Cómo develar los misterios de la ficción
TEORIAS. Dos autores ofrecen miradas contrapuestas para pensar la novela y muestran modelos distintos para construir autoridad en el mundo literario
En el mundo de las oficinas, pero también en toda índole de tribus y grupos de trabajo en los que se compite por jerarquía y por autonomía, existe el derecho de piso: ciertos ritos de iniciación y pruebas de talento, valor y compromiso. Una vez cumplidos, una persona puede comenzar no sólo a hacer su trabajo sino también a redefinir ciertas reglas, por fuera de las tradiciones y hábitos del sistema en el que está inmerso. Aunque cada organización tiene sus propias reglas y ritos, en general el proceso es ambiguo y subjetivo. Y el logro también es frágil. ¿Pero cómo funciona este mecanismo dentro del mundo de los novelistas?
No hay otra forma de escribir que en soledad. Pero una novela es un objeto que se revela y que persiste en público (por más que el acto de leer también únicamente puede transcurrir de manera solitaria). Para llegar al mundo, una novela requiere de todo un sistema de instituciones que funcionan en sincronía, pero no bajo un comando central: casas editoriales, librerías, críticos literarios -tanto de la prensa como de la academia-, traductores, festivales literarios, premios, talleres de escritura, mentores formales e informales, opinión pública, industrias audiovisuales? La lista podría continuar.
¿Por qué Roberto Bolaño es ahora reconocido mundialmente pero Alberto Laiseca no? ¿Cuántos factores han intervenido para que la obra de Antonio Di Benedetto se comience a tornar un fenómeno internacional? ¿Por qué los nombres de Samanta Schweblin y Mariana Enriquez se murmuran con reverencia de descubrimiento en publicaciones literarias estadounidenses e inglesas? ¿Por qué la vida de Pablo Katchadjian se convirtió en un pequeño infierno solamente por editar un breve cuento lúdico (en una tirada de doscientos ejemplares) en el cual indaga borgeanamente sobre lo borgeano?
Aunque en teoría el acto de escribir es totalmente libre, la realidad es que el mundo de la literatura es tan estricto, conservador y jerarquizado como cualquier organización colectiva humana. Para operar con una semejanza de libertad dentro de cualquiera de sus niveles hay que pagar un derecho de piso.
Es en este contexto en el que se debería leer un libro que llegó recientemente al mercado argentino: Los mecanismos de la ficción. Cómo se construye una novela (Taurus), de James Wood. El autor es un prestigioso critico literario nacido en Inglaterra en 1965, pero emigrado a Estados Unidos, donde divide su tiempo entre dictar clases de literatura en la Universidad de Harvard y escribir críticas de novelas contemporáneas en la revista The New Yorker. Educado en Eton College y en la Universidad de Cambridge, también ha escrito prolíficamente para The Guardian y otras publicaciones de alto prestigio tanto en Londres como en la Costa Este de Estados Unidos.
Esta nueva traducción fue publicada originalmente en 2008 con el simple título How Fiction Works ("Cómo funciona la ficción"). A diferencia de la mayoría de sus libros, que son compilaciones de sus reseñas, éste declara ser totalmente original. El título, sin embargo, es engañoso, y tal vez por eso los editores de la versión en castellano decidieron cambiarlo. Aun así, se quedaron cortos. Un título honesto hubiera sido: "En defensa del realismo literario". Aunque Wood alega hablar sobre los procesos de creación en la literatura, entendiendo la literatura como una praxis narrativa que describe, define y descubre ni más ni menos que la realidad, deja fuera del sistema social literario cualquier expresión experimental, innovadora o multicultural. Y al hacerlo abre el interrogante: ¿hasta qué punto se puede "desarmar" una creación literaria y observar su funcionamiento? ¿Qué papel juega el "sistema de la literatura" en la lectura y difusión de los libros?
En efecto, la bibliografía de autores discutidos por Wood en su libro comienza con Cervantes y termina ¡con John Updike! Géneros "alternativos" como la novela negra, la ciencia ficción o el horror no tienen lugar en la cosmovisión de Wood. Suena como una muletilla de la corrección política remarcarlo, pero Los mecanismos de la ficción no contempla sino autores blancos y su muestra de autoras mujeres se limita principalmente a Jane Austen y Virginia Woolf. Un libro que hubiese sido de vanguardia en 1901, hoy muestra cómo alguien que pagó su derecho de piso puede defender -desde un lugar de enorme prestigio, visibilidad e influencia- ideas que otros autores cuestionarían.
Contracara
Aquí hay un ejemplo. El año pasado, la editorial de la Universidad de Columbia (en Nueva York) publicó un libro todavía no traducido al español, que en cierta forma es la contracara del libro de Wood y, como tal, ofrece un mapa para comenzar a indagar qué es la literatura contemporánea y otra mirada sobre las posibilidades de su comprensión.
Se llama The Complete Review Guide to Contemporary World Fiction, escrito por un excéntrico y omnívoro crítico literario independiente llamado M. A. Orthofer. Aunque no esté disponible a la venta en la Argentina, es un tomo infaltable para cualquier editor, periodista, crítico, profesor o lector que opere en el sistema de la literatura contemporánea. Además, Orthofer mantiene un sitio web, de consulta gratis y en continuo crecimiento -www.complete-review.com- que básicamente contiene la misma información que el libro.
Mientras que Wood defiende sus conceptos sobre la teoría de la ficción recurriendo a bibliografías pasadas, Orthofer abre un abanico tras otro de bibliografías internacionales de autores y autoras que trabajan hoy, que incluye -además de Europa, América del Norte y Sudamérica- al continente africano en su vertiginosa multiplicidad, Oceanía, Medio Oriente, Escandinavia, India, China, Tíbet y hasta Corea del Norte. Orthofer escribe desde la postura de curiosidad insaciable y la generosidad de abrir información, y también desde el reconocimiento pragmático de que la literatura, aunque siempre es local, para llegar a audiencias internacionales requiere de todas las estructuras económicas y organizacionales que mencionamos al principio de esta nota.
Otra diferencia entre Wood y Orthofer es cómo se sitúan con respecto a su propia autoridad. Wood pretende escribir un clásico. Nos lo dice. En su introducción declara que quiere hacer para la ficción lo que el exquisito y monumental escritor y artista victoriano John Ruskin hizo para el arte del dibujo con su tomo de 1857 Las técnicas del dibujo. De paso, Wood también declara que aspira a que su libro reemplace los clásicos Aspectos de la novela, de E. M. Forster y El arte de la novela, de Milan Kundera. Orthofer, por lo contrario, sabe y declara que está escribiendo un libro efímero e incompleto, dirigido a lectores dentro de Estados Unidos que quieren conocer a escritores internacionales en buenas traducciones.
Aun con sus limitaciones explícitas, el libro de Orthofer es útil para una audiencia hispanoparlante, porque muchos de los autores que menciona -como Han Kang, Halldor Láxness y László Krasznahorkai- están traducidos a nuestra lengua. Además, la bibliografía y apéndices de su libro listan páginas web, editores, premios y libros de referencia para seguir buceando en un tema que parece no tener límites.
Otra salvedad: al entrar en el sitio de The Complete Review se tiene la sensación de haber ingresado en una especie de máquina del tiempo cibernética. Aunque su contenido se renueva continuamente (y alberga más de tres mil reseñas), su diseño mantiene las características que tuvo al ser creado en 1999. Orthofer dice estar tan ocupado en la lectura que no puede tomarse el tiempo para modernizar la estética. Sea como sea, el diseño genuinamente "retro" del sitio sirve como un memento mori de los contenidos digitales.
El modelo de Orthofer es diseminar información de forma libre y gratuita, concentrándose en la calidad del contenido y no en modas de diseño o modelos de facturación, una inspiración en el ánimo de la primera Web de entusiastas utópicos.
La comparación entre ambos autores permite un señalamiento adicional. El truco de Wood -su principal arma discursiva- es sostener que escribir una novela es meramente una cuestión técnica. Que la novela es un dispositivo tecnológico con ciertos componentes ensamblados y límites de funcionamiento, pero que produce outputs variados e idealmente novedosos. En este planteo, su función sine qua non sería reproducir la realidad.
Podría pensarse, sin embargo, en línea con Orthofer, que la novela es algo amorfo y en continuo cambio, que ocurre en todos los lugares del mundo. El intento de domarla dentro de una angosta definición académica es como intentar controlar una tormenta. Si es libre, la novela contiene la posibilidad de revolucionar la conciencia humana e intervenir en la construcción de la realidad. Una exploración del sitio de M. A. Orthofer es una comprobación contundente de esta idea. La literatura funciona dentro de construcciones tanto estéticas como del mercado, pero su potencial es indeterminado, por no decir infinito.
LOS MECANISMOS DE LA FICCIÓN. James Wood, Taurus