¿Cómo podemos administrar la timidez y la vergüenza?
Todos tenemos rasgos de timidez. El problema surge cuando ésta se transforma en una inhibición que dificulta el conectarnos con los demás. Tenerle miedo a la gente se traduce en sentirnos incomprendidos, ponernos nerviosos, tartamudear al hablar, quedarnos callados para evitar decir algo inadecuado, aislarnos, etc. Todas conductas que conforman lo que llamamos “ansiedad social”.
Muchas personas viven situaciones de timidez, en especial cuando tienen que hablar en público, o están rodeadas de extraños, o se encuentran delante de gente de autoridad. Es así que presentan síntomas físicos, como tener el pulso acelerado, transpirar, hablar rápido, sonrojarse o, a nivel emocional, dirigirse a alguien sin mirarlo a los ojos, escaparse, sentir vergüenza, etc.
La timidez puede presentar distintos grados. Una persona puede ser menos o más tímida, hasta el punto de llegar a la ansiedad social. Cuando dicha ansiedad se desborda (la timidez ya no es manejable), se transforma en una fobia.
La persona tímida se asusta fácilmente y tiene cuatro miedos principales.
A saber:
- Miedo a decir o hacer algo que le cause vergüenza frente a los demás.
- Miedo a cometer un error y ser juzgado.
- Miedo a no saber qué hacer frente a una situación nueva.
- Miedo a lo que otros piensan de él o de ella.
En resumen, su miedo es a hacer el ridículo y sigue el siguiente circuito:
- Hay una situación x.
- Tengo miedo.
- Comienzo a analizarlo.
- Evito la situación.
- Eso me genera más miedo.
Aquí es necesario distinguir la timidez de la vergüenza. La vergüenza es la creencia dolorosa de que existe una deficiencia en uno mismo y dice: “Soy malo”; es una voz interna que descalifica, a diferencia de la culpa, que dice: “Hice algo malo”. Quien siente vergüenza cree tener un defecto y teme que lo abandonen. Como resultado, se oculta, trata de que nadie se dé cuenta, y eso limita su mundo psicosocial. Por lo general, la timidez y la vergüenza surgen de los “avergonzadores”, de aquellos que, para diferenciarse, se burlan del otro. La burla es una manera de expresar: “Eso te pasó a vos, no a mí. Yo soy más que vos, te gané”. La persona busca exacerbar la diferencia que cree tener a través de la burla.
¿Cómo podemos administrar la timidez y la vergüenza?
- Recurrir a la terapia cognitiva. Esta nos enseña que cometer un error no nos hacer “ser un error”. Si el error nos enseña es nuestro amigo; si no nos enseña es nuestro enemigo. Tenemos que desdramatizar y reconocer nuestros errores sin humillarnos. Podemos equivocarnos, pero eso no nos convierte en tontos ni locos.
- No cronificar nuestros errores. Toda vez que “catastrofizamos” el error, lo cronificamos.
- Dejar de dar examen en la vida. Si nos colocamos en el rol de alumno y consideramos al otro nuestro profesor, armamos una relación asimétrica donde siempre sentiremos que nos van a castigar.
- Cambiar la voz interna. Cuando la voz externa es de descalificación y coincide con la voz interna (lo que nos decimos a nosotros mismos), nos provoca dolor. No podemos cambiar la voz externa pero sí, la voz interna. Esta última debería ser de capacitación y no de destrucción, es decir, la voz del aprendizaje.
De hecho, los mejores líderes se forman luego de haber cometido grandes errores. Tengamos compasión de nosotros mismos, no nos transformemos en un “súper yo viviente” ni en una voz que nos castiga, porque tal actitud no nos permite aprender.
Para concluir, no olvidemos que no hay nada más variable que la opinión. Hoy pensamos una cosa y mañana, otra distinta. Nunca deberíamos minimizar la timidez, la ansiedad o la fobia social de una persona, ya que esta sufre y mucho. Para ser libres de estas emociones tóxicas, sigamos trabajando en nuestra fortaleza interna y alejémonos de los juzgadores profesionales.
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com