El trivium de nuestro tiempo
La palabra latina trivium significa tres caminos. La educación antigua y medieval estaba estructurada alrededor del trivium, que consistía en la gramática, la lógica y la retórica. El siglo XXI ha traído consigo una revolución tecnológica y con ella la necesidad de un trivium de nuestro tiempo.
Esta revolución genera cambios que se dan a grandes escalas y a toda velocidad, que modifican la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos, que afectan el mercado del empleo y la desigualdad en la distribución de bienes e ingresos económicos y que impactan en la seguridad geopolítica y los marcos éticos. Los beneficios de esta revolución son cuantiosos, aunque no alcanzan a todas las personas. Los costos también son numerosos, pero sí alcanzan a todos. A su vez, esta revolución cambia la estructura del discurso, pues estimula ciertos usos del intelecto, favorece ciertas definiciones de inteligencia y demanda ciertos contenidos educativos.
Esta revolución tecnológica se da en un contexto de graves problemas: la pérdida de la biodiversidad, el cambio climático, las enfermedades emergentes, la escasez del agua, las crisis económicas y la exclusión social debido a la pobreza, la desigualdad, la vulnerabilidad y la marginación. La humanidad necesita con urgencia imaginar, elaborar y revisar creativa, crítica y empáticamente nuevos modos de enfrentar los desafíos que esta revolución y su contexto le imponen. Ello implica estructurar la educación alrededor de la creatividad, el pensamiento crítico y la inteligencia social. Estos procesos son el fundamento de la ciencia, las artes y las humanidades, de allí que estas tres esferas del intelecto se conviertan en el trivium del siglo XXI.
Científicos, artistas y humanistas comparten en su labor el dinamismo y la complejidad del proceso creativo. Crear es generar una nueva e imaginativa idea y transformarla en un producto original. La creatividad imprime el sello del individuo en el producto. Se caracteriza por la habilidad de percibir el mundo con una nueva mirada, que encuentra patrones ocultos y conecta fenómenos aparentemente no relacionados entre sí. Asociado a la creatividad aparece el pensamiento crítico, que propicia nuevas formas de pensar, elude el conformismo y la estandarización y detecta falacias. Este pensamiento encuentra su máximo desarrollo en la ciencia. La enseñanza de la ciencia y sus métodos genera hábitos mentales basados en un pensamiento analítico, lógico y escéptico. Esos hábitos generan una racionalidad crítica y emancipadora.
La inteligencia social es la habilidad de interactuar con otras personas en diferentes contextos y generar un ambiente propicio a la cooperación, comprensión mutua y empatía. Implica conocerse a sí mismo y comprender la naturaleza humana. No hay mejor instrumento para el desarrollo de esta inteligencia que las artes y las humanidades. Así Sófocles, con Edipo rey, nos lleva a las profundidades del alma humana. Shakespeare, con Macbeth, nos muestra las consecuencias de la ambición. El amor está reflejado en El nacimiento de Venus, de Botticelli. El dolor ante la muerte aparece en La Piedad, de Miguel Ángel. La ciencia, las artes y las humanidades no son solo el trivium del siglo XXI, sino la barrera que evitará que la humanidad, al decir de Henry Thoreau, se transforme en una simple herramienta de sus herramientas.
Profesor emérito de la Universidad Nacional de La Plata; académico de número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria