agrupado por barrios después las cambié por algo más cronológico que es medio como quedó. Pero la verdad que no fue escrito con una ilación, a veces anotaba una historia y cuando terminaba de escribirla me generaba una cercanía con otra cosa en el tiempo. Si querés ahí hubo una ilación natural. No la fui buscando. Igual creo que son pinceladas que se pueden leer aisladamente..
-Durante el libro te referís a tu padre cómo Rodolfo en vez de "mi viejo" o "mi papá", ¿por qué decidiste recordarlo así?
-Es interesante. Cuando él murió yo tenía 12 años, nunca le dije mi viejo. A esa edad se le dice papá. Cuando empecé a decir mi viejo fue más como un recuerdo de mi padre muerto. En "Aspirinas y Caramelos", en la carta, al final le digo viejo pero ya en un estado de emoción. Creo que hay un caminito de arrancar por la cosa más formal que fue un poco la relación que teníamos: mi viejo era un tipo más bien severo, duro. También era otra época. Era correctísimo, y estábamos lejanos en un punto. Y cuando más yo lo sentía compañero era con el fútbol. Nos abrazábamos cuando gritábamos un gol. No era común abrazarte con tu viejo cuando yo era chico y a la edad que él tenía. Además en particular el no era un tipo cariñoso. Entonces yo tenía una cierta situación más de respeto y lejanía. Probablemente, el "Rodolfo" que yo pongo es el recuerdo real de personaje que yo tengo en la cabeza y el viejo es una construcción posterior mía.
-¿El libro te sirvió para sobrellevar la pérdida de tu padre o creés que lo acercó un poco más?
-Creo que la escritura del libro me sirvió tanto como para tenerlo un poco más cerca como también para soltarlo. Mucho de lo que está escrito ahí, no estaba expresado. O estaba dicho en un análisis pero no estaba conversado. Tengo amigos muy cercanos que me dicen "che, yo no sabía tal cosa" y por ahí son importantes. Hay mucho que me costaba verbalizar. Y escribirlas e imprimirlas es un ejercicio que no tiene marcha atrás, ya está, estás entregado.
-Después de esta experiencia, ¿ tenés la idea de escribir otro libro?
-Tengo la idea. No creo que tome la escritura como un modo de vida, porque arranqué por otro lado y me gusta lo que hago. Pero me gusta el ejercicio y me parece que es un complemento lindo para poder ejercer la creatividad desde otro lado. Y lo que me pasó desde este libro, que es claramente muy autobiográfico y que requiere de ese combustible de historias propias que se agotan o pueden agotar al otro, fue empezar a inventar mundos. Y estoy en eso, estoy escribiendo. Es difícil ahora despegarse un poco de la presentación del libro y de su actualidad para enfocarme en algo nuevo. El desafío es que yo logre que la vibra emotiva o interesante que tuvo Aspirinas y Caramelos, la pueda tener en algo que no es mío. Creo que es más difícil y me está resultando súper interesante pero es un experimento.
-El prólogo te lo escribió Eduardo Saccheri, ¿cómo surgió eso?
-Fue una trampa. Con Eduardo nos conocimos después de la publicación de la carta, yo no lo conocía previamente pero si por supuesto lo había leído y tenía profundísima admiración. Nos conocimos después e hicimos una lindísima relación. Cuando estábamos armando el libro, los editores me preguntaron por el prólogo y quién me parecía que podía escribirlo. El primero que tiré fue el de Eduardo, pero no le quise decir porque me parecía un plomo pedirle a alguien que lea toda mi obra y quedamos en que después lo veíamos. Y un día cuando llegaron con la tapa impresa y ya estaba con la contratapa escrita por Eduardo. Me sorprendió mucho y me gustó muchísimo. Recomendar a alguien como él lo hizo, lo valoro muchísimo.
-Trabajaste en Canal 7 como director de contenidos y como productor en un par de programas, ¿cómo viste la apertura en los medios durante los últimos años y cómo crees que seguirá?
-Doce años en la vida de una empresa y de una persona es mucho tiempo. Yo creo que hubo una muy interesante apuesta en la creación de medios en donde se pudieron volcar cosas muy interesantes para contar y eso me parece que es muy rescatable. Encuentro, Paka Paka y Depor TV son canales que me parece que hacían falta. Celebro que se hayan hecho y cuando pude trabajar en ellos lo hice con absoluta libertad. Pero el mercado privado existe y una productora de televisión tiene que tener de las dos cosas. Te da una agilidad distinta y además no quiero ser una teta del Estado. Cuando dirigí Canal 7 durante dos años hice una experiencia que me llevó a tener mucho cariño por el canal público. Luego sí creo que después de 12 años no está mal que haya renovación y miradas diferentes.
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