Como evitar el “efecto dominó” de la invasión a Ucrania
Conocer el proyecto “imperial” de Vladimir Putin no ha sido difícil para las personas que hemos seguido las andanzas de este hombre desde que accedió a los más altos niveles del poder político en Rusia en 1999, primero infiltrando y engañando al círculo familiar más íntimo de su predecesor, el expresidente Yeltsin, y después camuflándose como tecnócrata demócrata. Este tipo de engaño político era previsible, considerando que el anterior presidente estaba mentalmente incapacitado y que la profesión previa de Putin había sido la de oficial de contrainteligencia de la KGB.
Si quienes ahora se muestran sorprendidos por la invasión rusa a Ucrania hubieran leído la biografía de Putin titulada Primera persona publicada en el año 2000, basada en seis largas entrevistas al mismo Putin realizadas por tres periodistas (Nataliya Gevorkyan, Natalya Timakova y Andrei Kolesnikov) no les hubiese sido difícil prever las estrategias revanchistas y de reinstauración “imperial” a través de la expansión territorial de Rusia que han estado en la mente del dictador de Rusia. Y si esta biografía no les hubiese resultado convincente, lo recomendable era entonces leer un artículo titulado “On the historical unity of russians and ukrainians” En este artículo, publicado en julio del año pasado, el mismo Putin abiertamente declaraba por escrito que Ucrania no tiene derecho a existir ni como Estado ni como cultura separada a la de Russia y anunciaba su decisión de “anexar” y evaporar a Ucrania como Estado y como cultura.
Para los que hemos trabajado en Rusia desde hace décadas y nunca permitimos ser seducidos o engañados por invitaciones de lujo a eventos oficiales organizados por el régimen de Putin, siempre supimos que Rusia adolece de una sociedad históricamente autoritaria regida por una delincuencia organizada de Estado que adoptó un pragmático capitalismo mafioso que sirve al régimen político. Putin es hoy la cabeza de esta delincuencia organizada de Estado.
Sin embargo, está de moda -entre la Intelligenzija de expertos occidentales- culpar a la OTAN o culpar a los fracasos de política exterior de EE.UU. en Europa, en Irak o en Afganistán para así justificar y apaciguar la agresión bélica de Putin, que ya ha derivado en presuntos crímenes de guerra y en crímenes contra la humanidad padecidos por el pueblo de Ucrania. Pero para evitar cometer los mismos errores europeos del siglo pasado, con un retroceso mundial a más guerras, con más masacres de la población civil como las que Putin ya perpetró en Chechenia en 2000, Georgia en 2008, en la Crimea ucraniana en 2014, actualmente en el resto de Ucrania o hacia futuro en Moldova y en los países bálticos, urge que las democracias desarrolladas del planeta de manera coordinada implementen una política internacional hacia Rusia y hacia su aliado totalitario China, cuyos ojos invasivos miran hacia la democracia de Taiwán.
En este grave contexto actual, es necesario evitar el “efecto dominó” de la invasión a Ucrania a través de un rejuvenecimiento del orden internacional, basado en los siguientes dos nuevos pilares:
1) la urgente constitución de una nueva organización política internacional, formada por países que confirmen su adherencia a un orden internacional de reglas unánimes de convivencia pacífica. Esta nueva organización política internacional se encargaría de acordar e implementar mecanismos operativos de ayuda institucional mutua de sus respectivos miembros para políticamente contrarrestar cualquier tipo de agresión militar o cualquier tipo de agresión “hibrida”, por ejemplo, de carácter cibernético, contra la infraestructura económica de los países miembros; y
2) la expansión militar defensiva de la OTAN y la urgente fundación de similares organismos regionales de defensa militar mutua en los demás continentes del planeta, para así albergar a todo país que a través de un consenso nacional solicite su ingreso, incluyendo en el caso de la OTAN a Finlandia y a Suecia.
Hay que recordar siempre una lección repetida a lo largo de la historia de la humanidad: los comportamientos más destructivos perpetrados por agresivos regímenes totalitarios son siempre estimulados por la fragmentación y debilidad de los países con estado de derecho democrático que aspiran a un orden de convivencia internacional pacífica.
Cofundador de la organización transnacional no gubernamental Save Democracy y académico senior de la Universidad de Columbia, EE.UU.