Cómo Hillary creó a Trump en Facebook
En contra de lo que decían las encuestas, el comportamiento en Facebook de las audiencias que seguían a Donald Trump hacía prever su triunfo. Esta columna, publicada en LA NACION el día anterior al sufragio, analiza cómo la estrategia de campaña de Hillary Clinton en redes sociales contribuyó con sus errores a expandir la presencia del candidato republicano y finalmente llevarlo a la victoria.
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Casi como un experimento seguí la campaña presidencial norteamericana sólo por redes sociales. Los artículos que leí siempre aparecieron compartidos por alguien. Nunca entré a la sección de un medio para ver encuestas o leer las opiniones de columnistas, ni miré reportes en televisión, aunque muchos de esos contenidos aparecieron en mi newsfeed de Facebook, en Twitter o alguien me los envió por Messenger, Telegram o Whatsapp. De ahí que no sé si lo que pienso sobre la campaña presidencial de Clinton y de Trump es correcto o incorrecto. Es sólo la estela que me dejó Facebook que se encuentra a punto de terminar.
No hay antecedentes suficientes para saber cuál es la relación que existe entre el éxito en Facebook de un candidato político y el resultado que obtendrá en un comicio. La popularidad en Facebook no es un predictor confiable de los resultados porque la publicidad puede producir una gran distorsión en los números. Un candidato puede destinar a Facebook un presupuesto mayor que el de su adversario y obtener de esa manera un gran número de fans y reacciones a sus posts sin que eso signifique una popularidad auténtica. Para el observador no hay manera de saber cuál es el origen del comportamiento de la audiencia. Un buen ejemplo de esto podría ser el caso del candidato brasileño Aécio Neves, que hasta el día de hoy supera en número de fans a Dilma Rousseff, pero que perdió la elección y evidentemente fue menos popular que ella.
Pero ahora que está por suceder la elección presidencial en los EE.UU., si Facebook funcionara eventualmente como un predictor confiable, podríamos estar seguros de que el triunfo de Donald Trump es inexorable. Por ejemplo, Trump supera de forma abrumadora a Hillary Clinton por más de 4.100.000 fans y sus posts son usualmente más exitosos que los de Hillary. Pero hay otros indicadores que exceden a los números, que demuestran que hay algo preocupante para Hillary en lo que se vio en las redes sociales en esta campaña.
Al parecer, la insistencia maníaca de Hillary en hablar sobre Trump ha sido un grave error. Es impactante recorrer los posts de la candidata uno detrás de otro y ver que casi hay más fotos de Trump que de ella misma, que el tema recurrente es Trump y no Hillary, que se habla más de la pesadilla que Trump significaría para ese país como presidente, de todo lo horrendo que haría Trump si triunfara, que de los sueños que podría encarnar Hillary y sus planes si ganara la presidencia. Incluso los apoyos que recibe Hillary, que se distribuyen por las redes de la candidata y de forma espontánea en Facebook y Twitter por personas que la apoyan, son sombríos, melancólicos, furiosos o apocalípticos. En el fondo esos mensajes no demuestran un apoyo honesto a Hillary, más bien expresan un intenso desprecio o temor a Trump, que no es lo mismo.
El sostenido desdén con el que desde el principio de la campaña la clase media cultural trató a Trump en las redes sociales creó su fortaleza. Esa actitud de superioridad banal manifestada en burlas e ironías terminó siendo la fuente de toda la energía comunicacional del empresario. Hagamos una prueba ¿Quiénes fueron los otros candidatos republicanos con los que Trump compitió en las primarias para llegar como candidato a la presidencia? Ya casi nadie los recuerda. Sus nombres de políticos profesionales se hundieron por la hipercomunicación de Trump.
Artistas, periodistas, creadores, deportistas, emprendedores, medios de comunicación, famosos de todo tipo, la élite cultural que apoyó a Clinton en las redes, basó su apoyo en el desprecio a Trump. Es cierto que las declaraciones brutales de Trump eran oportunas para ser despreciadas, pero de haber medido mejor las consecuencias de esas reacciones, habría valido la pena quedarse callado. En el campeonato de burlas y parodias que se llevaron a cabo en apoyo Hillary y que se multiplicaron por las redes sociales hasta el infinito, nunca consideraron preguntarse seriamente qué estaba encarnando para el electorado ese hombre rudimentario. Al principio de la campaña hablaban de Trump con chistes fáciles que expandieron su imagen a niveles galácticos, ofreciéndole tiempo de atención gratuito, espacio en medios personales, interacciones en todas las redes. Ese encono lo llevó a Trump al primer plano de la comunicación. En todo momento Hillary fue un challenger en Facebook, el campeón mundial siempre fue Trump.
Además de darle a Trump una infinita energía de comunicación digital con sus burlas, los seguidores de Hillary comenzaron lentamente a comportarse como el propio Trump, desdibujando su identidad. Muchos demócratas se volvieron intolerantes y feroces. Nadie representó con tanta efectividad este error como el actor Robert de Niro, quien desde un video plagado de exabruptos, dijo:
“Él es descaradamente estúpido. Es malo, es un bribón. Es un cerdo, es un cretino y un fanfarrón. Es un idiota que no sabe de lo que habla. No hace su tarea y no le importa. Cree que la sociedad es un juego. No paga impuestos, es un idiota. Collin Powell lo describió perfecto: Es un desastre nacional, es una vergüenza para el país. Me enoja mucho que este país haya llegado al punto de que este idiota, este payaso, esté en el lugar en el que está. Dice que quiere golpear a la gente en la cara… bueno… yo quiero golpearlo a él en la cara ¿Esto es lo que queremos como presidente? No lo creo. Lo que yo quiero es dirección para este país. Y estoy muy muy preocupado de que podamos ir en la dirección incorrecta con alguien como Donald Trump. Si te importa el futuro, votá por él”.
El exaltado video que nunca nombra a Hillary, y que empieza con Trump como un sujeto tácito, lo que remarca la importancia atribuida al ausente (“Él”), formó parte de una campaña de apoyo a Hillary llamada #VoteYourFuture . El mayor fracaso que representa este video fue que al insultar con tanta vehemencia y al expresar el deseo de golpearlo en la cara, De Niro se comportó exactamente como Donald Trump. El éxito del provocador es llevar a otro a la pelea. Por lo tanto, aunque pierda las elecciones, Trump triunfó comunicacionalmente al sacar de las casillas a la mitad de los EE.UU., los empujó al paroxismo del insulto y al odio que él quería.
Entre muchas y muy complejas motivaciones que actuarán sobre el voto en la próxima elección en los EE.UU., puede ser que el desdén y el aspaviento de la campaña de Hillary en Facebook hayan contribuido a llevar a todo un país (y en algún sentido al mundo) a una elección de una paridad insólita entre una mujer que no entusiasma ni a quienes la apoyan y un bravucón. Si Facebook no sirve para predecir resultados, ganará la mujer. Si sirve, el bravucón. En cualquier caso, con un triunfo o una derrota electoral, el efecto de la campaña de Hillary en las redes sociales fue un desastre. No se puede apagar el fuego con fuego.