Cómo explicarle a los chicos el crimen de San Vicente
La noticia no sólo causó estupor entre los adultos, sino también entre los niños
El crimen de San Vicente desató angustias y debates en la mesa familiar. Que una madre haya matado a su hijo de 6 años para vengarse de su ex marido, no sólo provocó estupor entre los adultos, sino que la noticia impactó más que por sorpresa entre los chicos.
Si hay algo de lo que un niño nunca dudaría es del amor de sus padres. Es más, hasta en las relaciones más hostiles o caprichosas, conscientes o no, rara vez un menor interpreta que una actitud de sus padres puede tener las peores intenciones.
"Mamá nunca me haría daño", es la mejor y más universal de las canciones de cuna.
¿Cómo explicarles entonces lo que hizo esta madre? ¿Cómo hablar de una mujer que prioriza el amor (y desamor) por su ex marido por encima de la vida de su propio hijo? ¿Cómo decirles que, además, esta mujer reconoce, sin piedad, haber cometido el crimen por venganza?
No hay muchas explicaciones, más que lo que creamos conveniente responder a lo que ellos pregunten. No deberíamos dar más explicaciones o detalles de los que quieran saber o cuestionen. Siempre es conveniente sincronizar la escucha y apelar a lo que creamos "lo justo y necesario"; a lo que, más allá de lo absurdo de la noticia, la cabeza de un niño puede entender y soportar; a lo que consideremos que es "lo mejor que podamos hacer".
Si no sabemos qué decir o cómo hacerlo, deberíamos consultar a quien creamos pueda darnos una ayuda sentida y razonable (pediatra, psicólogo, psicopedagogo, maestro…)
Lo mejor, siempre y ante todo, es estar informado. No vaya a ser que otras fuentes terminen por desacreditar el discurso o las respuestas que hayamos decidido darles a nuestros hijos.
"Tu papá te dijo cualquiera, no fue así como lo mató…", podría decirle un amiguito, más o menos, mejor o peor informado. Motivo suficiente como para que, en este acto, nuestro hijo puede llegar a enterarse de algo muy distinto o mucho más cruel de lo que nosotros hayamos decidido (o hayamos podido) explicar. Más allá de que, como es habitual, puedan escuchar versiones libres y alteradas, cuando tenemos forma de explicarles y demostrar la autenticidad de nuestro relato, la calidad de diálogo y credibilidad (cuestiones cruciales en el vínculo padres e hijos) se mantendrán siempre lo más intactas posibles.
Es en este contexto donde mejor queda demostrado que las mentiras tienen patas cortas y donde usar diminutivos, evasivas o palabras huecas terminan jugando en contra de todos. En el otro extremo, cabe otra cuestión: ¿Por qué agregar detalles como "y el nene resistía y se defendía mientras la madre lo asfixiaba"? ¿Por qué hablar (o chusmear) con tanto detalle con otros adultos, aunque creamos que los niños no escuchan porque están jugando a pocos metros?
Nuestra curiosidad y morbo funcionan diferente al de un chico que, si recibe más información de la necesaria, puede invitarlo a perderse en un espiral de miedos e incertidumbres.
Estos días son un buen momento para abrazar a nuestros hijos tanto o un poco más de la cuenta. Compartir más y un mejor tiempo de juego y compañías. Hablar jugando. Y, entre gestos sutiles y naturales, no montados para la escena, decirles al oído o mirándolos a los ojos: "Mamá y papá te queremos mucho"; y, si ellos reflotan el tema de la noticia en cuestión, agregar: "Mamá y papá nunca te harían daño".
Cierren los ojos y piensen por un momento aquella frase mágica de nuestros padres, que nos quitaba todos los males y los miedos: "tranquilo, está todo bien" (aunque afuera parezca que está todo mal y haya mujeres que decidan matar a sus hijos por la causa que sea).-
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