Cómo es el operativo del Gobierno para seducir a Kristalina Georgieva
Martín Guzmán buscará seducir a Kristalina, aunque ello le cueste el enojo de Cristina. La llegada de la nueva misión técnica del Fondo Monetario Internacional (FMI) a la Argentina reflotará los viejos prejuicios y fantasmas que este organismo despierta en buena parte del peronismo y, en particular, en la vicepresidenta de la Nación.
Los delegados del Fondo arribarán hoy a Buenos Aires con un objetivo muy preciso: evaluar las condiciones para la renegociación de la deuda por unos 44 mil millones de dólares más intereses que el país tiene con el organismo dirigido por la búlgara Kristalina Georgieva.
Si bien la delegación del FMI se focalizará en la agenda fiscal, monetaria y estructural será clave la percepción sobre el nivel de apoyo político al plan integral que el Gobierno ofrezca como garantía para el repago de la deuda, que el gobierno de Alberto Fernández busca llevar más allá del año 2024.
No hay que remontarse muchos años para comprobar la animadversión que la sigla FMI despierta en Cristina Kirchner y sus seguidores. En marzo de 2016, pocos meses después de la llegada de Mauricio Macri a la presidencia de la Nación, se desató una campaña motorizada por personalidades del ámbito artístico y cultural con la consigna "No volvamos al Fondo", dirigida a oponerse al acuerdo que negoció el gobierno de Cambiemos con los "holdouts", más conocidos como "fondos buitre", que en su momento no aceptaron el canje de deuda propuesto por la gestión de Néstor Kirchner. En esos días, Cristina Kirchner avaló la campaña con un peculiar mensaje en Twitter en el que parafraseó al general San Martín: "#novolvamosalfondo. Seamos libres, que lo demás no importa nada".
Nadie espera que algunos de los participantes de aquella campaña mediática, entre quienes estaban Dady Brieva, Nancy Duplaá, Pablo Echarri, Cecilia Roth, Mercedes Morán, Leo Sbaraglia, Rita Cortese, Claudio Rissi y hasta Charly García, quien aparecía con un cartel que rezaba "Nos siguen pegando abajo", salgan hoy a manifestarse en contra de los delegados de Kristalina Georgieva que visitan la Argentina. Pero las dudas sobre el cumplimiento de los eventuales compromisos que asuma un gobierno peronista siempre estarán presentes en los negociadores del Fondo y en su directorio.
El rechazo que tradicionalmente ha generado el FMI en el kirchnerismo encuentra un viejo antecedente en enero de 2006, cuando el gobierno de Néstor Kirchner decidió cancelar con un tercio de las reservas del Banco Central, y en un solo pago, los 9800 millones de dólares de la deuda que el país había contraído con el Fondo. En contraposición con la euforia que envolvió a los seguidores, no muchos advirtieron que el Estado argentino dejó de pagar una deuda que abonaba intereses levemente mayores al 4% anual para pasar a endeudarse con el gobierno venezolano a tasas casi cuatro veces más elevadas.
Los dos principales negociadores del FMI que iniciarán hoy su misión oficial, la norteamericana Julie Kozack y el venezolano Luis Cubeddu, mantuvieron el mes pasado contactos con actores empresariales, sindicales y políticos, en los que pudieron palpar el grado de apoyo que podría tener un acuerdo entre el Gobierno y el organismo internacional que derivará en un ajuste fiscal y monetario.
Guzmán apuesta a un acuerdo rápido con el FMI para descomprimir la tensión financiera y cambiaria que, hasta hace dos semanas, sacudió a la Argentina. Para seducir a los negociadores del Fondo, ha dejado trascender que bregará para que el déficit fiscal en 2021 no sea mucho mayor al 3,5% del PBI, pese a que el proyecto de presupuesto que esta semana trataría el Senado contempla un 4,5%.
También el ministro de Economía ha enfatizado que el Gobierno buscará un menor financiamiento por la vía de la emisión monetaria. Hasta hoy, el Banco Central ha emitido 1,7 billones de pesos en el año para financiar al Tesoro, una cifra que equivale a unos 13 meses de recaudación fiscal.
Del mismo modo, Guzmán espera que en 2021 desaparezca el gasto por la pandemia de coronavirus y menores egresos por subsidios, lo cual derivará en un gradual incremento de las tarifas.
Con esos anuncios, sumados a su idea de un presupuesto plurianual, que fijaría la "hoja de ruta" que le reclamó Kristalina Georgieva a la Argentina, en el marco de la calma cambiaria de las dos últimas semanas, en las que el dólar informal bajó desde 195 a poco más de 150 pesos, el titular del Palacio de Hacienda aspira a obtener el visto bueno del FMI para estirar considerablemente los plazos de pago de la deuda y, eventualmente, lograr el aporte de fondos frescos del organismo.
Claro que si la intención del Gobierno es avanzar hacia un programa de facilidades extendidas, que le permitiría a la Argentina postergar por un plazo de hasta diez años los pagos de capital, las condiciones que impondría el FMI serían mucho mayores e incluirían reformas estructurales, como una reforma previsional y una reforma laboral, por ejemplo, que podrían desatar una dura discusión dentro de la coalición gobernante.
Hay otro detalle no menor en las negociaciones que comenzarán hoy. Es la posición que adopte el directorio del FMI. Durante el gobierno de Macri, la buena relación con Donald Trump fue decisiva para la aprobación del megapréstamo stand by que el Fondo le concedió a la Argentina. Con el cambio de gobierno en los Estados Unidos, es vital saber quién será el hombre de Joe Biden en el Departamento del Tesoro, especialmente si el acuerdo definitivo se prolongase más allá del 20 de enero, cuando asumirá el nuevo presidente norteamericano.
Curiosamente, uno de los nombres que trascendieron para ese cargo es el de Larry Fink, actual consejero delegado del fondo Black Rock, una de las empresas de activos financieros más grandes del mundo. Fink conoce muy bien a la Argentina y al actual gobierno, por cuanto su grupo fue un activo participante en las prolongadas negociaciones que lideró Guzmán por la renegociación de la deuda argentina bajo legislación extranjera, que concluyó en un exitoso canje.
Fink no habría quedado satisfecho con las negociaciones y con el acuerdo alcanzado, dado que los bonos del canje valen hoy bastante menos que en septiembre, cuando se cerró el acuerdo. Y en recientes declaraciones ha insinuado su desconfianza en el devenir de nuestro país. Señaló que "el problema para los inversores externos es la volatilidad" y que "le va a tomar tiempo al sector privado sentirse cómodo para estar de nuevo en la Argentina".
Por si esto fuera poco, Fink indicó que hay países "más seguros" para invertir que la Argentina, entre los cuales mencionó a México, Colombia, Brasil y Chile.